"Sé que la raza como concepto biológico no existe, pero socialmente y psicológicamente sí, porque la gente sigue mirando y diciendo: tenía que ser negro", sostuvo Sandra Álvarez (de su blog "Negra cubana… tenía que ser"
entrevista realizada por Patricia Grogg (periodista)
entrevista realizada por Patricia Grogg (periodista)
“¿La cámara es sólo para los blancos?
Este artículo fue publicado en la revista Butaca en julio de 2005, con motivo de la muestra “El Universo Audiovisual de los Pueblos Indígenas”. La reproducimos ahora que se celebra una nueva edición de dicha muestra en Lima.
Notas sobre un festival que esperábamos hace años
Balanceando en su cobriza mano una maleta negra y larga, el aguaruna Inpi Wachapa avanza sosteniendo al hombro la wifala multicolor, la conocida bandera indígena que siempre está al frente de las acciones y actividades de los movimientos indígenas de diversas partes del continente. Muchos la relacionan con la violencia y la rebelión, pues tras esa bandera ya han caído varios presidentes en Ecuador y Bolivia. Un helado nerviosismo me asalta al ver el edificio al que se dirige Inpi, donde flamea la altiva bandera española. A lo lejos la bandera norteamericana también se yergue orgullosa. Aquí va a pasar algo. En un solo plano, tres banderas, condensando más de 500 años de historia. Muchas historias, en realidad. Fade out.
Del lunes 20 al viernes 24 de junio pasados, gracias a un esfuerzo conjunto del Centro de Culturas Indígenas Chirapaq, el Consejo Latinoamericano de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas(CLACPI), AIDESEP, Tokapu, CEFREC y CAIB (Bolivia), y TeleAndes, se presentó la Muestra “El Universo Audiovisual de los Pueblos Indígenas”, gracias al auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. El día de la inauguración no cabía ni una ocarina más en el Auditorio del Centro Cultural de España. En medio de tanto aplauso de celebración, la realizadora chilena–mapuche Jeannette Paillan enseñó al público cómo aplaudía y manifestaba la alegría el pueblo mapuche: El grito/canto IAIAIAIAIAUUUUUUU fue coreado varias veces por todos los asistentes. Además de ella, varios invitados internacionales nos acompañarían en la semana: Iván Sanjines (CEFREC, Bolivia), Marcelino Pinto (Bolivia), Leonardo González (Paraguay), Fernando Anza y Esteban Cruz (Chile), entre otros.
Fueron tres actividades paralelas que prácticamente ocuparon por una semana el Centro Cultural de España. Por las mañanas se dictaba un taller de realización audiovisual a comunicadores indígenas de diversas partes del país, que incluía ejercicios prácticos en las instalaciones del mismo Centro y en los alrededores. A las 5 p.m. comenzaba la muestra pública, conformada por una selección de obras del VII Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas (Chile, 2004), del Premio Anaconda 2004 al Vídeo Indígena Amazónico del Chaco y los Bosques Tropicales de América Latina y el Caribe, y obras realizadas en Perú relacionadas a lo indígena. Y a las 8 p.m., se iniciaban los coloquios con el público. Algunos de los temas de estos fueron: “Identidad cultural”; “Derechos de los Pueblos Indígenas”, “Diversidad cultural en los medios”. Entre los expositores estuvieron, Rodrigo Montoya, Luis Figueroa, Fernando Valdivia, Andrés Chirinos, Ana María Pérez, Roger Rumrrill, Tarcila Rivera, además de los propios organizadores y los invitados extranjeros.
El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas que organiza el CLAPCI desde hace 20 años no se presentaba en el Perú desde el año 1992 (Lima y principalmente Cusco). Aquella vez tuvo una organización más bien modesta. No extraña tal ausencia en un país donde, hasta hace muy poco, las personas de rasgos indígenas o mestizos solo aparecían en las pantallas para ser mostradas como delincuentes o personajes marginales y denigrantes. Si bien en el Perú no se ha extendido un discurso o activismo indígena al mismo nivel de países vecinos, sí existe una mínima producción referida a lo indígena, y que continúa una tradición fundada por la llamada Escuela de Cine de Cusco y el largometraje Kukuli (1960, Luis Figueroa), la primera película en quechua realizada en el mundo.
