"En la búsqueda del mal uno se aleja un paso de Dios pero se acerca uno más a su servicio"…"Tengo dudas".
Sister Aloysius
“Doubt” (2008)
Director: John Patrick Shanley (nació el 3 de octubre de 1950)
Producida por: Scott Rudin
Escrita por: John Patrick Shanley
Intérpretes: Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Viola Davis
Música: Howard Shore
Distribuida por Miramax Films
Octubre 30, 2008
duración: 104 min.
País: United States
Meryl Streep como Sister Aloysius
Philip Seymour Hoffman como Father Brendan Flynn
Amy Adams como Sister James
Viola Davis como Mrs. Miller
Joseph Foster como Donald Miller
Alice Drummond como Sister Veronica
Típica obra teatral, adaptada muy bien para la pantalla, donde se confrontan concepciones de cualquier índole, "La duda" está ambientada en 1964, después del asesinato de J.F Kennedy, en la Iglesia de San Nicolás, en el Bronx neoyorkino.
La “duda” en realidad no existe. Dos ideas perfectamente concebidas y asumidas en su total expresión y conceptualidad, están en juego. Dos personajes de una obra se prueban acerca de dos aspectos relacionados con la religiosidad. Por un lado, si se admite que la iglesia ha estado sumida en la sectarismo y la intolerancia; o si es necesaria la flexibilidad y la transigencia. Por el otro, si podemos dejarnos llevar por la irracionalidad de la doctrina, la intemperancia y la intransigencia; o cambios fundamentales deben producirse para que las instituciones y los hombres de la iglesia se aproximen al hombre concreto, vital y temporal.
Un caso de pedofilia es tratado en esta pieza teatral - ganadora de cuatro premios Tony y del Pulitzer a mejor pieza teatral, “Doubt: A Parable”- y luego llevada al cine. Hasta aquí, la mera lectura de la obra, la más simple, la más firme incluso, sobre la acusación, surge con algunos motivos de duda pero con la intuitiva seguridad de la madre superiora, Aloysius. Por supuesto el contexto histórico-geográfico nos hace pensar en otras alternativas para poder ubicarnos en las razones por las cuales el padre Flynn comienza su arenga de esa misa con el tema de la duda o de su duda. Tema que ocasiona una de las persecuciones más despiadadas del cine actual. Dos intenciones tendría dicha exposición, la crisis emocional y de fe que podría estar sufriendo, y el comienzo de una historia de pederastia, o una confesión trascendente acerca de las diferencias y las inclinaciones que el hombre libre tiene derecho a ejercer, más allá de la iglesia o las convicciones religiosas.
Es evidente que la alusión a la muerte de John F. Kennedy nos ayuda a situarnos en un terreno de apertura y flexibilidad cultural, económica, política y ética, que hasta ese período estaba como vedado o condenado. Poner en tela de juicio ciertas normas, o muchas normas en todos los ámbitos de la vida, incluida la religiosidad, provoca una reacción conservadora que nos obliga a recordar, ya en el sistema del cine norteamericano, en las famosas listas negras, las delaciones, y las acusaciones sin muchos fundamentos del más ríspido y enervante macchartysmo. Aparentemente la figura del presidente asesinado englobaba y reflejaba las corrientes más liberales -en términos de la concepción de la política estadounidense-, y contestatarias de los movimientos culturales y sociales de la época. Creemos que John Patrick Shanley nos remite a través de esta obra a desenmascarar la rigidez, la actitudes discriminatorias, la intolerancia y la desproporcionada actitud reaccionaria de los sectores más conservadores de la sociedad. Pero no todo termina allí con “la duda”.
¿Por qué eligió a la iglesia católica para retratar esta lucha, feroz lucha de dos de las posiciones político-religiosas más cruentas de la historia de la humanidad? Podemos vislumbrar algo al respecto.
Sister Aloysius
“Doubt” (2008)
Director: John Patrick Shanley (nació el 3 de octubre de 1950)
Producida por: Scott Rudin
Escrita por: John Patrick Shanley
Intérpretes: Meryl Streep, Philip Seymour Hoffman, Amy Adams, Viola Davis
Música: Howard Shore
Distribuida por Miramax Films
Octubre 30, 2008
duración: 104 min.
