“Marty, deberías estar avergonzado de ti mismo. Todos tus hermanos y hermanas están casados y tienen hijos. ¿Cuándo te vas a casar?” A Marty se le recuerda constantemente que él es un hombre inacabado - solo y soltero.
“Marty” de Paddy Chayefsky
Título: Marty
Dirección: Delbert Mann
Producción: Harold Hecht y Burt Lancaster
Guión: Paddy Chayefsky
Fotografía: Joseph LaShelle
Reparto:
Ernest Borgnine - Marty Piletti
Betsy Blair - Clara Snyder
Esther Minciotti - Sra. Piletti
Augusta Ciolli - Tía Catherine
Joe Mantell - Angie
Karen Steele - Virginia
Jerry Paris - Tommy
James Bell - Sr. Snyder
Marvin Bryan - Herbie
Charles Cane – Lou
País: Estados Unidos
Año: 1955
Duración 91 minutos
Premios:
Oscar (1956). Mejor película. Mejor director. Mejor actor. Mejor guión adaptado.
Globo de oro. Mejor actor dramático: Ernest Borgnine
Otros premios:
Palma de Oro del Festival de Cannes
Sidney Aaron "Paddy" Chayefsky escribió originalmente “Marty” (1953), para la pequeña productora de Burt Lancaster y Harold Hecht, como obra para la televisión. Luego hizo una adaptación para el cine (1955), adaptación que significó el inicio de un fenómeno cultural relacionado con el comienzo de una estrecha colaboración entre cine y TV, proceso que introdujo en adelante una nueva forma de adquirir, intercambiar, o tomar contenidos narrativos y formales para los directores, productores y guionistas norteamericanos. Además escribió con posterioridad “The Hospital” (1971), y “Network” (1976), ya para el cine. Pero detengámonos en sus obras para la TV (“The mother”, “Holiday song” y en especial “Marty”), como guionista fueron su mayor logro teniendo en cuenta los numerosos factores estéticos e industriales que estaban en juego relacionados con la evolución de los medios, en especial de la producción televisiva, que en esos momentos transitaba su época de oro.
Nació Sidney Chayefsky el 29 de enero de 1923, en el Bronx, Nueva York. Murió el 01 de agosto de 1981. Por su adaptación de "Marty" al cine recibió su primer Oscar, además de recibir la obra otros Oscar: al mejor actor, a la mejor película, y al mejor director (Delbert Mann), además de la Palma de Oro en el Festival de Cannes -por primera vez en la historia de ese Festival para una producción norteamericana-.
Ahora si nos detenemos con cierta atención en el film, en el guión y en la historia, más de uno se sentirá asombrado por el criterio minimalista y austero con que fue hecha, primero pensado el guión y luego realizada. Es muy sencilla, Marty un carnicero de treinta años, asediado por su madre para que se case de una vez por todas, y en un típico y gran salón de baile conoce a una chica no muy agraciada (Clara), tímida, reprimida y callada, con quien entabla o inicia una relación. Por supuesto y paradójicamente, produce el rechazo de su propia madre y los celos de sus amigos. Luego el final es victorioso y promisorio, dejando para el espectador su futuro desarrollo y final. Comparada esta historia con las grandes producciones históricas, bélicas o melodramáticas, de los estudios hollywoodenses, es tan pobre –no por su calidad sino por la sencillez de su historia de dos días- y humilde que casi da pena ir a verla a una sala cinematográfica. Pero algo produjo, sin duda, para que se haya convertido en un éxito, medido por la taquilla de ese momento (1956), y por los premios con que fue reconocido por la propia Academia. Ambos criterios no son para nuestro gusto muy atendibles, por lo que tendremos que quedarnos con el análisis de la obra en sí, como guión, y como película. Razones que nos obligaron, en su momento, no sólo a mirar el film, sino a leer la obra o el guión.