Es un mérito de esta muestra haber presentado producción reciente realizada en el Perú, como Marankiari, Tierra de culebras (2004, Salomón Senepo), Iskay Yachay (2005, Maja Tillmann), Ashaninka: La selva que se va (2004, Joaquín Sancho) o Una muerte en Sion (2002, Federación de Comunidades Nativas Ashuar de Corrientes). Estas obras no están directamente relacionadas con la generación de los llamados cineastas andinos(Ortega, Quispe, Vallejo, Eusebio, Inga, entre otros) cuyas obras de ficción nos revelan otros personajes, escenarios e imaginarios de nuestro propio y diverso país, y enriquecen la cultura audiovisual peruana, pero sin abordar ni reivindicar específicamente lo indígena.
Las raíces de este tipo de audiovisual son más antiguas y amplias. El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas se viene realizando desde 1985 en diversos países del continente promovidos por el CLACPI (Sede México), en coordinación con organizaciones indígenas locales y entidades ligadas a la actividad audiovisual. Existen muchos otros festivales nacionales y regionales. Otro referente fundamental es la experiencia boliviana, donde a partir de una larga tradición de radio comunitaria con participación indígena, surge en 1996 el Plan Nacional Indígena Originario de Comunicación Audiovisual, una experiencia pionera e histórica en la lucha por el ejercicio autónomo del derecho a la comunicación de los pueblos indígenas de América, y que es promovida por la Coordinadora Audiovisual Indígena Originaria de Bolivia, junto a otras organizaciones y confederaciones. En todo el continente, comunicadores y cineastas indígenas se están apropiando del medio audiovisual buscando reconstruir su propia imagen, y crear su propio lenguaje y cultura audiovisual. Las obras resultantes pueden no satisfacer a las miradas especializadas, pero esos problemas técnicos son cada vez más escasos. El audiovisual indígena esta adquiriendo valor no solo por su innegable importancia en una estrategia de resistencia cultural, o por originarse en procesos comunitarios (video proceso), sino también porque cada vez está mas preparado para dirigirse al publico común y corriente, aquel que ni siquiera sabe de su existencia. Y a eso contribuyen no solo los realizadores indígenas, sino también aquellos realizadores comprometidos con la cultura indígena, como, en el caso de nuestro país, Fernando Valdivia y Salomón Senepo, entre otros.
Fade in. Son la 1.30 de la mañana, Fernando Valdivia(director del premiado Buscando el azul) y yo salimos totalmente agotados de la evaluación que acaba de concluir en un ambiente casi festivo, a pesar del cansancio de todos. El Festival se clausuró multitudinariamente hace unas horas, al ritmo de estudiantina y con el sabor de la cancha, la cecina y el tamal que convidaron los organizadores. En Qosqo, como todos los años en esta fecha, aún se está celebrando el Inti Raymi. Avanzando hacia la Av. Arequipa, veo flamear la bandera en la residencia del embajador de los EE.UU. Recuerdo las palabras de aquel técnico de iluminación, con mucha experiencia en publicidad, que ante el arduo trabajo que le ocasionaba el iluminar las escenas donde aparecían personas de piel negra o cobriza, dijo alguna vez, muy serio y profesional, que pareciera que la cámara estuviera hecha sólo para los blancos.
Esos últimos minutos han sido fundamentales, los proyectos y sueños han brotado como flores en la selva tropical: la red peruana de comunicadores indígenas, una muestra itinerante para el interior del país, traer a Perú el festival internacional. Y, para mí, la flor/sueño más hermosa: el proyecto de un canal de televisión indoamericano, cuya señal llegue desde Alaska a la Patagonia, recordándonos de dónde venimos, pero también produciendo cultura indígena moderna, sin miedo al futuro, con el orgullo y seguridad de ser heredera de una civilización y una tradición milenarias. Pronto, exíjaselo a su empresa proveedora de televisión por cable.
Fin. Esta historia continuará.”
