Ficha técnica
Título: Solyaris (Solaris)
Director: Andrei Tarkovsky (nació: 04-04-1932) (murió: 28-12-1986) (edad 54 años)
Realizada el 20-03-1972 (hace 37 años)
Duración: 165 minutos (2 horas 45 minutos)
Libro: Fridrikh Gorenshtein y Stanislaw Lem
Música: Eduard Artemyev
Actores y personajes
Natalya Bondarchuk (como Hari)
Donatas Banionis (como Kris Kelvin)
Jüri Järvet (como Dr. Snaut)
Vladislav Dvorzhetsky (como Henri Berton)
Nikolai Grinko (como Kelvin' s Father)
Anatoli Solonitsyn (como Dr. Sartorius)
Sos Sargsyan (como Dr. Gibarian)
Olga Barnet (como Kelvin' s Mother)
Tamara Ogorodnikova (como Aunt Anna)
Georgi Tejkh (como Prof. Messenger)
Yulian Semyonov Chairman at Scientific Conference
Vitalik Kerdimun (como V. Kerdimun)
Tatyana Malykh
Aleksandr Misharin (como A. Misharin)
Bagrat Oganesyan (como B. Oganesyan)
V. Statsinsky
Valentina Sumenova (como V. Sumenova)
Después de haber navegado un poco, en la nota anterior, por la historia de la Rusia zarista de la mano de Aleksandr Sokúrov (“El arca rusa”), un viaje muy particular, casi mágico, por su forma, su desarrollo y sus personajes, imbuido de los misterios propios de los mundos imperiales y poderosos de un país tan especial de la Eurasia, transformado en arca, trataremos de sumergirnos en el tiempo y el espacio mítico-religioso de Andrei Tarkovsky a través de la ciencia-ficción.
Título: Solyaris (Solaris)
Director: Andrei Tarkovsky (nació: 04-04-1932) (murió: 28-12-1986) (edad 54 años)
Realizada el 20-03-1972 (hace 37 años)
Duración: 165 minutos (2 horas 45 minutos)
Libro: Fridrikh Gorenshtein y Stanislaw Lem
Música: Eduard Artemyev
Actores y personajes
Natalya Bondarchuk (como Hari)
Donatas Banionis (como Kris Kelvin)
Jüri Järvet (como Dr. Snaut)
Vladislav Dvorzhetsky (como Henri Berton)
Nikolai Grinko (como Kelvin' s Father)
Anatoli Solonitsyn (como Dr. Sartorius)
Sos Sargsyan (como Dr. Gibarian)
Olga Barnet (como Kelvin' s Mother)
Tamara Ogorodnikova (como Aunt Anna)
Georgi Tejkh (como Prof. Messenger)
Yulian Semyonov Chairman at Scientific Conference
Vitalik Kerdimun (como V. Kerdimun)
Tatyana Malykh
Aleksandr Misharin (como A. Misharin)
Bagrat Oganesyan (como B. Oganesyan)
V. Statsinsky
Valentina Sumenova (como V. Sumenova)
Después de haber navegado un poco, en la nota anterior, por la historia de la Rusia zarista de la mano de Aleksandr Sokúrov (“El arca rusa”), un viaje muy particular, casi mágico, por su forma, su desarrollo y sus personajes, imbuido de los misterios propios de los mundos imperiales y poderosos de un país tan especial de la Eurasia, transformado en arca, trataremos de sumergirnos en el tiempo y el espacio mítico-religioso de Andrei Tarkovsky a través de la ciencia-ficción.