No hay duda de las tremendas relaciones estéticas y conceptuales con el neorrealismo italiano de postguerra ("Ladrón de bicicletas" de Vittorio De Sica), y con las primeras obras literarias del minimalismo norteamericano (Carver), o también llamado “realismo sucio”, influencias y ascendencias. No deja de ser apropiado detenernos en estos aspectos, para entender mejor ciertos fenómenos y procesos culturales provocados, por un lado por el estrecho intercambio entre la televisión y el cine, aún hoy en día, y por el otro la densa producción literaria de las décadas posteriores a la 2da. Guerra Mundial, incluso su teatro y poesía. El cine italiano desarrolló, después de la guerra, uno de los movimientos cinematográficos más profundos, por su humanismo, que pudo generar país alguno. Cesare Zavattini, quizá su máximo exponente en cuanto a la elaboración de sus guiones, expresó que el cine debía ocuparse del hombre, pero del aquél hombre inmerso en su vida cotidiana. "Marty" relata eso, un humilde y sensible carnicero envuelto en una conflictiva familiar de cualquier habitante de una cualquiera ciudad estadounidense, no va mucho más allá en primera instancia. Luego, esa sencillez y perfil austero deviene en el profundo conflicto existencial acerca de su realidad y el incierto futuro, la soledad y el amor como vehículo único para ciertas capas sociales que tratan de introducirse en la vorágine de la inmensidad imperial. Rico, profuso y conflictivo, por ecléctico y por su sensibilidad ante los distintos fenómenos que se desarrollaban en el mundo entero. La literatura estadounidense fue prolífica y aportó no sólo contenidos narrativos que la TV luego adoptó, sino que configuró un lenguaje de gran influencia en las otras artes narrativas, el cine y el teatro sobre todo. La aparición de la televisión, como mass media, no pudo sustraerse a esa explosión y trató de apropiarse de una parte sustancial de esa torta cultural de estrechas raíces sociales y económicas. Así es como los guiones de William Faulkner, Ernest Hemingway, Dashiell Hammett, Raymond Chandler, J. D. Salinger, F. Scott Fitzgerald, John Steinbeck, sus historias y narraciones, como la rica producción de los dramaturgos Arthur Miller, Tennessee Williams, por ejemplo, nutrieron de historias que irían a constituir lo mejor de la cinematografía estadounidense. Y también se desarrolló otra mirada sobre esta expansión, la de aquellos productores, guionistas y directores que vislumbraron que podían lograr cierto impacto si mostraban personajes que sólo en la vida diaria y ordinaria, con gestos y actitudes sencillas, con objetivos de vida claros y comunes, se podían encontrar. Lo mismo para el melodrama, como estricto género narrativo, con sus reglas y típicas estructuras, este film implica una cierta ruptura en cuanto a lo formal y sus contenidos. Si bien “Marty” nace como parte de una serie de capítulos para Philco/Goodyear Television Playhouse en 1953, programa producido por el actor Burt Lancaster y su agente Harold Hecht, protagonizado por el actor Rod Steiger, termina convirtiéndose en un film de sólo 85 minutos pero de una riqueza conceptual que lo hace único, en el sentido de que nunca alguien podía llegar a pensar que la maquinaria hollywoodense iba a pergeñar un producto que no avanzaba más allá de las peripecias de un simple carnicero y una sencilla maestra en la gran ciudad, que desafían los cánones del star system, se arriesgan a la exclusión, y logran excelentes actuaciones en sus precarios pero profundos personajes.
Sus trabajos le llevarían a ser uno de los primeros directores conocidos de la llamada "Edad de oro de la Televisión" en Estados Unidos, un proceso que aglutinó a directores, de ese cine artesanal del que tanto hablamos, (Sidney Lumet, Robert Mulligan, Arthur Penn, John Frankenheimer, Lamont Johnson o Martin Ritt), conformando así un grupo homogéneo y comprometido con causas trascendentes desde lo social, sobre todo con la cuestión étnica y con el hombre y la mujer común. Cabe destacar aquí que estos realizadores, muchos surgidos de la televisión, miraron con mucho interés el cine italiano de post-guerra.
Una crítica de The New Yorker, dijo de “Marty” que hay que tener una tolerancia considerable para soportar a través del diálogo repetitivo de Chayefsky, su propuesta e insistencia en la humanidad de la gente que tiene poco para aportar, y su intento de crear poesía de conversaciones humildes y monótonas. The New York Times escribió que “Marty” constituye una película cálida y muy lograda, llena de sinceridad sobre una superficie sin pintar. La gente gris que rara vez llega a la pantalla. Ambos comentarios fueron hechos a poco de estrenarse el film en 1956.