País: United States
Meryl Streep como Sister Aloysius
Philip Seymour Hoffman como Father Brendan Flynn
Amy Adams como Sister James
Viola Davis como Mrs. Miller
Joseph Foster como Donald Miller
Alice Drummond como Sister Veronica
Típica obra teatral, adaptada muy bien para la pantalla, donde se confrontan concepciones de cualquier índole, "La duda" está ambientada en 1964, después del asesinato de J.F Kennedy, en la Iglesia de San Nicolás, en el Bronx neoyorkino.
La “duda” en realidad no existe. Dos ideas perfectamente concebidas y asumidas en su total expresión y conceptualidad, están en juego. Dos personajes de una obra se prueban acerca de dos aspectos relacionados con la religiosidad. Por un lado, si se admite que la iglesia ha estado sumida en la sectarismo y la intolerancia; o si es necesaria la flexibilidad y la transigencia. Por el otro, si podemos dejarnos llevar por la irracionalidad de la doctrina, la intemperancia y la intransigencia; o cambios fundamentales deben producirse para que las instituciones y los hombres de la iglesia se aproximen al hombre concreto, vital y temporal.
Un caso de pedofilia es tratado en esta pieza teatral - ganadora de cuatro premios Tony y del Pulitzer a mejor pieza teatral, “Doubt: A Parable”- y luego llevada al cine. Hasta aquí, la mera lectura de la obra, la más simple, la más firme incluso, sobre la acusación, surge con algunos motivos de duda pero con la intuitiva seguridad de la madre superiora, Aloysius. Por supuesto el contexto histórico-geográfico nos hace pensar en otras alternativas para poder ubicarnos en las razones por las cuales el padre Flynn comienza su arenga de esa misa con el tema de la duda o de su duda. Tema que ocasiona una de las persecuciones más despiadadas del cine actual. Dos intenciones tendría dicha exposición, la crisis emocional y de fe que podría estar sufriendo, y el comienzo de una historia de pederastia, o una confesión trascendente acerca de las diferencias y las inclinaciones que el hombre libre tiene derecho a ejercer, más allá de la iglesia o las convicciones religiosas.
Es evidente que la alusión a la muerte de John F. Kennedy nos ayuda a situarnos en un terreno de apertura y flexibilidad cultural, económica, política y ética, que hasta ese período estaba como vedado o condenado. Poner en tela de juicio ciertas normas, o muchas normas en todos los ámbitos de la vida, incluida la religiosidad, provoca una reacción conservadora que nos obliga a recordar, ya en el sistema del cine norteamericano, en las famosas listas negras, las delaciones, y las acusaciones sin muchos fundamentos del más ríspido y enervante macchartysmo. Aparentemente la figura del presidente asesinado englobaba y reflejaba las corrientes más liberales -en términos de la concepción de la política estadounidense-, y contestatarias de los movimientos culturales y sociales de la época. Creemos que John Patrick Shanley nos remite a través de esta obra a desenmascarar la rigidez, la actitudes discriminatorias, la intolerancia y la desproporcionada actitud reaccionaria de los sectores más conservadores de la sociedad. Pero no todo termina allí con “la duda”.
¿Por qué eligió a la iglesia católica para retratar esta lucha, feroz lucha de dos de las posiciones político-religiosas más cruentas de la historia de la humanidad? Podemos vislumbrar algo al respecto.
El lugar donde se desarrola la acción. El Bronx, un barrio considerado el centro vital de Nueva York, pero donde se reúnen los obreros blancos, los negros y latinos, y además considerado un disparador de las grandes manifestaciones artísticas como el jazz y la música más popular de los EE.UU. El templo católico jugó un rol social y cultural de mucha relevancia en todo eso. Hoy, podemos hablar con ciertos fundamentos del fracaso de la ética protestante. La crisis financiera actual “globalizada” no es ni más ni menos que su resultado. Tomás Jefferson, su gran y extraordinario esfuerzo por inculcar la búsqueda de la preciosa ganancia monetaria en todos los órdenes de la vida, junto con la moralina luterana y la construcción del destino manifiesto, tendrá que ser replanteado en todos sus términos. Obama será el encargado de llevar adelante esta transformación, lo que significa pasar del librecambismo más desenfrenado al proteccionismo egoísta del sálvese quien pueda, pero ahora a la sombra del gobierno estadounidense.
