TÍTULO ORIGINAL: Der
siebente Kontinent
AÑO : 1989
DURACIÓN: 104 min.
PAÍS: Austria
DIRECTOR: Michael
Haneke
GUIÓN: Michael Haneke, Johanna Teicht
MÚSICA: Alban Berg
FOTOGRAFÍA: Anton Peschke
REPARTO: Birgit Doll,
Dieter Berner, Leni Tanzer, Udo Samel,
Silvia Fenz, Robert Dietl
PRODUCTORA: Wega Film
Filmografía:
1989
Der siebente Kontinent (El séptimo continente)
1992
Benny's Video (El video de Benny)
1994
71 Fragmente einer Chronologie des Zufalls (71 fragmentos de una cronología del
azar)
1995
Der Kopf des Mohren (La cabeza del moro) (guión)
1997
Funny Games
1997
Das Schloß (El castillo)
2000
Código desconocido
2001
La Pianiste (La pianista). Adaptación de la novela La pianista de la autora austriaca
Elfriede Jelinek.
2003
El tiempo del lobo
2005
Caché o Escondido
2007
Funny Games, remake realizada en EE.UU.
2009
Das Weiße Band (La cinta blanca).
Premios:
La Pianiste
(La pianista): Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes.
Caché
(Escondido): Premio al mejor director en el Festival de Cannes y premio a la
mejor película y mejor director de los Premios del Cine Europeo 2005.
Das Weiße
Band (La cinta blanca): Palma de Oro en el Festival de Cannes. Globo de Oro a
la mejor película extranjera.
Este es el
primer largometraje de ficción que hizo Michael Haneke luego de pasar por la
televisión, el cortometraje y el documental, en el año 1989, cuando cayó el
muro de Berlín. De padre alemán y madre austríaca, nació en Múnich el 23 de
marzo de 1942. Datos importantes que van a enmarcar un estilo y una forma de
pensar el film bien definidos.
La familia
compuesta por Anna Schober, Georg Schober, y Evi Schober, viven la rutina
diaria sin contratiempos. Todo transcurre con normalidad. El trabajo, el
negocio, la escuela. Las imágenes de Haneke apuntan a describir un estado de
cosas donde los elementos de uso diario, la alimentación, el transporte, y la
relación de la familia con el mundo que los rodea, se desarrollan de acuerdo a
la controlada organización de la sociedad en la que viven. Sólo las misivas de
Anna a su suegra van un poco más allá y relatan algunos aspectos íntimos que de
otra manera el espectador no podría conocer. Cada secuencia, cada
acontecimiento destinado a reafirmar la repetición y la monotonía termina con
un cuadro en negro. Luego se sucede otra rutina, y la primera parte del film
nos invade de hastío y redundancia. Cabe aclarar aquí la transparencia del
director, la simpleza narrativa con la que transmite lo que piensa de esa
familia y de esa sociedad. Sólo apenas, en unas pocas ocasiones, esta sensación
se interrumpe por una imagen surrealista de un mar, sus rocas y su apacible
playa. Acto alegórico éste, lleno de connotaciones simbólicas y oníricas.
En “La
metamorfosis”, Frank Kafka inicia el cuento así con simpleza, indiferencia y
parsimonia:
“Cuando Gregorio Samsa se despertó una mañana
después de un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un
monstruoso insecto. Estaba tumbado sobre su espalda dura, y en forma de caparazón
y, al levantar un poco la cabeza, veía un vientre abombado, parduzco, dividido
por partes duras en forma de arco, sobre cuya protuberancia apenas podía
mantenerse el cobertor, a punto ya de resbalar al suelo.
Sus muchas patas, ridículamente pequeñas en
comparación con el resto de su tamaño, le vibraban desamparadas ante los ojos.
