Dirección: Aki Kaurismäki
Producción: Aki Kaurismäki
Guion: Aki Kaurismäki
Fotografía: Timo Salminen
Montaje: Timo Linnasalo
Escenografía: Markku Pätilä, Jukka Salmi
Vestuario: Outi Harjupatana
Reparto:
Markku Peltola
Kati Outinen
Annikki Tähti
Juhani Niemelä
Kaija Pakarinen
Países: Finlandia, Alemania, Francia
Año: 2002
Ganó el Gran Premio del Jurado y el Premio a la Mejor Interpretación Femenina del Festival de Cannes de 2002. Fue también nominada al Oscar a la mejor Película de Lengua Extranjera en 2003
" Miedo de ver una patrulla policial detenerse frente a la casa.
Miedo de quedarme dormido durante la noche.
Miedo de no poder dormir.
Miedo de que el pasado regrese.
Miedo de que el presente tome vuelo.
Miedo del teléfono que suena en el silencio de la noche muerta.
Miedo a las tormentas eléctricas.
Miedo de la mujer de servicio que tiene una cicatriz en la mejilla.
Miedo a los perros aunque me digan que no muerden.
¡Miedo a la ansiedad!
Miedo a tener que identificar el cuerpo de un amigo muerto.
Miedo de quedarme sin dinero.
Miedo de tener mucho, aunque sea difícil de creer.
Miedo a los perfiles psicológicos.
Miedo a llegar tarde y de llegar antes que cualquiera.
Miedo a ver la escritura de mis hijos en la cubierta de un sobre.
Miedo a verlos morir antes que yo, y me sienta culpable.
Miedo a tener que vivir con mi madre durante su vejez, y la mía.
Miedo a la confusión.
Miedo a que este día termine con una nota triste.
Miedo a despertarme y ver que te has ido.
Miedo a no amar y miedo a no amar demasiado.
Miedo a que lo que ame sea letal para aquellos que amo.
Miedo a la muerte.
Miedo a vivir demasiado tiempo.
Miedo a la muerte.
Ya dije eso. "
Miedo
Raymond Carver
Podemos analizar “Un hombre sin pasado” desde dos puntos de vista. Desde la escualidez de su estructura narrativa, con sus austeros y empequeñecidos personajes, su triste y pálida historia pero asombrosamente rica en lo connotativo-profundo de sus imágenes. O por su singular descripción de ciertos sectores marginales en un país nórdico de escaso perfil y escondido detrás de una imaginaria prosperidad socio-económica, envidiable, con comportamientos sociales caracterizados de intachables. De todas maneras ambas formas de encarar el film son el resultado ineludible de las concepciones formales que pone en práctica el realizador, uno de los realizadores, junto con su hermano Mika, más prestigiosos de la región nórdica de Europa. Región formada, como todos saben, por Noruega y Suecia, además de Finlandia. Un país de apenas 16 habitantes por km cuadrado con un extenso territorio, uno de los más grandes de Europa quizá. Su extenso invierno, sus bajísimas temperaturas, especialmente en el norte, produjeron que la mayoría de su población se concentre en el sur, sobre el mar Báltico y el golfo de Finlandia, donde se encuentra su capital Helsinski. Ciudad a donde llega el protagonista y donde es salvajemente golpeado hasta tal punto de quedar amnésico. Dicen además, que es un país de alto bienestar y escasa corrupción –de acuerdo con las mediciones de los organismo internacionales-, sin embargo en el film El Ejército de Salvación (ahí también existe) se ocupa de alimentarlo, mientras y en forma paulatina, va recuperando la memoria. El idioma digamos materno de gran parte de los finlandeses es el finés, una lengua, de las pocas, que no proviene del indo-europeo, lo que no impidió que su historia fuera compleja y sangrienta ya que perteneció en una primera era a Suecia y en una segunda al Imperio Zarista Ruso, antes del complicado proceso de su independencia. Detalle curioso ya que en el film sus atacantes lo llaman “sueco” en repetidas embestidas mientras era golpeado. La película está llena de estos pequeños detalles por lo que cada uno de ellos documenta y complejiza la lectura de la narración que es simple y sencilla. Sus escasos diálogos y la poca o nula gestualidad de los actores, el estilo minimalista para contar la historia centrada en las sucintas y a veces absurdas relaciones con extraños o ridículos personajes, sobre el fondo de la costa finlandesa, inscribe esta película en la estética del absurdo, el objetivismo y el minimalismo de las narraciones de Carver.
