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domingo, 4 de marzo de 2012

J. EDGAR. EL PODER ORGANIZADO

Película: J. Edgar. Dirección: Clint Eastwood. País: USA. Año: 2011. Duración: 137 min. Interpretación: Leonardo DiCaprio (J. Edgar Hoover), Naomi Watts (Helen Gandy), Armie Hammer  (Clyde Tolson), Josh Lucas (Charles Lindbergh), Ed Westwick (agente Smith), Judi Dench (Annie Hoover), Damon Herriman (Bruno), Jeffrey Donovan (Robert Kennedy), Dermot Mulroney (coronel Schwarzkopf), Denis O’Hare (Albert Osborne). Guión: Dustin Lance Black. Producción: Clint Eastwood, Brian Grazer  y Robert Lorenz. Música: Clint Eastwood. Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox y Gary Roach. Diseño de producción: James J. Murakami. Vestuario: Deborah Hopper. Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España. Estreno en USA: 9 Noviembre 2011.







Del análisis formal de esta película, en primera instancia, “El Ciudadano Kane” de Orson Welles quizá sea la obra más influyente en lo que respecta a la estrutura narrativa y a ciertos contenidos relacionados con la cultura, la política, la moral, la ética o los comportamientos de los medios frente al fenómeno J. Edgar Hoover. Durante la guerra fría, y aún permanecen vigentes, muchos países crearon instituciones del estado destinadas a la vigilancia, el control y la intromisión en la vida privada de sus ciudadanos. También tuvieron sus fantasmas, sus actitudes paranoicas y sus agentes preparados mentalmente para llevar a cabo todo tipo de operaciones sobre los hombres, sean estos políticos o no, y sus pensamientos, ideas o formas de pensar “sospechosas” para la presunta seguridad de los habitantes y el poder.

Clint Eastwood disecciona en este film uno de ellos, quizá el más significativo para EE.UU y el mundo entero. Su manera de narrar los aspectos más oscuros de su vida y poner el acento en la permanente interacción vida privada-hombre público, moral-ética y concepciones ideológicas, traducidas formalmente en un continuo devenir espacio-temporal de imágenes y escenas de su niñez; su peculiar relación con una madre castradora, y, como ineludible consecuencia, la incidencia de todo en la formación de la mayor y más poderosa organización policial y represora de toda la historia de la humanidad, convierte este biopic en una cabal síntesis de la cultura norteamericana.



Dustin Lance Black, el guionista, hijo de una familia mormona, muy interesado por la problemática gay en Estados Unidos, había recibido un premio (Oscar) al mejor guión original por el film “Milk” (sobre la biografía de Hervey Milk) dirigido por el director Guy Van Sant, que más que una biografía sobre un candidato a alcalde es un verdadero examen de la cuestión gay en ese país. Lo que explicaría el tratamiento dado a Hoover y sus allegados o amigos por Eastwood en esta película. El guión es una pintura de la madre castradora, el amigo leal de condición homosexual, su personalidad tremendamente contradictoria, su mirada crítica brutal e implacable sobre la hipocresía, y su afán mesiánico contra la irrupción de lo extranjero y bárbaro a sus ojos, que con el uso pragmático e iconoclasta del poder represor con una increíble cuota de imaginación y total carencia de escrúpulos, lo convierten en un personaje rico y profundo, desaliñado e impío, síntesis y concentrador de las transformaciones más profundas de los métodos investigativos del FBI, y su influencia sobre la sociedad toda.



Sobre estos temas, incluido por supuesto el FBI, las razones de la contradictoria y perversa por momentos, personalidad de Hoover, Hollywood ha hecho muchos films. Podríamos decir que el cine negro, producto de la novela negra, ha tocado en cada obra algún rasgo de este perfil severo y sombrío. Si analizáramos las narraciones de Carroll John Daly, Dashield Hammet, Raymond Chandler, Ross McDonald, James M. Cain, Jim Thompson, o James Hadley Chase, cada personaje, cada héroe o mafioso, cada investigador privado o policía, llevan o nos llevan hacia J. Edgar. Más, podríamos decir que la historia del FBI es la historia de la novela policial negra y, como consecuencia, del cine negro.