Andrei Arsenevich Tarkovsky, quizá haya sido -murió en 1986-, el más lúcido y enigmático realizador en lo que fue la Rusia de la Unión Soviética. Lúcido, por su extraordinaria capacidad poética y genio, para internarse en los más complejos problemas del ser humano utilizando no sólo la palabra sino la imagen cinematográfica, imagen que indagó, estudió y descifró a través de los maestros de la iconografía y la pintura de todos los siglos. Críptico por la utilización inteligente y profunda de todos los recursos de la poética literaria y cinematográfica, desde la luz hasta la más compleja metáfora, para transmitirnos toda una concepción del mundo, cruzada por una visión totalizadora del hombre y sus relaciones con el universo, ya sea por los procesos mundiales de deshumanización, como por aquellos que implican desentrañar los misterios de la religiosidad y el destino del hombre sobre el planeta. Sólo otro gran creador, Ingmar Bergman, pudo realizar un cine de esta naturaleza, así como el japonés Akira Kurosawa (1910-1998) se adentró en las heridas que el hombre realizó y realiza sobre la naturaleza provocando condicionamientos irrecuperables en las relaciones de los hombres a nivel universal. Es decir cómo y cuánto la interdependencia del hombre con su entorno natural determina no sólo conductas sino que compromete el destino de los seres vivos en todos los aspectos. Mientras tanto el norteamericano Kubrick, Stanley, también ya desaparecido (1999), realiza otra obra maestra del cine de ciencia-ficción, “2001: una odisea espacial” (1968), donde conjuga con una maestría perfecta, las señales peligrosas de una ciencia al margen de los intereses reales del hombre con la búsqueda incesante, realizada con esa tremenda tecnología, de una explicación sobre su origen y su incierto final.
Stanislaw Lem escribió este relato ("Solaris") en 1961. Lem fue un escritor polaco, murió en 2006, y dedicó casi toda su obra a la ciencia-ficción. Quizá merezca una nota aparte. Aquí sólo haremos referencia a la obra que originó el film.
Todo esto que decimos, acerca de la ciencia-ficción, es sólo un esbozo sobre este modo o forma narrativa fundada en la utilización de los recursos y avances científicos, y en cómo el autor o realizador crea un universo donde ubica lo peor del ser humano, le dice al espectador su concepción sobre cómo está situado en ese universo, lo que hace para su propia destrucción, o bien si la ciencia y por consiguiente la súper-tecnología, tal como están siendo utilizados, son útiles y beneficiosos para su futuro o el futuro de la humanidad.
La tierra, que el hombre habita, ha sido y sigue siéndolo, materia no sólo de investigación e indagación científica, sino también objeto de las mejores creaciones estéticas a través del tiempo. El futuro, lo que está por venir, más los distintos pensamientos acerca del rumbo de la vida en el tiempo nunca podrá dejar de estar entre las cuestiones más importantes en la mente de los hombres y con más razón en la de los creadores, es decir los que hacen arte. El cine lo ha demostrado desde su nacimiento, por algo siempre será razón de ser de este blog.
Héctor Correa
Punta Alta, mayo de 2009
Arthur C. Clark, que murió en Sri Lanka en 2008, fue junto con Kubrick el autor de “2001: odisea del espacio”. En realidad la idea había sido esbozada en un cuento escrito por Clark llamado “El centinela”. Cabe hacer esta aclaración ya que es donde traza su concepción de la ciencia-ficción como indagación en los misterios del origen del hombre, su lugar en el universo, y su futuro en manos de la ciencia. Lem, y luego Tarkovsky, con “Solaris”, crean un mundo donde el tiempo y el espacio concebidos por esa ciencia se pierden en la oscuridad de la conciencia, la memoria, y los costados insondables del hombre. Plantean así una nueva cosmogonía donde el hombre ya no es el centro, sí en cambio, su interioridad como vehículo para nuevas y extrañas relaciones con otras dimensiones aún inexploradas. Lo elíptico de la imagen de Tarkovsky, la alegoría, la parábola y lo metafórico son instrumentos de una estética dirigida al transmitir una nueva geografía del hombre, situado, parado sobre la incertidumbre y el sufrimiento interior.
La ciencia-ficción, como género literario, ha sido muy prolífica, tiene orígenes remotos, y ha sido utilizada para introducirnos en mundos imaginarios utópicos, o bien crudos y descarnados por las profecías apocalípticas que han pretendido describir. Desde la literatura de anticipación científica, Julio Verne (1828-1905), H. G. Wells (1866-1946), hasta autores de la talla de Isaac Asimov, Ray Bradbury, Olaf Stapledon, Poul Anderson, Anthony Burgess, J.G. Ballard, etc., que han hecho una ciencia-ficción con perfiles duros, humanistas o metafísicos, este género fue utilizado para transmitir problemáticas con claras connotaciones anti-sistema o bien advertencias sobre un destino incierto y tenebroso.