«¿Qué me ha ocurrido?», pensó. No era un sueño. Su habitación, una auténtica
habitación humana, si bien algo pequeña, permanecía tranquila entre las cuatro
paredes harto conocidas”…
Las
relaciones o influencias de Kafka sobre Haneke son bastante claras. La abúlica,
perezosa e indolente descripción que hace de sí mismo el insecto de muchas
patitas, autobiográfica, no hay duda, es un retrato no sólo del autor, sino de
una estado social, de una forma de degradación en la que se ve envuelto una
familia, como en “El Séptimo Continente”, cuando la hija - Evi Schober-,
confiesa la mentira de su ceguera, o la patética incomunicación entre ellos. La
ausencia de una salida existencial frente al bombardeo material y tecnológico;
el desmedido énfasis en el vacío bienestar que le ofrecen los medios de
comunicación como la TV, o el lavado del auto, la insatisfacción en todos los
órdenes, la falta de sentido de una forma de vida donde el amor es un gran
ausente, más las secuelas del Muro de la Vergüenza, la alienación y la enajenación
frente al sufrimiento del otro, todos temas abordados por el surrealismo y por
supuesto Kafka, determinan un estado de consciencia para Haneke que concluye
con la muerte. La muerte de la consciencia individual y social es la
transformación en el insecto que no merece vivir. Es repulsivo, sucio y
repelente. Su filmografía retorna permanentemente sobre esta imagen ruin y
decadente del hombre y la sociedad.
Algunos críticos
han denominado como “gelidez emocional” la atmósfera o el clima de sus primeros
tres films: “Der siebente
Kontinent” (1989, El séptimo continente), “Benny's Video” (1992, El video de
Benny), y “71 Fragmente einer Chronologie des Zufalls” (1994, 71 fragmentos de
una cronología del azar), llamada trilogía de la gelidez emocional; me inclino
por pensar que esa parálisis psicológica, enajenación, o como quiera
llamársele, de todos sus personajes, en toda su filmografía, y en especial (1997) “Funny Games”, es un punto existencial
de máxima concentración, donde va a residir la evolución moral y social del
hombre, donde va a terminar toda su degradación y sus pobres esperanzas. Por
supuesto va dirigido a conmocionar agresivamente al espectador, a estremecerlo
en su última fibra, recurso éste que ya Bertolt Brecht había usado con su
técnica teatral del “extrañamiento” que implicaba un alejamiento …”por la que
sea posible situar la acción delante de nosotros, en lugar de implicarnos en
ella por medios <>.” O sea evita la identificación del
actor, corriente sostenida por lo que él llamaba el teatro dramático, en
oposición al teatro épico que él proponía. La gelidez de Haneke, de su técnica
narrativa está impregnada de enajenación y/o alienación, más como recurso para
llegar a sus objetivos que como fin en sí mismo.
Otros
autores, tal el caso del español Luis Buñuel, quien filmó profundamente influenciado
por el surrealismo kafkiano -recordemos “El perro andaluz”, “Nazarín”,
“Viridiana”, “El ángel exterminador”, “Tristana”, o “El discreto encanto de la
Burguesía”, etc.-, o bien las obras de las décadas del 60 y el 70 de Michelangelo
Antonioni (“El grito”, "La noche", "El eclipse", "Blow-Up,
deseo de una mañana de verano", etc.), Jean-Luc Godard (“Sin aliento”, “Made
in USA”, “Weekend”, “Yo te saludo, María”, etc.), Alain Resnais (“Noche y
niebla”, “Hiroshima, mon amour”, “El año pasado en Marienbad”, etc.) y muchos
otros en el marco de la Nouvelle Vague, o el cine italiano post neorrealista,
cuando empezaron a surgir propuestas estéticas asentadas en una nueva
concepción del cine con relación al hombre y la realidad, todos replantearon
los recursos convencionales de la narrativa aristotélica en esa tremenda lucha
forma-contenido, fenómeno que produjo un cine formal y conceptualmente
decadente como reflejo de un mundo inmerso en una transformación contra el
orden establecido y la reivindicación de lo sectores marginales y desposeídos.
Hasta tal
punto la narrativa kafkiana llegó a afectar la cuestiones formales y
conceptuales del cine europeo. No sólo estos realizadores buscaban
desesperadamente nuevas formas narrativas, sino que miraban el cine
norteamericano con profunda desconfianza, veían la estética hollywoodense como
puro mercantilismo, dentro de una idea expansionista de la cultura
estadounidense, y por supuesto, pensaban que los contenidos eran propios de esa
postura hegemónica y su forma un soporte estético para llevarlo a cabo.
Haneke no
está muy lejos de todo esto, y sus obras denotan esa reacción donde el fenómeno
nazi, como hecho no sólo bélico o económico, sino social y cultural ha llegado
hasta la médula de la sociedad europea, lo que merece un tratamiento destinado
a replantear nuestra visión del fenómeno y a reaccionar de alguna manera, de lo
contrario el hombre repetirá la historia, y el holocausto será tan natural como
el huracán Katrina en Nueva Orleans.
Héctor Correa
Punta Alta,
mayo de 2012
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