El otro aspecto, que hace de este film muy interesante es la forma que eligieron para contar este biopic. Orson Welles inicia “El Ciudadano” cuando una palabra que pronuncia Kane “rosebud” dispara una investigación sobre la vida de uno de los magnates (William Randolph Hearst) más sombríos de EE.UU. La investigación recoge varias versiones del mismo personaje y de los mismos hechos haciendo avanzar el cuento por diversos niveles y caminos de la historia misma del país. En J. Edgar, creador del FBI, Hoover va narrando distintos aspectos de su biografía a distintos escribas, contando desde varios y distintos ángulos interesantes acontecimientos de la historia norteamericana y de su propia tenebrosa psicología. Ambos, tanto Hoover como Kane confluyen en demostrar que los fundamentos de sus absurdas vidas tienen en sus madres y padres razones insoslayables.



El guión, como la historia, contempla varios planos, todos centrados en el protagonista. Primero ¿cómo contar esta biografía? El recurso es que Hoover vuelca, no todo, pero al menos muchas aristas conflictivas, a periodistas. No importa quienes son ellos. Las imágenes remplazan la escritura en un ir y venir temporal y espacial que, suponemos, va plasmándose en el papel. Segundo, el devenir histórico del relato, de ser, el propio J. Edgar, un mero e ignoto soplón sumido en una biblioteca importante, a ser el creador de la mayor organización con características policiales y anticomunistas del mundo. Y tercero, la psicología de este personaje, su homosexualidad, su extraña y perversa relación con su madre, su amigo gay de toda su trayectoria -ambos son mostrados ancianos por Eastwood-, y su otra increíble e inverosímil correspondencia con la que se constituye en secretaria y guardadora de los más tenebrosos secretos de estado, de sus participantes y de sus miserias.

Ya, en otros films, como “Río Místico”, “Gran Torino” o “Banderas de nuestros padres”, estos planos se vislumbran con más claridad y transparencia, constituyen tópicos que se van repitiendo, con originalidad y creatividad, y perfilan un cine de una calidad formal y conceptual, que orillan una obra distinta, de hondas raíces políticas, sociales y antropológicas que, sin duda, apuntan a advertir y desmenuzar los peligros de una sociedad enferma y descontrolada como es la norteamericana.

Héctor Correa
Punta Alta, marzo de 2012


domingo, 28 de febrero de 2010

viernes, 19 de febrero de 2010

“INVICTUS”. Cine, deporte y patria



Dirección: Clint Eastwood. País: USA. Año: 2009. Duración: 134 min. Interpretación: Morgan Freeman (Nelson Mandela), Matt Damon (François Pienaar), Marguerite Wheatley (Nerine), Patrick Lyster (Sr. Pienaar), Matt Stern (Hendrick Booyens), Julian Lewis Jones (Etienne Feyder), Penny Downie (Sra. Pienaar), Tony Kgoroce (Jason Tshabalala), Patrick Mofokeng (Linga Moonsamy), Adjoa Andoh (Brenda), Leleti Khumalo (Mary). Guión: Anthony Peckham; basado en el libro “El factor humano” de John Carlin. Producción: Clint Eastwood, Lori McCreary, Robert Lorenz y Mace Neufeld. Música: Kyle Eastwood y Michael Stevens. Fotografía: Tom Stern. Montaje: Joel Cox y Gary D. Roach. Diseño de producción: James J. Murakami. Vestuario: Deborah Hopper. Distribuidora: Warner Bros. Pictures International España.