-Informe a la morgue, debo ir a la Maternidad- le dice el médico a la enfermera cuando lo declaran muerto. Luego revive con su rostro destrozado, arregla su larga nariz, y se marcha. En los contenedores del puerto, como en todos los puertos, una familia le da cobijo, lo cura y lo cuida. No hay mucho que hablar. No recuerda quién es ni qué hace. Todo transcurre en largos silencios con lacónicos diálogos, en el lúgubre ambiente portuario. Todo semeja las metálicas descripciones de Arlt, sus viejas plumas y oxidados contenedores. Y ahí van a transcurrir sus días y su recuperación. En otro momento le enseña a tocar rock a la vetusta y anquilosada orquesta del Ejército de Salvación. Lo grotesco, la decadencia, las miserias humanas de aquellos que reciben las dádivas, se mezcla con una nublosa visión llena de violencia e incomprensión en una tierra considerada como la más próspera, moralmente intachable, donde también se vive en contenedores, se bebe alcohol en forma desmedida, y los matrimonios se derrumban, sumidos en la oscuridad de destinos inciertos, el vacío existencial y la tristeza en el alma.
Toda una parábola, sin duda, sobre la anodina sociedad finlandesa, considerada por los organismos internacionales como de las más desarrolladas en calidad de vida y de las más “honestas”, o sea prácticamente sin corrupción. Como toda obra de arte cinematográfica, la imagen traslada conceptos, metáforas, describe la aldea, lleva emociones, sensaciones, le muestra al espectador la concepción del mundo del director, habla de sus apetencias estéticas, vislumbra las técnicas narrativas escondidas o solapadamente utilizadas, y hace decir a los personajes párrafos enteros sobre su lugar en la tierra y sus relaciones con el otro. En fin, nos muestra todo, no hay ningún aspecto que pase desapercibido, ni puede soslayar ningún costado sea cual sea la historia. Habrá historias más complejas, llenas de símbolos, giros y conceptos más o menos oscuros; y otras más simples, hechas a propósito como con retazos de vida, trozos de personajes y atajos narrativos que, en apariencia tienen un destino predeterminado, cuando en realidad el autor está expresando otras ideas o exponiendo otros costados. Eso sí, de la suma de esos dispersos y desprolijos fragmentos, se levanta, sin duda, una mole que de pronto golpea al espectador, lo obliga a poner más atención, para enseñarle que esa caótica realidad, producto de esos desnudos hechos de la realidad, no es tan incoherente, por lo contrario, toma sentido, un profundo sentido, capaz de realzar los aspectos más difíciles de describir o mostrar, dándole a la obra un perfil trascendente e incuestionable: un hombre sin pasado en un mundo muy “moderno” y “desarrollado”.
Es así como de pronto emerge la solidaridad del que no tiene nada o nada tiene que perder. En ese país de extraña geografía, de extraños comportamientos (para nuestra mirada latinoamericana), en un ambiente casi marginal donde una organización religiosa llena el vacío que las estadísticas ignoran, el amnésico comienza a descubrir una nueva vida, que existe otra forma de vivir, que aquellos apartados de la tecnología y la supercivilización, que moran como ratas en cubículos, rincones y agujeros, son aún más humanos que los que encontró bien bajó del tren en Helsinski. En realidad, sólo unos pocos personajes cobran vida durante el desarrollo del film, se relacionan y entablan una relación humana. Muchos otros pasan como meros apéndices, como parte del entorno o el pesado paisaje finlandés. Pero esos pocos, con sus limitaciones y excentricidades, terminan siendo la humanidad, una humanidad ya perdida en los confines nórdicos de una Europa escéptica y nihilista.
Héctor Correa
Punta Alta, abril de 2011
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