En el cine todo esto ha sido trasladado de alguna manera, pero con rasgos a veces infantiles o dirigidos al público infantil, y en muy pocas ocasiones con intenciones de emitir señales sobre el destino del hombre. Si debemos mencionar obras cinematográficas de nivel creativo ya sea en cuanto a los contenidos como a la realización propiamente dicha, en verdad no hay muchas, y han sido cruzadas por la magnificencia y artificiosidad industrial del cine comercial (pletórico de efectos especiales) dominado por los EEUU. Sin embargo, esa industria posibilitó que Kubrick hiciera “2001”, y en la ex Unión Soviética, Tarkovsky pudiera realizar “Solaris”. Y en otro nivel Ridley Scott con dos films muy buenos: “Blade Runner” y “Alien, el octavo pasajero”, y no creo que mucho más, a pesar de unas cuantas películas dirigidas a adaptar la obra de Philip K. Dick, que sin duda vale la pena mencionar, más por su calidad artesanal que por la indagación estética que este género de cine posibilita y posibilitó.
Por supuesto, analizar la obra del autor de “Solaris”, significa adentrarnos en el pensamiento totalizador de Tarkovsky. En realidad este autor realizó unas pocas obras, [La infancia de Iván (Ivanovo detstvo) (Иваново детство) (1962), Andréi Rubliov (Андрей Рублёв) (1966), Solaris (Solyaris) (Солярис) (1972), El espejo (Zerkalo) (Зеркало) (1975), Stalker (Cталкер) (también conocida como La Zona) (1979), Tempo di viaggio (1983), Nostalgia (Nostalgya) (Ностальгия) (1983), Sacrificio (Offret) (1986)], si lo comparamos con otros mucho más fecundos, pero se convierte así en un significativo ejemplo de que la cantidad de obras de un autor no mide su calidad, ni en cine ni en literatura. La obra de este extraordinario creador se caracteriza por su penetración en los más complejos mundos del hombre contemporáneo y en su inteligencia para describir el incierto camino y sus siniestras consecuencias para la humanidad toda.
“Solaris” no es una película hecha, asentada sobre las categorías o los cánones del relato cinematográfico tradicional, todo lo contrario, va más allá, crea un mundo casi irreal, onírico, pero tremendamente realista por su cruda escenografía y sus duros paisajes donde impera la soledad y la destrucción. La búsqueda de un hombre íntegro, consciente y seguro en sus convicciones, ya sea como individuo o parte de un universo, fue su objetivo y su meta. En cambio encontró, y es lo que transmitió, un hombre fragmentado, inestable, desequilibrado e inseguro acerca de su misión y fin. El uso del tiempo, su concepción del tiempo como poeta; su manejo, complejo y escrupuloso del transcurrir en la conciencia, así como el no-espacio donde se desarrollan los más cruciales acontecimientos de los personajes, marca a “Solaris” como una obra inteligente y rica desde el punto de vista conceptual y formal, abriendo un canal de múltiples interpretaciones pero con el eje humano sustancial que la abarca en su totalidad. Crea un mundo, así, donde ubica y despliega todas sus ideas sobre la naturaleza del hombre, sobre sus creencias y convicciones, y sobre sus miserias y sus peligrosas transgresiones, para lo cual la alegoría y la parábola se convierten en profundas expresiones de una realidad que no podemos eludir.
La cuestión quizá pase por si es necesario mantener o conservar la estética que a la ciencia-ficción le impuso Hollywood. Creemos que ahí está la clave, por un lado si “2001: una odisea espacial” respeta los paradigmas del género, si “Solaris” deja de ser o mantiene los estereotipos, o bien, renuevan ambas dichos códigos, modificándolos en substancia para transformarse en verdaderas creaciones peculiares, originales, innovadoras, pero por sobre todo indagadoras de los vínculos y nudos estéticos y conceptuales que destruyen el concepto como género.
La estética de Spilberg ("E.T." y “Contactos cercanos del tercer tipo”) no hay duda que se destaca y no la podemos de dejar de lado bajo ningún punto de vista. Pero se asienta en al recuperación del cuento fantástico y maravilloso -en lo feérico-, donde vemos cómo lo del más allá, lo desconocido, irrumpe en el mundo cotidiano del hombre, y porta un mensaje de buenaventura, optimismo y esperanza, o más o menos así. Parecerá algo inocente, ingenuo, cándido, hasta infantil, pero encierra dentro, en lo más recóndito, una voz de alerta, una señal de alarma y un claro llamado a la conciencia ambientalista y preservadora de lo más importante para el hombre: su propio mundo y la paz entre los hombres. De lo contrario estaremos perdidos.
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