"Yo he nacido para pelear con facciosos y demonios y para
estar siempre en campaña; por eso mis libros son
tempestuosos y batalladores. Mi destino es descuajar
troncos y cepas, cortar setos y espinos, rellenar ciénagas;
soy el rudo taladro que abre caminos en el bosque."
Lutero



Un mapa de Sudáfrica o República Sudafricana


Muchas veces no es necesario que el realizador confeccione una “obra maestra” cinematográfica para mostrar que la propaganda ideológica, tan criticada al régimen nazi o a la Unión Soviética del “realismo socialista”, es un instrumento muy usado por cualquier régimen político –en nuestro universo-, o creador individual coincidente con sus políticas, a la hora de querer expresar cómo ve o interpreta la realidad, incluso para su transformación o su conservación.

El deporte ha sido y es una disciplina propicia para ser utilizada con fines propagandísticos, como ha sido y es, un instrumento extraordinario para la formación y educación del niño. Así lo entendió, diez siglos antes de Cristo, la civilización griega. Werner Jaeger, en su “Paideia” (1933), describe meticulosamente cómo la cultura y la educación se asientan, mejor dicho cobran fundamento y esencialidad a partir de ese concepto tan particular que llamaron "paideia" (la formación del hombre griego). Y la política, en esa concepción (helénica), cobró una altura y una consideración que excedió lo meramente mundano o cotidiano, para constituirse en el mejor resorte moral y ético para el hombre como ser integral. Bueno, los griegos fueron los griegos y nosotros somos nosotros a miles de años de distancia, sin embargo ciertos principios, si aún esa palabra mantiene su vigor, deberían ser reconsiderados por el hombre contemporáneo.

Eastwood, en “Invictus”, recrea la posibilidad de que al llegar al poder y en ciertas circunstancias, el deporte pueda ser utilizado para fines nobles y patrióticos. Aparentemente así lo vio Mandela cuando, ungido Presidente de Sudáfrica, luego de casi 30 años de prisión, y a través de un deporte muy anglosajón, como es el rugby, lo utiliza inteligentemente, desde el gobierno, para poner en marcha una de las luchas más encarnizadas contra la discriminación étnica y la exclusión social. El deporte, al igual que en la Alemania de Hitler o en la Unión Soviética del Partido Comunista ruso, pasa a constituirse en una herramienta propagandística relevante dentro de la sociedad.

No vamos a hablar de Sudáfrica, del período de la plena vigencia del apartheid –que duró muchos años, y aún dura-, ni de las luchas de Nelson Mandela contra la segregación impuesta, incluso institucionalmente, por uno de los países más poderosos del mundo: Inglaterra. Sería una labor muy rica e interesante pero muy ardua y extensa, para este trabajo. Pero, reivindicar la estrecha relación que en el mundo mantiene la política con el deporte, ya sea como política de estado, o como simple instrumento para establecer cierto dominio o poder social, es ya un objetivo muy interesante porque, además nos remite a ciertas cinematografías de países que tomaron muy en serio esta concepción, y a otros que ignoraron “olímpicamente” esta posibilidad. Nosotros, en cierto período de nuestra rica y triste historia, fuimos uno de ellos, ya como herramienta de propaganda ideológica, ya como instrumento digno de ignorar, aunque otros pueblos hayan demostrado que es importante para la formación del hombre. Las Olimpíadas siguen demostrando en forma permanente que son relevantes en todo sentido para el mundo entero. Por supuesto, tenemos bien en claro las raíces ideológicas de tales posturas frente al deporte, aquellas que fueron ricas y beneficiosas para el hombre y aquellas que promocionaron la iniquidad y la muerte.

En la historia del arte, podemos, sin mucho esfuerzo, percibir cómo el poder se rodeó de creadores, grandes creadores, que cantaron sus logros y sus sacrificios a través de los tiempos, y también para perpetuarse en sus imágenes y sus versos. Y los juegos deportivos, como las obras de arte, cumplieron el mismo rol, constituyéndose en un medio de comunicación poderoso -pueblo-poder-, en un asunto de estado en las relaciones internacionales, o como en un elemento educativo de honda y rica trascendencia por sus fines y propósitos humanísticos.

