Escrita y dirigida por Asghar Farhadi
Reparto: Peyman
Moaadi, Leila Hatami, Sareh Bayat, Shahab Hosseini, Sarina Farhadi, Kimia
Hosseini, Babak Karimi, Ali-Asghar Shahbazi, Shirin Yazdanbakhsh
Country: Irán
Lenguaje: Persian
También conocida
como: A Separation
Locaciones: Teherán,
Irán
Productor: Asghar
Farhadi
Director de
fotografía: Mahmood Kalari
Montaje: Hayedeh
Safiyari
Año: 2011
PREMIOS
2011: Oscar: Mejor
película de habla no inglesa. Nominada a Mejor guión original
2011: Festival de
Berlín: Oso de Oro a la Mejor película, Mejor actor, Mejor actriz
2011: Globos de
Oro: Mejor película de habla no inglesa
2011: National
Board of Review: Mejor película extranjera
2011: Premios
Cesar: Mejor película extranjera
2011: Critics
Choice Awards: Mejor película extranjera
2011: Círculo de
críticos de Nueva York: Mejor película extranjera
2011: Independent
Spirit Awards: Mejor película extranjera
2011: Satellite
Awards: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2011: Asociación de
Críticos de Los Angeles: Mejor guión
2011: Premios
BAFTA: Nominada a Mejor película de habla no inglesa
2011: Premios
Guldbagge (Suecia): Mejor película extranjera
2011: British
Independent Film Awards: Mejor película extranjera
2011: Nominada Premios
David di Donatello: Mejor película extranjera
Antes había sido el Imperio
Persa, hoy es la República Islámica de Irán –también llamada Persia-. Tiene una
extensión enorme (1.648.000k2), lo que la ubica entre los mayores
países del mundo en cuanto a tamaño. Nuestro país Argentina tiene 2.480.000 km2.
Según los últimos datos rebelados tiene una población de 80.000.000 de
habitantes, el doble que la nuestra. Teherán es la capital, donde se desarrolla
esta historia, la historia de un divorcio. La historia de su religión es
bastante compleja, hoy la oficial es el Islam. El tema de la fe y sus rígidos
preceptos cruza toda la película, hasta tal punto que los atuendos y las
relaciones de familia se translucen permanentemente, lo que significa que están
bajo la constante influencia del Corán. Pero no mucho más. En ningún momento el
guión hace referencia alguna al carácter religioso de las relaciones
interpersonales y a la forma en que funcionan los llamados tribunales públicos
a los cuales son sometidos los personajes, ya sea por cuestiones de carácter
civil o penal. El film se inicia con la pareja central dialogando de frente con
un supuesto juez, quien trata de dirimir el pleito del pedido de divorcio
disparando los acontecimientos hacia una decisión consensuada, donde la hija
del matrimonio debe tomar la resolución final, lo que inapelable.
El film es un estupendo
ejercicio sobre el punto de vista. Los acontecimientos se desarrollan bajo la
atenta mirada de la hija, y la cámara de Asghar Farhadi se limita a registrar
hechos, acciones y rostros que surgen de una historia cara para los persas, o
cualquier país musulmán que se encuentra en la etapa occidentalizadora
propuesta por las grandes potencias del mundo -Irán no es otra cosa-, donde el
hombre es un hombre musulmán, la esposa es una mujer musulmana y la hija una
hija musulmana. O sea que hay que partir de una clara premisa: la niña mira la
separación o divorcio de sus padres como una catástrofe que hay que evitar de
cualquier modo, el punto de vista del realizador la pone en imágenes
dramatizando el contexto, la familia, la justicia, y la cuestión religiosa, sin
descuidar a la niña en ningún momento.
Paralelamente es la historia de
una decisión crucial. La que en definitiva debe tomar Termeh, verdadera
protagonista del film. Así se inicia la película, cuando el juez les advierte
que la medida debe ser conjunta, y así termina también, con esa propuesta que
de alguna manera debe resolverse. Los ojos de la cámara son los ojos de Termeh,
y si el guión fue pergeñado para ser así, el contexto social y religioso de
Irán es el contexto de clara transformación de un país de indudable perfil
islamita en vías de una controvertible occidentalización donde el cine, entre
otras manifestaciones, culturales y religiosas, y, como consecuencia, sociales,
cobra un papel incuestionable.
Este es un perfecto ejemplo
donde se desarrolla esa lucha entre ortodoxos (conservadores) y progresistas
(occidentalistas), y el ámbito de la fe es propicio para manifestaciones duras
y rígidas. Las mujeres encabezan ambas posturas, sólo Termeh lidera el dudoso
futuro iraní. Aparentemente deberán ser las nuevas generaciones las encargadas
de trasponer las fronteras, o bien, construir una sociedad distinta, sin la falsa
antinomia de islamismo-occidente, religión o muerte, o alguna otra por el
estilo que van surgiendo en el curso de esa desgraciada y milenaria historia.
Es claro que en el film tomar
partido por una posición u otra implica un profundo conocimiento de las raíces
y características religiosas de la sociedad iraní. En última instancia son las
dudas y las incertidumbres las que conducen la historia a callejones sin
salida, y dejar un final abierto es una posición no comprometida y correcta
políticamente. El film fue premiado en Hollywood, o porque como planteo es
inocuo, o como por ser un grito de ayuda está diciéndonos que sólo ellos pueden
decidir su futuro, sin la intervención extranjera. El debate lo desarrollará el
propio islamismo, en el seno de la comunidad, en el orden religioso y si es
necesario en los estrados judiciales.
Teniendo en claro estas
consideraciones, el film ostenta un extraño y expectante perfil narrativo,
lleno de vericuetos y momentos de mucha tensión dramática, con diálogos muy
precisos y justos, y actuaciones medidas y muy controladas, lo que implica una
construcción de personajes coherentes y a la vez contradictorios, lo que
entraña una relación dialéctica de hondas y ricas claves entre el individuo y la
sociedad en que vive.
Impresionante película si
tenemos en cuenta el concepto final, o si nos adentramos en la duda que carcome
a la niña y a los padres, si buceamos en las aristas de la sociedad iraní, o si
nos ponemos en el lugar de los preceptos religiosos que dominan ciertos
aspectos profundos del hombre de esas regiones. No debe de ser fácil dar vuelta
una cultura milenaria, ni aquí, ni en China ni en la India, y comprender esto
nos cuesta, y deberemos tener mucha sabiduría para no contaminar y para no
lastimar al hombre de otros lugares, de otros ámbitos y de otras creencias.
Héctor Correa
Punta Alta, junio de 2012
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