Marco Antonio Condori Oymas (Perú, 1974)
Comunicador Social. Documentalista. Fundador de ImaginAcción - Centro de Comunicación Social. Fue expositor y capacitador en el taller de este festival.
Por Marco Condori
26 Abril 2007
(Cinencuentro.com -Todo el cine del Perú)
Este artículo fue publicado en la revista Butaca en julio de 2005, con motivo de la muestra “El Universo Audiovisual de los Pueblos Indígenas”. La reproducimos ahora que se celebra una nueva edición de dicha muestra en Lima.
Notas sobre un festival que esperábamos hace años
Balanceando en su cobriza mano una maleta negra y larga, el aguaruna Inpi Wachapa avanza sosteniendo al hombro la wifala multicolor, la conocida bandera indígena que siempre está al frente de las acciones y actividades de los movimientos indígenas de diversas partes del continente. Muchos la relacionan con la violencia y la rebelión, pues tras esa bandera ya han caído varios presidentes en Ecuador y Bolivia. Un helado nerviosismo me asalta al ver el edificio al que se dirige Inpi, donde flamea la altiva bandera española. A lo lejos la bandera norteamericana también se yergue orgullosa. Aquí va a pasar algo. En un solo plano, tres banderas, condensando más de 500 años de historia. Muchas historias, en realidad. Fade out.
Del lunes 20 al viernes 24 de junio pasados, gracias a un esfuerzo conjunto del Centro de Culturas Indígenas Chirapaq, el Consejo Latinoamericano de Cine y Comunicación de los Pueblos Indígenas(CLACPI), AIDESEP, Tokapu, CEFREC y CAIB (Bolivia), y TeleAndes, se presentó la Muestra “El Universo Audiovisual de los Pueblos Indígenas”, gracias al auspicio de la Agencia Española de Cooperación Internacional y del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. El día de la inauguración no cabía ni una ocarina más en el Auditorio del Centro Cultural de España. En medio de tanto aplauso de celebración, la realizadora chilena–mapuche Jeannette Paillan enseñó al público cómo aplaudía y manifestaba la alegría el pueblo mapuche: El grito/canto IAIAIAIAIAUUUUUUU fue coreado varias veces por todos los asistentes. Además de ella, varios invitados internacionales nos acompañarían en la semana: Iván Sanjines (CEFREC, Bolivia), Marcelino Pinto (Bolivia), Leonardo González (Paraguay), Fernando Anza y Esteban Cruz (Chile), entre otros.
Fueron tres actividades paralelas que prácticamente ocuparon por una semana el Centro Cultural de España. Por las mañanas se dictaba un taller de realización audiovisual a comunicadores indígenas de diversas partes del país, que incluía ejercicios prácticos en las instalaciones del mismo Centro y en los alrededores. A las 5 p.m. comenzaba la muestra pública, conformada por una selección de obras del VII Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas (Chile, 2004), del Premio Anaconda 2004 al Vídeo Indígena Amazónico del Chaco y los Bosques Tropicales de América Latina y el Caribe, y obras realizadas en Perú relacionadas a lo indígena. Y a las 8 p.m., se iniciaban los coloquios con el público. Algunos de los temas de estos fueron: “Identidad cultural”; “Derechos de los Pueblos Indígenas”, “Diversidad cultural en los medios”. Entre los expositores estuvieron, Rodrigo Montoya, Luis Figueroa, Fernando Valdivia, Andrés Chirinos, Ana María Pérez, Roger Rumrrill, Tarcila Rivera, además de los propios organizadores y los invitados extranjeros.
El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas que organiza el CLAPCI desde hace 20 años no se presentaba en el Perú desde el año 1992 (Lima y principalmente Cusco). Aquella vez tuvo una organización más bien modesta. No extraña tal ausencia en un país donde, hasta hace muy poco, las personas de rasgos indígenas o mestizos solo aparecían en las pantallas para ser mostradas como delincuentes o personajes marginales y denigrantes. Si bien en el Perú no se ha extendido un discurso o activismo indígena al mismo nivel de países vecinos, sí existe una mínima producción referida a lo indígena, y que continúa una tradición fundada por la llamada Escuela de Cine de Cusco y el largometraje Kukuli (1960, Luis Figueroa), la primera película en quechua realizada en el mundo.