Si, por tomar otro camino, analizamos esta película como parte de un sistema de obras de un realizador, donde debemos tomar en cuenta su concepción del mundo y por supuesto su estética, podemos vislumbrar lo siguiente: primero, su claro y contundente propósito de acercarse a los temas interétnicos, la violencia (lo bélico, el western, y el policial) que a veces impregna sus historias, y la visión tan particular de la sociedad norteamericana, cruzada por una honda y oscura línea de intolerancia, corrupción y exclusión. Así se ha visto en sus films, que algunos hemos comentado. "Gran Torino" e "Invictus" se insertan en aquellos donde la cuestión étnica cobra relevancia y mucha preocupación en su temática.

Pero, podemos escribir muchas palabras, hojas enteras sobre la realización de este film, sus aspectos técnicos y semánticos, cómo cierta morosidad impregna sus escenas y secuencias, cómo construyó un personaje tan lleno de “negritud” y política frente al blanco intolerante y segregacionista, cómo las distintas partes de la historia se van estructurando de acuerdo a una evolución temática y deportiva peculiares, y, sin duda, cómo toda la mejor historia hollywoodense, la de los directores “artesanos” del mejor cine, descolla y dirige la acción fílmica. Pero, se nota, en todo esto, resalta y domina, lo étnico en toda su magnitud, como eje temático, como advertencia moral y como técnica narrativa, todo junto al servicio de una concepción muy espacial e integracionista de los conflictos interétnicos y territoriales. Eastwood ha sido muy claro en toda su filmografía sobre estas cuestiones, cruciales para el hombre, especialmente el hombre medio norteamericano, y es un brete que cuesta solucionar, difícil de resolver y muy profundo como para no prestarle la atención adecuada. Si Mandela, en la Sudáfrica segregacionista, a través del rugby, cree que el apartheid ha sido erradicado, en Brasil la favela será erradicada también en cualquier momento por obra del fútbol. Todos sabemos que no. Si Eastwood cree que la poesía y el deporte son los mejores instrumentos para afrontar uno de los problemas más crudos y crueles de la humanidad, no habría hecho esa magnífica película que fue "Río Místico", de la que hablamos en otra nota en este mismo blog. Sería demasiado ingenua su postura si no tuviera detrás la conciencia y la religiosidad que inspiró toda la historia de EE.UU desde las trece colonias inglesas. Tendríamos que conocer un poco más a Lutero, el protestantismo, y las grandes transformaciones religiosas de la historia anglo-sajona.

Por lo tanto, esta película se inscribe como una más dentro de la filmografía de Eastwood, claro y transparente artesano, y dentro del cine norteamericano pleno y rebosante de obras sobre el destino manifiesto, la caza de brujas y la vida del hombre medio de ese poderoso país.

Héctor Correa
Punta Alta, febrero de 2010

miércoles, 22 de abril de 2009

GRAN TORINO. Un film de Clint Eastwood sobre las etnias y la sociedad






Dirigida por: Clint Eastwood
Producida por: Clint Eastwood, Bill Gerber, Robert Lorenz
Escrita por: Nick Schenk
Guión: Nick Schenk
Historia: Dave Johannson y Nick Schenk
Actores: Clint Eastwood, Bee Vang
Música: Kyle Eastwood, Michael Stevens
Montaje: Tom Stern, Joel Cox, Gary D. Roach
Studio Village Roadshow Pictures
Malpaso Productions
Media Magik Entertainment
Distribuida por Warner Bros.
Fecha de realización: diciembre 12, 2008-enero 9, 2009
Duración: 116 min.
País: United States


Antes de hablar del film creemos necesario aclarar algunos aspectos que surgen de la misma historia, aspectos culturales y geográficos que explican o descifran un poco más el contexto social en el cual se desarrolla la acción.

Este es un informe publicado por Amnistía Internacional sobre los refugiados de la etnia hmong recluidos en Tailandia. A continuación lo transcribimos no sólo para resaltar ciertos actos de inhumanidad que aún perduran en regiones que fueron muy conflictivas, y aún lo siguen siendo, en el mundo, sino porque esta etnia refleja, sintetiza o señala los tremendos efectos de las luchas entre distintas etnias, y en especial, en el país más poderoso del mundo.