Esta geografía urbana estructuró una historia –en este film- de encuentros y desencuentros interraciales, donde se ven abordadas temáticas relacionadas con la discriminación y la xenofobia, las crisis y diferencias religiosas, o las disputas internas de las grandes familias asentadas en tierra extraña. Todo en un espacio urbano, en el asfalto y en el interior de las iglesias.
Por otra parte, no nos extraña el título de la pieza teatral: “La Duda, una parábola” (escrita en 2004). Flynn, el padre, en su sermón inicial, y en los otros hasta su decisión final, utiliza, como todo el cristianismo desde sus comienzos, la parábola, quizá una de las formas o recurso narrativo más ilustrativo y esclarecedor construido por el hombre a la hora de transmitir aquello que la sola palabra no podía expresar. Junto con la alegoría y la metáfora, en la literatura constituyen la esencia misma del arte narrativo.
Andrei Tarkovski en su extraordinaria película “Sacrificio” inicia el film con esta parábola:
"Ven aquí, ayúdame, hijo mío. ¿Sabes? Érase una vez un hombre viejo que vivía en cierto monasterio. Su nombre era Pamve. Plantó un árbol seco en esta colina justamente como lo hicimos nosotros, y ordenó a su discípulo, un monje llamado Kolov... le ordenó que regara este árbol cada día hasta que brotara la vida... Cada día por la mañana Ioann llenaba un cubo de agua y subía a la colina, regaba el árbol y, por la tarde, cuando ya había oscurecido, regresaba al monasterio. Y así siguió haciéndolo durante tres años. Un agradable día escaló la colina y vio que su árbol estaba completamente repleto de flores."
En el cine, y es el gran desafío que este director (Shanley) tuvo que afrontar en su adaptación de semejante drama , las figuras trasuntadas en imágenes, la ideas y las emociones, las dudas y la firmeza de la actitudes, junto con los climas y atmósferas que tiñen la historia y le dan sentido y profundidad, tuvieron que ser manejadas a través del color que brinda la naturaleza, con sus estados de ira como la nieve, el viento, el frío y la lluvia, o sus estados de bonanza y generosidad que se traslucen en las luz otoñal, la calidez del verano y el transparente colorido de la primavera. Todo un contexto de confluencias donde la gran urbe aporta su dramática presencia, y la naturaleza su furia, su potencia, su poder y fuerza.
De todas maneras la obra es ni más ni menos que la lucha entre una fría actitud en la búsqueda de una verdad, y la dubitativa defensa de otra verdad más humana y débil, pero no menos legítima.
Sabemos, y lo hemos repetido innumerables veces y en toda oportunidad, cómo Hollywood contruye sus historias para el cine. Sean éstas adaptaciones de piezas dramáticas, de la novela universal, y bien guiones de los propios realizadores. No importa. Narran con prolijidad, con limpieza, transparencia y claridad. Sus relatos cinematográficos son fáciles de leer, de comprender, y de desentrañar. Los personajes son hombres y mujeres llanos, sencillos en sus matices y perfiles, claros en sus objetivos como firmes en sus decisiones. Son, fueron y serán pergeñados sin dudas y sin extrañas complejidades. El héroe es héroe, el cobarde cobarde y el delincuente un buen delincuente. Pero en este film, de estructura narrativa lineal y cronológicamente bien desarrollada, como siempre quiso Aristóteles, alguien plantea una duda. No cualquier duda, sino una duda que, además, elogia y pone como ejemplo de hechos, tendencias y realizaciones humanas trascendentes; es una duda cartesiana. La madre superiora escucha este extraño sermón y le provoca una rápida alarma. Alarma que corrobora con el cuento de una novicia (maestra) sobre el también extraño comportamiento del padre Flynn con un alumno negro. Enseguida aparece la sospecha de la pederastia, y se inicia una poderosa investigación, más coloquial que real, sobre la conducta del sacerdote, su pasado y su dudosa vocación religiosa. Todo se desarrolla alrededor de esta sospechosa forma de comportarse por parte de Flynn. La historia termina con el traslado del padre y un reconocimiento que la madre superiora confiesa sobre sus propia duda.
