The Dark
Knight Rises
Batman: el
caballero de la noche asciende
- Título: “Batman: el caballero de la noche asciende”
- Dirección: Christopher Nolan
- Producción: Christopher Nolan, Emma Thomas, Charles Roven
- Guion: Jonathan Nolan y Christopher Nolan
- Argumento: Christopher Nolan y David S. Goyer
- Cómic: Bob Kane
- Basada en los cómics de Batman, creados por Bob Kane y Bill Finger.
- Música: Hans Zimmer
- Fotografía: Wally Pfister
- Montage: Lee Smith
- Protagonistas: Christian Bale, Anne Hathaway, Joseph Gordon-Levitt, Tom Hardy, Michael Caine, Gary Oldman, Marion Cotillard, Morgan Freeman
- País: Estados Unidos
- Año: 2012
- Duración: 165 minutos
- Idioma: Ingles
- Productora: Legendary Pictures, Syncopy Films, DC Comics
- Distribución : Warner Bros. Pictures
- Los otros films del mismo director: Batman Begins (2005) y The Dark Knight (2008)
Varios elementos conceptuales
referidos a la historia del legendario Batman ha introducido Christopher Nolan
en este último capítulo (Batman: el caballero de la noche asciende), por
supuesto, con relación a las otras sagas sobre el hombre murciélago contadas
por otros autores, guionistas y realizadores, sin meternos en el comics
(creados por Bob Kane y Bill Finger).
Los recursos a los que apeló nos
remiten a Borges y lo borgiano, con sus constantes y recurrentes regresos y
retornos, la imagen y el ícono mítico del traje al que recurre en forma
permanente no sólo como inconmensurable poder, sino como reflejo (espejo) universal
de la lucha del hombre por su sentido, no olvidemos el film “Inception” (http://cinenpunta.blogspot.com.ar/2010/12/inception-el-origen-o-el-retorno-de.html ); a la angustia existencial en la que entra Bruce a causa
de la tremenda duda sobre su origen y su destino, incertidumbre del hombre que
lo tiene todo y puede también perderlo, ya sea por su declinación física como
por su depresión cósmica, muy bien marcada y advertida por su valet (Michael
Caine), ante la desazón metafísica y su temor a la muerte; y a su costado más
débil en lo que atañe a su relación con los sectores más humildes de la
sociedad, encarnada por Gatúbela, venida a menos, y preocupada por sacarle a
los poderosos para darle a los pobres o a los que nada tienen, lo que
legimitiza sus míseras –para Bruce Wayne- traiciones y robos de joyas, como
extrañas relaciones con los enemigos más temibles de la civilización que encarna
Batman, civilización que es la misma de Bane (llena de odio, rencor, deseo desmedido
de venganza, corrupción, traición, defección, ambición sin límites, etc.).
Quizá la angustia de Nolan
provenga de esa concepción distópica, que a su vez la traslada al héroe, o a su
versión más humana de Bruce, inmerso en un abismo de engaños y desilusiones.
El tema es la violencia. Cómo
la pintamos, quiénes la ejercen, dónde se esconde, cómo surge, qué motivaciones
le abren el camino, y si el hombre es violento por naturaleza, nace violento o
la va adquiriendo mientras crece y madura. El director de la saga ha optado por
este camino en apariencia. Digo en apariencia por que Batman tiene que recurrir
cada vez más a los efectos especiales (la súper tecnología) de sus recursos
para el combate y la lucha, y declinar notoriamente en el uso de sus atuendos,
que dan miedo, y apelar más a su presencia en sociedad como el misterioso y poderoso
hombre de negocios y de inmensa fortuna (algo maltrecho quizás).
Estos elementos primarios (para
el hombre y su esencia) a los que nos lleva Nolan, aún sin querer, le otorgan
un sesgo original a la leyenda, en especial en este último capítulo de sus historias,
por lo que en apariencia ya no habría más contra quien luchar en este mundo, o
bien, el hombre puede esperar nuevas formas de violencia, nuevos enemigos y
otras motivaciones para acrecentar la corrupción y el delito. El horizonte de
la humanidad, si desaparece Ciudad Gótica (Nueva York), que bien nos describieron
algunos autores de ciencia ficción, plena de advertencias pero de nuevas formas
de vida, no es muy alentador, y quizá, así, lo pensó, también, el carnicero de
Denver.
La gran ciudad, de los EE.UU.,
es el escenario, “el paisaje”, donde se desarrollan estos hechos. Lo que hace
evidente los resabios que aún quedan, en esta permanente cruzada occidental
contra el islam, del S-11, como mensaje y como advertencia de que todavía el
peligro persiste, y va a serlo así por mucho tiempo más, seguro. El habitante
común es anónimo e ignorado, sólo es una víctima a la que hay que proteger, es
el americano medio el sufriente, y las autoridades deben estar atentos a
salirle al cruce a tanta peligrosidad. Los aparatos de Batman, los vehículos de
Bane, y las fuerzas de seguridad transitan y persiguen al enemigo, por entre
edificios altos, impersonales, fríos y distantes, pero que albergan el corazón
del poder máximo y absoluto, al que hay que abatir. La escenografía es estrecha
y mezquina, sólo nos muestra algo de Wayne, algo del poder financiero, y algo
de la tierras ignotas y lejanas de los enemigos, pero sí la vemos poderosa e imponente desde arriba, por donde la
máquina de Batman va transitando y las persecuciones se desarrollan como en otras odiseas a las que nos tiene
acostumbrados Hollywood. Quien conozca la historia del comic bien conoce la
importancia de la ciudad con sus grandiosos edificios y el auto norteamericano.
No existe el superhéroe sin este escenario, sin estos elementos narrativos propios
de la naturaleza de los pulp fiction como género narrativo.
Los míticos personajes de “The
Dark Knight Rises”, dejan de ser chatos y planos, ya no se mueven en esferas
previsibles, establecidas de antemano como sucede con casi todos los superhéroes;
el bien triunfa sobre el mal, y rige esta concepción maniquea todos los órdenes
de sus vidas. Pero en este caso, Nolan introduce la duda, aquella que nos
enfrenta con nuestro fin y sentido de nuestro paso por el mundo. Esa es la
cuestión para Bruce Wayne, y Alfred, su mayordomo, la intuye y lo obliga a
realizar un examen de consciencia que incluye un retorno a las tierras de su
enemigo, mientras recupera sus fuerzas debilitadas.
Si esta historia, una más
dentro del universo que nos presenta Hollywood todos los años colmadas de
violencia y efectos especiales horrendos, para niños, adolescentes y adultos,
es disparador de psicópatas y asesinos temerosos del incierto destino del país
más poderoso del mundo, deberíamos replantear toda la literatura desde el tragedia
griega hasta los engendros melodramáticos para niñas adolescentes que nos ha
dado la cultura occidental y cristiana, y por supuesto, el cine como heredero y
producto de ella. Más, los productos de la cultura de masas, llenos de horror y
fanatismo, son un producto casi ineludible de las civilizaciones que alimentan
y se alimentan de sus ambiciones hegemónicas y expansionistas. Exactamente todo
lo contrario. Es ese círculo vicioso de terror y pánico el que hace que Bruce
Wayne, atormentado y debilitado, tenga un Bane como enemigo, brutal enemigo
casi inexpugnable, pero como protector y maestro de otro personaje aún más
peligroso, la insospechable Talia Al Ghul (Miranda Tate), filántropa y
vengativa, toda una contradicción.
Héctor CorreaPunta Alta, agosto de 2012
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