“Los refugiados de la etnia hmong recluidos en Tailandia deben ser liberados
17 noviembre 2008

Entre los 158 laosianos de la etnia hmong que llevan dos años recluidos en un centro de detención de Tailandia hay 92 niños y niñas.

Los refugiados viven en condiciones muy duras y con el constante temor de ser devueltos a Laos, donde correrían peligro de sufrir graves violaciones de derechos humanos. Durante 21 horas al día permanecen encerrados en el centro, donde viven en celdas abarrotadas y desprovistas de ventanas. Algunos han hecho huelgas de hambre o amenazado con suicidarse en protesta por su reclusión.

El estado de salud de muchos de los refugiados y refugiadas es precario. Las difíciles condiciones de reclusión afectan sobre todo a los menores de edad, entre los que se encuentran 11 nacidos en el propio centro. El estado de salud de muchos de ellos es malo. Hasta hace poco no se ha permitido el acceso de profesionales de la medicina al centro de detención.

Las personas recluidas habían huido de la persecución que sufrían en Laos. Los detuvieron en noviembre 2006 en Bangkok y en Phetchabun, localidad del norte de Tailandia, a pesar de que la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los Refugiados (ACNUR) los había reconocido como refugiados. Se encuentran recluidos en el centro de detención para inmigrantes de Nong Khai, en el norte de Tailandia.

Las autoridades tailandesas trataron de devolverlos a Laos en enero de 2007. Mientras los hombres se atrincheraban en sus celdas, obligaron a las mujeres y a los niños y las niñas a subir en unos autobuses y los condujeron a la frontera con Laos.

Tras las protestas de otros gobiernos, del ACNUR y de organizaciones no gubernamentales, incluida Amnistía Internacional, se abandonaron los planes para su devolución.

Un oficial de alta graduación del ejército tailandés visitó el centro el 10 de abril de 2008 e indicó a los refugiados que los iban a enviar a Laos. Este tipo de amenazas ha agudizado el temor y la desesperación de estas personas refugiadas.

“Los refugiados señalaron a Amnistía Internacional que algunos funcionarios los habían amenazado con devolverlos a todos a Laos –a modo de castigo colectivo– si alguno de ellos intentaba huir del centro de detención o si alguna mujer quedaba embarazada. Estas amenazas han intensificado el temor en el que viven los refugiados”, dijo Brittis Edman, investigadora sobre el sudeste asiático de Amnistía Internacional.

Los gobiernos de Australia, Canadá, los Países Bajos y Estados Unidos han prometido que estudiarían la posibilidad de reasentarlos en sus respectivos países.

Desde agosto de 2007, los representantes del ACNUR no tenían acceso a los refugiados. Sin embargo, en los últimos meses se les ha autorizado a reunirse con ellos una vez al mes en una sala de entrenamiento del centro de detención. Allí, las personas refugiadas hablan de su reasentamiento y su puesta en libertad, a pesar de que hasta el momento las autoridades tailandesas no han mostrado la menor intención de permitirles marcharse.

La construcción de un pabellón detrás del edificio donde permanecen recluidos ha aumentado el temor de que no les permitan marcharse nunca. El pabellón no tiene puertas ni ventanas y sólo se puede acceder a él a través del edificio ya existente. Los refugiados temen que, una vez terminado el pabellón, no les dejan salir de él.

Los hmong son uno de los numerosos grupos étnicos de Laos. Aunque la mayoría se ha integrado en la sociedad, algunas comunidades han vivido aisladas en la selva desde el final de la guerra de Vietnam en 1975. Ante los violentos ataques del ejército laosiano, que sigue considerándolos miembros de una fuerza de resistencia armada activa durante muchos años, han vivido escondidos para eludir la acción de las autoridades. La mayoría de los refugiados y de los solicitantes de asilo de la etnia hmong que se encuentran en Tailandia aseguran que tienen alguna relación con estos grupos aislados.