La pedofilia debe ser condenada, eliminada de este mundo, es una aberrante y deformada conducta donde lo peor es la participación del niño. El niño es la víctima, el objeto y la razón de esta espantosa enfermedad o delito. Y aquí está la cuestión y el punto central de este film. La sexualidad aberrante en manos de una religiosa intolerante, dura, férrea, imperturbable, tenaz, rígida, y un niño negro en un ámbito educativo teñido de esas mismas conductas y convicciones, en un barrio -el Bronx- habitado por gente sencilla, trabajadores de múltiple orígenes étnicos, y de una riqueza cultural privilegiada por su capacidad expansiva de variadas y múltiples formas de expresión en todos los órdenes. Quizá sobre esto un personaje irrumpe con suma claridad y fuerza en el film, me refiero a la madre del niño, y habla (en un muy bien elaborado encuentro con la Sister Aloysius) no sólo sobre su hijo, sino también sobre la relación padre-hijo, la educación religiosa, el futuro en su país para un chico negro –el primer chico negro en ingresar a esa institución educativa católica-, y la necesidad de asegurar la armonía de su familia, su progenie y su lugar en la sociedad. Todo un planteo de indudable riqueza conceptual y emocional. Una pequeña gran pieza dentro de la obra.
Este director hizo otros films que bien pueden haberse perdido en la historia del cine norteamericano. “Joe contra el volcán”, “Hechizo de luna”, “Viven”, “Congo”, y alguna más. Pero quisimos rescatar ésta, primero como adaptación y segundo por su tema, ríspido, intocable, difícil y complejo. Creemos que lo hizo bien, y no olvidamos la tradición que en esta materia tiene EE.UU, Arthur Miller, Tennesee Williams, o Edward Albee. Pero por sobre todo de esta manera afirmamos nuestra profunda convicción sobre el arte cinematográfico, aquel donde el autor vuelca todo lo suyo, sus concepciones, sus pensamientos y más que nada su profundo compromiso con el hombre.
Héctor Correa
Punta Alta, marzo de 2009
Esta geografía urbana estructuró una historia –en este film- de encuentros y desencuentros interraciales, donde se ven abordadas temáticas relacionadas con la discriminación y la xenofobia, las crisis y diferencias religiosas, o las disputas internas de las grandes familias asentadas en tierra extraña. Todo en un espacio urbano, en el asfalto y en el interior de las iglesias.
Por otra parte, no nos extraña el título de la pieza teatral: “La Duda, una parábola” (escrita en 2004). Flynn, el padre, en su sermón inicial, y en los otros hasta su decisión final, utiliza, como todo el cristianismo desde sus comienzos, la parábola, quizá una de las formas o recurso narrativo más ilustrativo y esclarecedor construido por el hombre a la hora de transmitir aquello que la sola palabra no podía expresar. Junto con la alegoría y la metáfora, en la literatura constituyen la esencia misma del arte narrativo.
Andrei Tarkovski en su extraordinaria película “Sacrificio” inicia el film con esta parábola:
"Ven aquí, ayúdame, hijo mío. ¿Sabes? Érase una vez un hombre viejo que vivía en cierto monasterio. Su nombre era Pamve. Plantó un árbol seco en esta colina justamente como lo hicimos nosotros, y ordenó a su discípulo, un monje llamado Kolov... le ordenó que regara este árbol cada día hasta que brotara la vida... Cada día por la mañana Ioann llenaba un cubo de agua y subía a la colina, regaba el árbol y, por la tarde, cuando ya había oscurecido, regresaba al monasterio. Y así siguió haciéndolo durante tres años. Un agradable día escaló la colina y vio que su árbol estaba completamente repleto de flores."