Es un mérito de esta muestra haber presentado producción reciente realizada en el Perú, como Marankiari, Tierra de culebras (2004, Salomón Senepo), Iskay Yachay (2005, Maja Tillmann), Ashaninka: La selva que se va (2004, Joaquín Sancho) o Una muerte en Sion (2002, Federación de Comunidades Nativas Ashuar de Corrientes). Estas obras no están directamente relacionadas con la generación de los llamados cineastas andinos(Ortega, Quispe, Vallejo, Eusebio, Inga, entre otros) cuyas obras de ficción nos revelan otros personajes, escenarios e imaginarios de nuestro propio y diverso país, y enriquecen la cultura audiovisual peruana, pero sin abordar ni reivindicar específicamente lo indígena.
Las raíces de este tipo de audiovisual son más antiguas y amplias. El Festival Internacional de Cine y Video de los Pueblos Indígenas se viene realizando desde 1985 en diversos países del continente promovidos por el CLACPI (Sede México), en coordinación con organizaciones indígenas locales y entidades ligadas a la actividad audiovisual. Existen muchos otros festivales nacionales y regionales. Otro referente fundamental es la experiencia boliviana, donde a partir de una larga tradición de radio comunitaria con participación indígena, surge en 1996 el Plan Nacional Indígena Originario de Comunicación Audiovisual, una experiencia pionera e histórica en la lucha por el ejercicio autónomo del derecho a la comunicación de los pueblos indígenas de América, y que es promovida por la Coordinadora Audiovisual Indígena Originaria de Bolivia, junto a otras organizaciones y confederaciones. En todo el continente, comunicadores y cineastas indígenas se están apropiando del medio audiovisual buscando reconstruir su propia imagen, y crear su propio lenguaje y cultura audiovisual. Las obras resultantes pueden no satisfacer a las miradas especializadas, pero esos problemas técnicos son cada vez más escasos. El audiovisual indígena esta adquiriendo valor no solo por su innegable importancia en una estrategia de resistencia cultural, o por originarse en procesos comunitarios (video proceso), sino también porque cada vez está mas preparado para dirigirse al publico común y corriente, aquel que ni siquiera sabe de su existencia. Y a eso contribuyen no solo los realizadores indígenas, sino también aquellos realizadores comprometidos con la cultura indígena, como, en el caso de nuestro país, Fernando Valdivia y Salomón Senepo, entre otros.
Fade in. Son la 1.30 de la mañana, Fernando Valdivia(director del premiado Buscando el azul) y yo salimos totalmente agotados de la evaluación que acaba de concluir en un ambiente casi festivo, a pesar del cansancio de todos. El Festival se clausuró multitudinariamente hace unas horas, al ritmo de estudiantina y con el sabor de la cancha, la cecina y el tamal que convidaron los organizadores. En Qosqo, como todos los años en esta fecha, aún se está celebrando el Inti Raymi. Avanzando hacia la Av. Arequipa, veo flamear la bandera en la residencia del embajador de los EE.UU. Recuerdo las palabras de aquel técnico de iluminación, con mucha experiencia en publicidad, que ante el arduo trabajo que le ocasionaba el iluminar las escenas donde aparecían personas de piel negra o cobriza, dijo alguna vez, muy serio y profesional, que pareciera que la cámara estuviera hecha sólo para los blancos.
Esos últimos minutos han sido fundamentales, los proyectos y sueños han brotado como flores en la selva tropical: la red peruana de comunicadores indígenas, una muestra itinerante para el interior del país, traer a Perú el festival internacional. Y, para mí, la flor/sueño más hermosa: el proyecto de un canal de televisión indoamericano, cuya señal llegue desde Alaska a la Patagonia, recordándonos de dónde venimos, pero también produciendo cultura indígena moderna, sin miedo al futuro, con el orgullo y seguridad de ser heredera de una civilización y una tradición milenarias. Pronto, exíjaselo a su empresa proveedora de televisión por cable.
Fin. Esta historia continuará.”