En Tailandia hay miles de laosianos de esta etnia. Se calcula que 6.500 personas, entre las que se encuentran solicitantes de asilo, viven desde 2005 en un campo de Phetchabun. En 2007, el gobierno tailandés llegó a un acuerdo con las autoridades laosianas para enviarlos a todos a Laos, incluidos aquéllos cuyas solicitudes de asilo no se han evaluado con arreglo a unos procedimientos justos y satisfactorios.

Entre febrero y septiembre de 2008 fueron “repatriadas” a Laos más de 1.500 personas. Algunas fueron al parecer devueltas, incluida una mujer cuyos hijos se quedaron en el campo. Desde diciembre de 2005, más de 2.000 laosianos de la etnia hmong, incluido un número desconocido de solicitantes de asilo, han sido enviados a Laos, donde algunos fueron detenidos de forma arbitraria y torturados.

Amnistía Internacional ha expresado su preocupación por la posibilidad de que muchos de los laosianos y laosianas de la etnia hmong que se encuentran en Tailandia corran peligro de sufrir graves violaciones de derechos humanos si los devuelven a Laos. Muchos de los ya devueltos han sido enviados a aldeas hmong tras su “reeducación”.

Las autoridades laosianas han organizado varias visitas de diplomáticos y periodistas a estas aldeas de reintegración, pero los organismos de la ONU y las ONG de derechos humanos tienen limitado el acceso a ellas, y se desconoce el paradero de la mayoría de las personas devueltas.

“Amnistía Internacional pide a las autoridades tailandesas que pongan en libertad a los 158 refugiados laosianos de la etnia hmong detenidos ilegalmente y permitan que se lleven a cabo con urgencia los preparativos para reasentarlos en terceros países”, ha señalado Donna Guest, subdirectora del Programa Regional para Asia y Oceanía de Amnistía Internacional.

Más información:
Thailand: Life at a Dead End: Lao Hmong refugees detained in Thailand (resumen de campaña, 17 de noviembre de 2008)”

En realidad el protagonista del film no es Clint Eastwood, ni siquiera la violencia que impregna la historia, el verdadero intérprete es ese grupo de laosianos –pertenecientes a la etnia hmong- que viven en un barrio (Highland Park), en una ciudad llamada Wayne County, en el estado de Michigan, con una población de aproximadamente 18.000 habitantes, según el último censo, situada como a diez km. de Detroit, donde funcionó la planta, o una de las plantas de la Ford Motor Company, cerrada hacia 1950.

Walt Kowalski (Eastwood) es un operario jubilado de esa planta y veterano de la guerra de Corea. Sus vecinos de la etnia hmong viven o tratan de convivir con este personaje, pero a su vez, pertenecen a uno de los grupos más violentos (alguno de ellos) de la ciudad, quizá consecuencia y producto de sus tristes y trágicas vidas en su tierra natal. Esa supuesta “pacífica” convivencia se ve perturbada cuando uno de los vecinos asiáticos trata de robarle su bien más preciado: el “Gran Torino”, un auto sport de 1972 fabricado por la Ford, que guarda entrañablemente en su garaje, hecho que se suma a los conflictos interétnicos propios de las comunidades asentadas, aparentemente como “refugiados” de la cruenta lucha en Vietnam y que rozan indefectiblemente la sociedad norteamericana, si es que ya no forman parte de la misma. Este roce, esta penetración, o esta multiplicidad étnica, es hoy, quizá, uno de los problemas más urticantes de la vida del hombre medio en este país. El film “The Visitor” del director Thomas McCarthy es otra muestra muy bien hecha de la problemática inmigratoria, esta vez musulmana, producto de los conflictos bélicos o económicos de la superpotencia en el mundo. Cabe volver a mencionar el tema de la interculturalidad o la multiculturalidad como fenómeno político, económico, cultural y hasta antropológico que deben afrontar en EE.UU, fenómeno que varios directores han afrontado con una visión crítica e inteligente de esta cuestión.