En el cine, y es el gran desafío que este director (Shanley) tuvo que afrontar en su adaptación de semejante drama , las figuras trasuntadas en imágenes, la ideas y las emociones, las dudas y la firmeza de la actitudes, junto con los climas y atmósferas que tiñen la historia y le dan sentido y profundidad, tuvieron que ser manejadas a través del color que brinda la naturaleza, con sus estados de ira como la nieve, el viento, el frío y la lluvia, o sus estados de bonanza y generosidad que se traslucen en las luz otoñal, la calidez del verano y el transparente colorido de la primavera. Todo un contexto de confluencias donde la gran urbe aporta su dramática presencia, y la naturaleza su furia, su potencia, su poder y fuerza.
De todas maneras la obra es ni más ni menos que la lucha entre una fría actitud en la búsqueda de una verdad, y la dubitativa defensa de otra verdad más humana y débil, pero no menos legítima.
Sabemos, y lo hemos repetido innumerables veces y en toda oportunidad, cómo Hollywood contruye sus historias para el cine. Sean éstas adaptaciones de piezas dramáticas, de la novela universal, y bien guiones de los propios realizadores. No importa. Narran con prolijidad, con limpieza, transparencia y claridad. Sus relatos cinematográficos son fáciles de leer, de comprender, y de desentrañar. Los personajes son hombres y mujeres llanos, sencillos en sus matices y perfiles, claros en sus objetivos como firmes en sus decisiones. Son, fueron y serán pergeñados sin dudas y sin extrañas complejidades. El héroe es héroe, el cobarde cobarde y el delincuente un buen delincuente. Pero en este film, de estructura narrativa lineal y cronológicamente bien desarrollada, como siempre quiso Aristóteles, alguien plantea una duda. No cualquier duda, sino una duda que, además, elogia y pone como ejemplo de hechos, tendencias y realizaciones humanas trascendentes; es una duda cartesiana. La madre superiora escucha este extraño sermón y le provoca una rápida alarma. Alarma que corrobora con el cuento de una novicia (maestra) sobre el también extraño comportamiento del padre Flynn con un alumno negro. Enseguida aparece la sospecha de la pederastia, y se inicia una poderosa investigación, más coloquial que real, sobre la conducta del sacerdote, su pasado y su dudosa vocación religiosa. Todo se desarrolla alrededor de esta sospechosa forma de comportarse por parte de Flynn. La historia termina con el traslado del padre y un reconocimiento que la madre superiora confiesa sobre sus propia duda.
La pedofilia debe ser condenada, eliminada de este mundo, es una aberrante y deformada conducta donde lo peor es la participación del niño. El niño es la víctima, el objeto y la razón de esta espantosa enfermedad o delito. Y aquí está la cuestión y el punto central de este film. La sexualidad aberrante en manos de una religiosa intolerante, dura, férrea, imperturbable, tenaz, rígida, y un niño negro en un ámbito educativo teñido de esas mismas conductas y convicciones, en un barrio -el Bronx- habitado por gente sencilla, trabajadores de múltiple orígenes étnicos, y de una riqueza cultural privilegiada por su capacidad expansiva de variadas y múltiples formas de expresión en todos los órdenes. Quizá sobre esto un personaje irrumpe con suma claridad y fuerza en el film, me refiero a la madre del niño, y habla (en un muy bien elaborado encuentro con la Sister Aloysius) no sólo sobre su hijo, sino también sobre la relación padre-hijo, la educación religiosa, el futuro en su país para un chico negro –el primer chico negro en ingresar a esa institución educativa católica-, y la necesidad de asegurar la armonía de su familia, su progenie y su lugar en la sociedad. Todo un planteo de indudable riqueza conceptual y emocional. Una pequeña gran pieza dentro de la obra.
Este director hizo otros films que bien pueden haberse perdido en la historia del cine norteamericano. “Joe contra el volcán”, “Hechizo de luna”, “Viven”, “Congo”, y alguna más. Pero quisimos rescatar ésta, primero como adaptación y segundo por su tema, ríspido, intocable, difícil y complejo. Creemos que lo hizo bien, y no olvidamos la tradición que en esta materia tiene EE.UU, Arthur Miller, Tennesee Williams, o Edward Albee. Pero por sobre todo de esta manera afirmamos nuestra profunda convicción sobre el arte cinematográfico, aquel donde el autor vuelca todo lo suyo, sus concepciones, sus pensamientos y más que nada su profundo compromiso con el hombre.
Héctor Correa
Punta Alta, marzo de 2009
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