Marco Antonio Condori Oymas (Perú, 1974)
Comunicador Social. Documentalista. Fundador de ImaginAcción - Centro de Comunicación Social. Fue expositor y capacitador en el taller de este festival.
Por Marco Condori
26 Abril 2007
(Cinencuentro.com -Todo el cine del Perú)
Estas dos citas merecen una consideración especial. En la nota anterior sobre el cine hecho por negros dejamos sin mencionar los productos de los pueblos originarios de Norteamérica. La multiculturalidad, sin duda, abarca no sólo la cultura afro norteamericana, también fue interpretada por aquellos films producidos por blancos allá por la década del 60, pero enfocada hacia la tremenda problemática étnica cuya víctima es el “piel roja”, los pueblos aborígenes de los EE.UU., y también la que se encuentra al sur del Río Grande: Méjico, ya mencionado, cuya cinematografía tiene peculiaridades producto de su contacto con el país grande, por un lado, y por el otro por su casi constante protagonismo en el “western” –junto al piel roja-, género belicista por excelencia, puro y exclusivo de Hollywood, cuyo fin fue promocionar como ninguno el destino manifiesto y el origen heroico y místico de la naturaleza anglosajona. O sea que dos grandes enemigos enfrentó el vaquero -tipo John Wayne-, el colonizador y el bandido blanco; uno fue el “indio” y el otro al sur, bien al sur, el mejicano. Autores de la talla de John Ford, Raoul Walsh, King Vidor, Fritz Lang, Michael Curtiz, William Wyler, Raoul Walsh, Howard Hughes, William A. Wellman, King Vidor, Howard Hawk, Samuel Fuller, y muchos más, esparcieron su obra por el lejano oeste, los espacios y lugares sagrados de los pueblos aborígenes y la frontera con Méjico. No puedo dejar de mencionar, por supuesto la obra cumbre del western, hecha por Fred Zinnemann y protagonizada por los míticos Gary Cooper y Grace Kelly, “A la hora señalada” (High Noon, 1952). Y no es posible dejar de mencionarla por una cuestión muy simple, si queremos entender un poco más esa cultura que inundó de imágenes el mundo entero, la película esta impregnada de misticismo, religiosidad, destino manifiesto, hombre medio y estilo de vida norteamericanos, o sea el sueño americano, y por supuesto todo el star-system y la industria en su pleno apogeo. Se goza por tener todos los elementos y condimentos de la forma de vida y la concepción del mundo hacia donde debía dirigirse el sistema en su destino globalizador.
Esta fue la contracara de esa muy compleja moneda que fue la cuestión étnica en el seno de la propia primera potencia.
Si el western fue un género de amplia repercusión y espléndido difusor cultural, también fue admirado por haber generado obras valiosas desde el punto de vista formal, con historia llanas, simples y muy apasionadas, con directores eximios dotados de una profesionalidad y un manejo técnico indudables, pero muy arraigados al sistema, y muy esclavos de las profundas raíces de un americanismo excluyente y fanático. Basta señalar algunas obras como la ya mencionada “A la hora señalada” de Fred Zinnemann, “Río Bravo” de Howard Hawks, o “La Diligencia” de John Ford.
Pero también desde el mismo seno, surgieron autores que miraron de otra manera este fenómeno. Tal el caso de Arthur Penn “Pequeño gran hombre”, “El restaurant de Alice”, “Bonny and Clyde”, o Sam Peckinpah, con “La pandilla salvaje”, “Perros de paja”, etc., donde la violencia cobra un primerísimo plano y se transforma en tema de un ojo muy crítico y enjuiciador, dirigido a advertir no sólo como fue el hombre durante la conquista y la colonización, sino cómo es el hombre ahora en la sociedad estadounidense.
Como ven el tema es infinito, tiene múltiples enfoques, posee complejas raíces, abarca innumerables caminos, y comprende aspectos donde son muy pocos los pueblos del mundo que pueden negar estar involucrados de alguna manera. De ahí nuestra atenta mirada y la permanente advertencia sobre estas latitudes y sobre la obra de estos hombres.
