“Queremos que se dedique a enseñar, no a educar a nuestra hija“.
Una madre
(del film “Monsieur Lazhar”)
TÍTULO ORIGINAL: Monsieur
Lazhar
AÑO: 2011DURACIÓN: 94 min.
PAÍS: Canadá
DIRECTOR: Philippe Falardeau
REPARTO: Mohamed Fellag, Sophie Nélisse, Émilien Néron, Marie-Ève Beauregard, Vincent Millard, Seddik Benslimane
GUIÓN: Philippe Falardeau
MÚSICA: Martin Léon
FOTOGRAFÍA: Ronald Plante
Festival de Locarno 2011: Premio del Público y Premio Variety Piazza Grande votado por críticos cinematográficos.
Seminci 2011: Sección Oficial a competición - Premio de la Crítica y Premio "Miguel Delibes" al Mejor Guión
Premio del Público en el Festival Internacional de Rotterdam 2012
Premio a la "Mejor Película de Canadá" en el Festival de Toronto 2011
6 Premios Genie, que otorga la Academia Canadiense de Cine y Televisión, incluyendo Mejor Película, Mejor Director y Mejor Actor
Tres films, últimamente, han
incursionado en la temática educativa dentro de las aulas, o al menos
relacionados con la vida interior de instituciones o establecimientos
formativos de niños y adolescentes. Dos de ellas, se detienen en las relaciones
alumno-profesor, “Entre les murs” (El aula o Entre los muros) de Laurent Cantet
del 2008, de origen francés, y ésta de la que estamos hablando, “Monsieur
Lazhar” (Profesor Lazhar) de Philippe Falardeau, adaptación de una obra de
teatro “Bachir Lazhar” de Évelyne de la Chenelière, de origen canadiense. La
tercera es una película de Roman Polanski, “Carnage” (Un dios salvaje) (2011)
en la que, desde afuera de los muros, muestra la irracional y desmesurada
reacción de cuatro padres ante la escaramuza de dos alumnos que termina con la
pérdida de un diente en uno de ellos. Todas tienen aristas comunes y no hacen
más que describir el estado de desconexión y distanciamiento que a veces se
observa en la institución educativa (incluso los padres), especialmente frente
a acontecimientos que sobrepasan lo cotidiano y rutinario de la actividad
pedagógica.
En apariencia el suicidio (como
acto cruel, cruento, horrendo e inaceptable) dentro de un aula, o de un
establecimiento, más cuando es descubierto y observado por un pequeño alumno, y
cuando está involucrado con el sujeto, puede ser manejado cinematográficamente de
dos maneras. Por un lado es un hecho de un volumen dramático de mucho impacto
en los educandos y en los educadores, según el pasado del suicida. Y por el
otro, la irrupción de un tercero, con una historia particular plena de
acontecimientos infaustos, con experiencia de una trágica y triste vida como
refugiado argelino. Este es el nudo del
film: cómo manejan las autoridades, los profesores semejante acontecimiento
frente a los niños. No deja de ser, sea como
sea, un acto violento. Y, como tal, supera, por su naturaleza, cualquier
otro suceso inhumano para las pequeñas mentes de la escuela.
La película está ambientada en
un colegio de Montreal, Canadá, donde se habla francés. Allí llega el supuesto
profesor para cubrir el cargo de maestro dejado vacante por la docente muerta,
y allí este argelino de triste, pero desconocido pasado, empieza su fina tarea
de desmontar emocionalmente los resabios negativos del funesto acontecimiento.
Fino, porque la sencillez, los escabrosos resortes que va tocando, y la sutileza
con la que desmonta esa tenebrosa carga en los niños y los docentes, es una
obra de excelencia humana y riqueza psíquica y moral, que no se encuentran en
ningún ámbito educativo común. Por otro lado, va descubriendo sus extrañas
motivaciones que lo llevaron a esa ciudad, a ese colegio y a entablar las
profundas relaciones espirituales con el entorno.
El film es todo un ejercicio
hondo, conmovedor, inquietante, de profundas raíces emocionales, como amplio y abarcador
por los temas que van surgiendo, desde la étnica, el aspecto multicultural,
ciertos resabios discriminatorios, las relaciones familiares, hasta los
pedagógicos con los que tiene que luchar ante el avance vertiginoso de las nuevas
tendencias aún dudosas y que, en algún momento se transforman en barreras
difíciles de salvar aún ante el peligro y la ignorancia. Todo un abanico de interrogantes
para nosotros, los padres, los educadores y, por supuesto, sus educandos, que
son nuestros hijos.
Héctor Correa
Punta Alta, julio de 2012
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