Hay un dato que se percibe en “Marty” y es interesante de hacer notar: casi no hay historia, es más un retrato del personaje hecho en forma superficial que una indagación íntegra y profunda sobre su psicología, etc. Así y todo, y teniendo en cuenta esta primera impresión de la historia, Marty, el personaje, es la vida, y circunstancias específicas de la extraña naturaleza humana, llena de contradicciones y complejidad, hicieron de él una figura tan especial y particular ubicado en ese lugar y en ese tiempo determinados. La ciudad de Nueva York escapa así de todo lo visto y escrito hasta ese momento, de su legendaria monumentalidad, su perfil cosmopolita, sus extraordinarias historias y sus criaturas extrañas llenas de universalidad y desafíos. Marty se inserta en ella como un ser atemporal, pleno de humanidad pero sin una gota de brillo, de ese brillo que ha hecho del cine el disparador por excelencia de lo grandioso y esplendoroso. Chayefsky nos ha enseñado, como lo hizo Zavattini, De Sica, Fellini, Visconti, o Rosellini, etc., en Italia, que la espectacular cosmovisión hollywoodense no siempre entraña lo más bello, y la pequeñez y lo aparentemente vulgar lleva tanta o más belleza cuando su tratamiento es el hombre olvidado y desprotegido en una sociedad envilecida.
Sidney Aaron "Paddy" Chayefsky (29 enero 1923 - 1 agosto 1981), fue un dramaturgo estadounidense, guionista y novelista. Él es la única persona que ha ganado tres Premios de la Academia al mejor guión, caso único en los anales de la cinematografía en EE.UU. Estaba considerado como uno de los dramaturgos más reconocidos de la llamada "Edad de Oro de la Televisión". Sus relatos intimistas relativamente realistas ayudaron a determinar el estilo naturalista de la televisión de la década de 1950. Después de trabajar como guionista de televisión, Chayefsky continuó, con éxito, como dramaturgo y novelista. Pero obtuvo su mayor éxito como guionista de cine, recibiendo premios de la Academia de tres guiones: Marty (1955), El Hospital (1971) y Network (1976).
“Network” fue su sátira mordaz sobre la industria de la televisión y “Hospital” considerada otra obra satírica, atrevida, sin inhibiciones y profética. Los primeros cuentos de Chayefsky se destacaron por su diálogos, su representación del americano medio, y su sentimentalismo y humor. Los protagonistas eran comerciantes en general de clase media que luchan con sus problemas personales: la soledad, las presiones para adaptarse, o sus propias emociones. Y “Marty” constituye una visión entre sentimental y heroica del destino manifiesto, del futuro de ciertas capas sociales de un país asolado por los efectos de la guerra y el incierto papel de aquellos empeñados en, sin saber mucho de lo que sucede a su alrededor, vivir en un país próspero y seguro. La vida cotidiana suele ser, según su tratamiento y contexto socio-económico, un concepto cruel y crudo cuando encarna o refleja no precisamente la belleza paradigmática o la heroicidad ilimitada de las sagas épicas, y sólo se atiene a las pocas cuadras del barrio y a los ámbitos familiares, en especial de origen latino. Los humildes y sencillos objetivos de vida de una familia italiana en medio de la gran urbe cosmopolita quizá no sea un tema alentado por la gran industria del cine norteamericano más bien abocado a las grandes gestas del melodrama tradicional, con sus divas, héroes y villanos. Así y todo aún nos preguntamos acerca de Marty, de Clara, de sus rostros y cuerpos, sus amigos y el salón de baile, de sus familias, sus conflictos domésticos y sus proyectos, de sus sencillos y directos diálogos, y de sus esperanzas en ese país más bien preocupado hacia fronteras afuera que hacia adentro, su interior, mientras sus hombres, grises e ignotos, luchen por un lugar digno y promisorio sin importar por qué.
Mientras Rosellini, Visconti, Fellini, o Vittorio de Sica, creaban personajes llanos y socialmente empobrecidos como consecuencia de la guerra y la decadencia fascista, realizadores de la llamada época de oro de la televisión en EE.UU. trataban de retratar el hombre, ignorado, a merced de una cultura narcotizante y alienada, en la sociedad emergente y “triunfal”, violenta y deshumanizada, del occidente americano. Kafka, quizá el autor más influyente de la Europa decadente, seguía, más que nunca, perfilando su Señor K, su ignoto y excluido personaje desorientado y confundido, sin rumbo y sin destino en el mundo actual.
Punta Alta, setiembre de 2010
Sin duda que es una película muy interesante. Un amigo me la recomendó y la pude ver en el extinto canal "Retro". Muestra al excelente actor Ernst Borgnigne que no siempre fue recompensado con papeles acordes a su talento. Creo que en ese año le ganó en competencia al oscar a "El hombre del brazo de oro" de Frank Sinatra, otra película excelente y recomendable que valdría la pena comentar. Estoy de acuerdo con la vinculación con el neorrealismo italiano.
ResponderEliminarMuy bueno el comentario. Siempre los agradezco, de ellos se aprende mucho.
ResponderEliminarHéctor
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ResponderEliminarsaludos