Por supuesto algo habría que decir sobre la Cuba africana, o el Brasil multiétnico, negro, mestizo y portugués. Pero excede nuestras posibilidades y será motivo de nuevos comentarios e intentos de explicar sus encuentros y desencuentros.
Por supuesto, aquí el negro jugó un papel de poco protagonismo, casi ningún heroísmo, y mucha riqueza conceptual y humana, eso sí. Ni hablar del aborigen, el cine fue poco piadoso, y pueblos blancos, como el nuestro, salvo honrosas excepciones, conscientes de sus orígenes y alertados sobre nuevas concepciones y terminologías, “pueblos originarios”, no se han percatado de que también somos hijos, tenemos raíces y bebemos de lo telúrico en cada rincón y a cada paso en los caminos de nuestro extenso y particular territorio.
El cine argentino merece un capítulo aparte y no ha tenido ni tiene ningún nexo con el cine hechos por negros o bien con la participación de algún hombre de color en sus pantallas. No recuerdo haber visto ninguna película realizada en nuestro país sobre este tema. O sea que hemos bebido sólo parte de ese inmenso caudal étnico y universal. También hablaremos acerca de lo que tomamos y lo que dejamos, o no comprendimos de ese fenómeno cultural. Es, como dicen, una asignatura pendiente.
Sólo una acotación más acerca del cine y la cultura afroamericana. Dos películas ejemplifican un poco más este tratamiento por parte de Hollywood, o lo que es lo mismo el stablishment cultural norteamericano. Ambos tratan el tema de la educación de los jóvenes de ciertas comunidades urbanas. Hablo de “Semilla de maldad” (The Backboard Jungle) de Richard Brooks, hecha en 1955, protagonizada por Glen Ford, Vic Morrow y Sidney Poitier. La tensión étnica (negros, latinoamericanos, etc.), la violencia que se transpira a cada momento, y el tratamiento de la sexualidad, son, quizá los tres aspectos más patentes y notorios que se observan en todo su desarrollo, por supuesto ambientada en un barrio marginal de la gran urbe y en un contexto de post-guerra latente y siempre activo. La otra “Al maestro con cariño” (To Sir With Love), hecha por el ignoto James Clavell, en 1966, y protagonizada por el mismo Sidney Poitier como el maestro, y como dato curioso canta Lulu.¿Qué tienen en común los dos films? Primero, en ambos se destaca el actor negro, o sea Sidney Poitier. Segundo, apuntan a destacar la necesidad de afianzar la responsabilidad ante la sociedad y abandonar ese estado permanente de rebeldía que fue típico y constante en los EE.UU en los años posteriores a la 2da. Guerra Mundial, especialmente por la juventud, la adolescencia, frente a los nuevos desafíos ya no de un país sino más bien de un nuevo mundo (bipolar) en gestación. Creo que se merecen, ambos films, un tratamiento un poco más fino, y un análisis un poco más profundo. El sistema educativo de esa sociedad debía constituirse quizá en una de las principales herramientas para tal fin. Hoy, algunos estadounidenses deben estar replanteándose estas cuestiones, Obama (primer presidente negro real, no en la ficción) y la crisis -financiera y económica-, que la irresponsabilidad de semejante potencia ha provocado en el mundo entero, golpea en los países más vulnerables, no hay que olvidarlo.
Héctor Correa
Punta Alta, febrero de 2009
Esta fue la contracara de esa muy compleja moneda que fue la cuestión étnica en el seno de la propia primera potencia.
Si el western fue un género de amplia repercusión y espléndido difusor cultural, también fue admirado por haber generado obras valiosas desde el punto de vista formal, con historia llanas, simples y muy apasionadas, con directores eximios dotados de una profesionalidad y un manejo técnico indudables, pero muy arraigados al sistema, y muy esclavos de las profundas raíces de un americanismo excluyente y fanático. Basta señalar algunas obras como la ya mencionada “A la hora señalada” de Fred Zinnemann, “Río Bravo” de Howard Hawks, o “La Diligencia” de John Ford.