En este caso, Eastwood, en la misma línea de sus otras producciones como “Letters from Iwo Jima” y “Flags of Our Fathers”, se sumerge no sólo en la historia de los conflictos violentos desarrollados durante el s. XX, sino que también trata de describir los alcances que ellos tienen o han tenido en la propia vida, tranquila y apacible del hombre norteamericano. La violencia, analizada en otros ámbitos, policial o bélica, tiene causas muy concretas, surge y se esparce como cruel y cruda consecuencia de toda una concepción del mundo asentada en la dura lucha hegemónica de la gran potencia.

En esta oportunidad, la etnia hmong, nos lleva a un país algo extraño para el hombre latinoamericano, acostumbrado a los personajes y los ambientes del blanco anglo-sajón, o a veces nórdico, habitante del mundo judeo-cristiano, blanco, rubio y de ojos color celeste.

Laos es un país del sudoeste asiático que en realidad se denomina República Democrática Popular Lao. Limita con China, Myanmar, Vietnam, Camboya y Tailandia. Formó parte de la Indochina Francesa desde 1893, lo que significa que tiene una larga historia de país conquistado, colonizado, dependiente, masacrado y víctima de los eternos conflictos que se desarrollaron en esa región entre las grandes potencias europeas, asiáticas y los EE.UU.

Aquí va un mapa para conocer un poco mejor la ubicación geopolítica de este país, que fue utilizado como carne de cañón por todo el mundo.



Los hmong, una etnia, es una nacionalidad reconocida, que habita la zona montañosa de Laos, y por el tan común proceso de aculturización occidental hoy muchos ya practican la religión católica. Llegaron, como inmigrantes a EE.UU después de 1975, y forman parte del carácter multiétnico de la sociedad que Eastwood describe en este film. Lo demás es la anécdota, la pandilla, el robo, el chico confundido, la chica laosiana, los hijos de Kowalski –tan ignorantes y analfabetos como cualquier norteamericano medio, además de ausentes en la problemática existencial del veterano de guerra y arriba jubilado-, o la intención del realizador de decirnos que “el país ya no es para viejos”. Todo un contexto, que más parece la despedida de un creador, cansado de sugerir, fatigado de una estética asentada en la descripción de la violencia de su propia país, que el comienzo de un planteo destinado a esclarecer y explicar a sus vecinos del barrio que el destino manifiesto se está agotando.



Quizá para nosotros, algo que lamentablemente dudo, el auto sport –todo un ejemplar- de la Ford llamado “Gran Torino” no merezca semejante cuota de sangre y crueldad entre hermanos, pero no lo dudo en la cultura de ese país del norte americano. Si el film toma el nombre de ese auto no debe de ser por sus cualidades de prototipo automovilístico –algo muy preciado por los amantes de los fierros-, pero sí creo que simboliza, resume, sintetiza y es una claro y transparente ejemplo del consumismo, la frivolidad y la estupidez de la conducta de ciertos estamentos sociales en los cuales se asienta el mejor estilo de vida, por bienestar y calidad, del mundo.

Héctor Correa
Punta Alta, abril de 2009

viernes, 11 de julio de 2008

ACERCA DE RÍO MÍSTICO



Un film de Clint Eastwood muy comprometido sobre uno de los fundamentos de la cultura norteamericana: mística y violencia

Ficha Técnica: "Río místico" ("Mystic River", EE.UU./2003). Con Sean Penn, Tim Robbins, Kevin Bacon, Laurence Fishburne, Marcia Gay Harden, Laura Linney y otros. Guión: Brian Helgeland, basado en la novela "Mystic River", de Dennis Lehane. Fotografía: Tom Stern. Música: Clint Eastwood, con Lennie Niehaus como conductor de la Orquesta Sinfónica de Boston y el coro del Festival de Tanglewood. Dirección: Clint Eastwood. Duración: 136 minutos. Sólo apta para mayores de 16 años.


Link al artículo titulado "Acerca de Río Místico", de Héctor Correa

 LANZAMIENTO DEL LIBRO  "EJERCICIOS CRÍTICOS SOBRE CINE" PRELUDIO  "El cine es la música de la luz”Abel Gance "Esta músi...