El atentado con bomba y la matanza ocurridos en Noruega parecen extraídos de una novela negra nórdica, un género que hoy ofrece denuncia social incisiva.
Miércoles 27 de julio de 2011
Yanet Aguilar Sosa | El Universal
yanet.aguilar@eluniversal.com.mx
Hace un año, en una entrevista, el escritor sueco Henning Mankell, creador del detective Kurt Wallander, aseguraba: “Hay que utilizar los crímenes o los delitos como un espejo de la sociedad”. Eso ha hecho la narrativa nórdica contemporánea. Mediante la ficción, escritores de Noruega, Suecia, Dinamarca, Islandia y Finlandia han mostrado que debajo del orden y la civilización que enarbolan, perviven ciertas tendencias desequilibradas.
La novela negra nórdica, esa que en los últimos años ha generado un boom en el mercado internacional alcanzando ventas millonarias, ha forjado un retrato de la Europa escandinava. Sus historias, protagonizadas por investigadores, inspectores de homicidios, comisarios, policías, periodistas, escritores, abogados y hakers dan cuenta de la violencia social y política que existe en esas sociedades que son consideradas por muchos como “muy avanzadas” y como modélicas.
En cada historia escrita por exponentes como Sjöwall y Wahlöö, Henning Mankell, Stieg Larsson, Arnaldur Indridason, Jo Nesbø, Per Olov Enquist y Karin Fossum, entre muchos otros escritores de la ola nórdica, hay temas fundamentales presentes en el trasfondo de sus tramas: violencia social, estigmatización de lo diferente, ascenso de la ultraderecha y de grupos extremistas, falsa idea del bienestar, denuncia social y una obsesión por retratar ese mundo y sus contradicciones.
El escritor y diplomático mexicano Héctor Orestes Aguilar asegura que no hay duda de que esos países del norte de Europa tienen un altísimo nivel de civilización con un orden democrático ejemplar; pero dice que han ocultado un sustrato social violento que subyace, sobre todo en su historia reciente. "Sabemos que esos países tienen un alto nivel de desarrollo económico, un alto nivel democrático, así como educativo y cultural, pero hay un sustrato donde se viven tensiones muy fuertes y ese sustrato sí que ha sido atendido en la literatura y el cine”, dice el escritor.
Orestes asegura que ahora hay varios escritores que de refilón o de manera tangencial abordan cuestiones como la violencia social y la violencia de género que vive en los sustratos de las sociedades nórdicas, y opina que hay un fenómeno central que parece un tópico del siglo XVIII: el hecho de que la vida cotidiana en esos países está muy marcada por cuestiones como el clima.
“El clima sí es un factor crucial; es decir, el hecho de vivir tantos meses con climas tan hostiles evidentemente termina golpeando las emociones; yo sé que es increíble que en pleno 2011 todavía tengamos que recurrir a tópicos como el clima para darnos cuenta que efectivamente hay efectos reales en la vida social por vivir en zonas geográficas hostiles”, señala.
Sustrato social violento
Se sabe que en la enigmática y aislada Islandia, una de cada diez personas puede sin problema publicar un libro en su vida; que en Noruega es factible que todo escritor reciba un sueldo vitalicio; o que en Suecia, hace más de 110 años, un grupo de trabajadores organizó su propia red de bibliotecas con la certeza de que la educación era la mejor arma frente al poder.
Hay un dato más claro que enarbolan con orgullo esas sociedades avanzadas, el hecho de que desde 1850, en los cinco países escandinavos, acabaron con el analfabetismo. Sin embargo, hay datos que refutan ese avance de la que da cuenta esta moderna literatura nórdica que muestra sociedades con una idea de bienestar en declive.
En un reportaje, en su blog, Juan Carlos Rodríguez dice que los países nórdicos tienen, por ejemplo, las mayores tasas de delitos por mil habitantes de toda la Unión Europea. El 20% de las mujeres reconoce haber vivido algún episodio de violencia doméstica y el acoso escolar causa estragos -18% en Noruega y Suecia-, según estudios.
En la primera entrega de la trilogía Millenium, titulada Los hombres que no amaban a las mujeres, Stieg Larsson ofrece cifras escalofriantes: por ejemplo, “en Suecia, el 46% de las mujeres ha sufrido violencia machista y un 92% de los abusos sexuales no son denunciados a la policía”.
Ante ese panorama, el doble atentado suscitado el pasado fin de semana en Oslo y la isla Utoya, Noruega por el ultranacionalista Anders Behring Breivik que dejó 76 muertos, fue “relatado” desde hace varios años por la novela negra nórdica contemporánea.
¿Cómo conectamos este sustrato violento de esas sociedades con los hechos del pasado fin de semana?, es una pregunta con respuesta clara para Héctor Orestes Aguilar; él dice que se conecta concretamente por el hecho de que en estas sociedades hay un sustrato de violencia social, de exclusión, de racismo y de desequilibrio que los grandes logros de esas civilizaciones han olvidado y aligerado o que dejan en las sombras.
“Pero es factible, como lo han demostrado el cine sueco y el cine danés, que por debajo del orden y la civilización persisten y perviven ciertas tendencias desequilibradas como las que llevaron al perpetrador de este atentado a disparar sobre la multitud”, señala Orestes Aguilar, autor de la novela El asesino de la palabra vacía.
Las violentas historias de la ficción
Aunque Mankell ya era un escritor muy bien traducido y leído por los lectores de todo el mundo, el éxito sorpresivo alcanzado por el sueco Stieg Larsson con Millenium -que sólo en su país (de seis millones de habitantes) vendió tres millones de ejemplares- generó un interés por importar literatura nórdica.
Verónica Flores, directora editorial de Tusquets México, afirma que en las historias de Henning Mankell la investigación de un crimen le sirve para algo más que el relato de una intriga, hay detrás una operación literaria, un retrato incómodo de una realidad social, un análisis psicológico, el acierto en la definición de una personalidad.
“El mismo Mankell defiende las historias de crímenes como herramientas para retratar una realidad social. Y aunque reconoce que hay otras maneras, insiste con que la escena del crimen puede decir mucho acerca de las contradicciones de una sociedad”, dice.
Si la editora asegura que las grandes obras del género negro reflejan con precisión fotográfica nuestro tiempo, con sus temores e inseguridades, su violencia y desconcierto, Héctor Orestes dice que escritoras como Karin Fossum y Linn Ullman “toman temas subyacentes en la edulcorada superficie de la vida nórdica para ficccionalizarlas”.
Con los escritores nórdicos, la novela policiaca se erigió en lo que es: la más certera disección de la sociedad contemporánea. Lo confirman sus historias de crímenes en lugares inhóspitas, sus resoluciones con investigación a detalles, sus protagonistas sagaces y sus autores que son críticos duros de las perversiones del sistema.
“Estos escritores anticiparon problemas que están sucediendo en nuestras sociedades hoy, como la crisis de la socialdemocracia, del Estado de bienestar”, señalaba en 2008, Diego Moreno, editor de Nórdica Libros. Y lo acontecido en Noruega le da la razón.
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