Pero también desde el mismo seno, surgieron autores que miraron de otra manera este fenómeno. Tal el caso de Arthur Penn “Pequeño gran hombre”, “El restaurant de Alice”, “Bonny and Clyde”, o Sam Peckinpah, con “La pandilla salvaje”, “Perros de paja”, etc., donde la violencia cobra un primerísimo plano y se transforma en tema de un ojo muy crítico y enjuiciador, dirigido a advertir no sólo como fue el hombre durante la conquista y la colonización, sino cómo es el hombre ahora en la sociedad estadounidense.
Como ven el tema es infinito, tiene múltiples enfoques, posee complejas raíces, abarca innumerables caminos, y comprende aspectos donde son muy pocos los pueblos del mundo que pueden negar estar involucrados de alguna manera. De ahí nuestra atenta mirada y la permanente advertencia sobre estas latitudes y sobre la obra de estos hombres.
Por supuesto algo habría que decir sobre la Cuba africana, o el Brasil multiétnico, negro, mestizo y portugués. Pero excede nuestras posibilidades y será motivo de nuevos comentarios e intentos de explicar sus encuentros y desencuentros.
Por supuesto, aquí el negro jugó un papel de poco protagonismo, casi ningún heroísmo, y mucha riqueza conceptual y humana, eso sí. Ni hablar del aborigen, el cine fue poco piadoso, y pueblos blancos, como el nuestro, salvo honrosas excepciones, conscientes de sus orígenes y alertados sobre nuevas concepciones y terminologías, “pueblos originarios”, no se han percatado de que también somos hijos, tenemos raíces y bebemos de lo telúrico en cada rincón y a cada paso en los caminos de nuestro extenso y particular territorio.
El cine argentino merece un capítulo aparte y no ha tenido ni tiene ningún nexo con el cine hechos por negros o bien con la participación de algún hombre de color en sus pantallas. No recuerdo haber visto ninguna película realizada en nuestro país sobre este tema. O sea que hemos bebido sólo parte de ese inmenso caudal étnico y universal. También hablaremos acerca de lo que tomamos y lo que dejamos, o no comprendimos de ese fenómeno cultural. Es, como dicen, una asignatura pendiente.
Sólo una acotación más acerca del cine y la cultura afroamericana. Dos películas ejemplifican un poco más este tratamiento por parte de Hollywood, o lo que es lo mismo el stablishment cultural norteamericano. Ambos tratan el tema de la educación de los jóvenes de ciertas comunidades urbanas. Hablo de “Semilla de maldad” (The Backboard Jungle) de Richard Brooks, hecha en 1955, protagonizada por Glen Ford, Vic Morrow y Sidney Poitier. La tensión étnica (negros, latinoamericanos, etc.), la violencia que se transpira a cada momento, y el tratamiento de la sexualidad, son, quizá los tres aspectos más patentes y notorios que se observan en todo su desarrollo, por supuesto ambientada en un barrio marginal de la gran urbe y en un contexto de post-guerra latente y siempre activo. La otra “Al maestro con cariño” (To Sir With Love), hecha por el ignoto James Clavell, en 1966, y protagonizada por el mismo Sidney Poitier como el maestro, y como dato curioso canta Lulu.¿Qué tienen en común los dos films? Primero, en ambos se destaca el actor negro, o sea Sidney Poitier. Segundo, apuntan a destacar la necesidad de afianzar la responsabilidad ante la sociedad y abandonar ese estado permanente de rebeldía que fue típico y constante en los EE.UU en los años posteriores a la 2da. Guerra Mundial, especialmente por la juventud, la adolescencia, frente a los nuevos desafíos ya no de un país sino más bien de un nuevo mundo (bipolar) en gestación. Creo que se merecen, ambos films, un tratamiento un poco más fino, y un análisis un poco más profundo. El sistema educativo de esa sociedad debía constituirse quizá en una de las principales herramientas para tal fin. Hoy, algunos estadounidenses deben estar replanteándose estas cuestiones, Obama (primer presidente negro real, no en la ficción) y la crisis -financiera y económica-, que la irresponsabilidad de semejante potencia ha provocado en el mundo entero, golpea en los países más vulnerables, no hay que olvidarlo.
Héctor Correa
Punta Alta, febrero de 2009
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