Una breve explicación acerca de lo que es
un “Cine Club” merece que nos detengamos en algunos de los aspectos más
relevantes de lo que constituye el fenómeno cinematográfico como expresión
artística y no mero entretenimiento. La consideración del cine como arte es, a
grandes rasgos, el origen del movimiento cineclubista a nivel mundial. Nace el
“cineclubismo” como necesidad y como actitud frente a un hecho socio-cultural
de extraordinaria expansión y profunda significación durante todo el s. XX. A
mediados, y aún antes, de esta centuria y hasta la actualidad, el espectador
cinéfilo o no comienza a ver cine con otros ojos, con otra mirada, y se inician
los agrupamientos destinados a indagar, bajo la pregunta simple y elemental de
¿cómo se mira un film?, pregunta que encierra toda una postura existencial, y a
tratar de deconstruir la obra fílmica con múltiples objetivos estéticos,
técnicos, y humanos. El cine que se desarrolla en ciertos países de Europa
(Francia, Italia, Alemania, Polonia, Checoeslovaquia, Hungría, Rusia, etc.) en
las décadas del 40, 50 y 60 en especial, tratan de escapar de la influencia
industrialista y mercantilista del cine norteamericano con un claro predominio
universal, salvo las ricas e innovadoras producciones de un grupo de
realizadores, muchos de ellos europeos, refugiados como consecuencia de la
guerra, e incursionan en el estudio y la producción de un cine conceptual y
estéticamente distinto, asentado sobre la concepción del hombre y del mundo del
autor más que en su éxito comercial o taquillero, y por añadidura, en el
lenguaje del cine, su gramática y su particular semántica.
Por supuesto, nuestro país, que hizo un
cine desde sus inicios, a principios del siglo XX, fundado en la influencia
esencialmente norteamericana, y en la década del sesenta, en el francés y en el
italiano, dada la extraordinaria movida de los grandes directores de la
Nouvelle Vague y del Neorrealismo italiano, no estuvo aparte de esta tendencia,
y no sólo realizó producciones bajo esa estética sino que además la cultura
argentina, por no decir porteña especialmente, pergeñó obras en el teatro, la
pintura, la literatura y el cine, con clara influencia europea. Entre ellas la
generación de varios cine clubes, como el “Cine Club Núcleo” y la revista
“Tiempo de Cine” de honda significación y ascendiente en los autores y la
crítica de nuestro país especialmente.
Ambos, trabajaron meticulosamente sobre el
nuevo cine europeo, argentino, de detrás de la cortina de hierro, y en el
rescate de ese grupo tan particular de directores norteamericanos, como Jacques
Torneur, William Wyler, Frank Capra, Billy Wilder, o Alfred Hitchcock, de
origen extranjero, así como los directores rebeldes, y aquellos artesanos que
si bien respetaban los códigos hollywoodenses eran verdaderos creadores en el
medio.
El Cine Club fue, entonces, una
herramienta peculiar y muy propicia para conocer el origen y las
características esenciales del lenguaje cinematográfico contribuyendo a valorar
mejor el cine que vemos. La apreciación cinematográfica, y el aliento a las
posturas críticas frente a la pantalla, se constituyeron en los ejes esenciales
de estas instituciones que también fueron generadoras de un periodismo
especializado fundado en muchas ocasiones en corrientes filosóficas y lingüísticas
que profundizaron en el arte de la confección de guiones y la realización.
Sobre esto cabe decir que los mejores críticos y periodistas de cine, y arte en
general, surgieron en un alto porcentaje de estos cineclubes.
La Biblioteca Alberdi de Punta Alta ha
asumido un claro desafío. Un Cine Club es un foro, es decir, un espacio no sólo
desde el punto de vista físico, sino desde lo que entraña un debate, una mesa
redonda, una discusión sobre un tema, y en este caso, sobre una obra de arte
como es un film. Pero, no es sólo esto, lleva consigo una estructura, una
organización, y un sentido institucional que hace que se lo dote de una entidad
para su instalación y consecución de los objetivos que le da su razón de ser.
Es una organización socio-cultural, portadora de una dinámica especial para el
conocimiento, la educación y la formación no sólo sobre el séptimo arte sino
también desde lo humano, si consideramos que la obra fílmica es la consecuencia
de una tarea noble sobre una concepción del hombre y del mundo, tal como sucede
con la literatura, la poesía o la pintura.
Punta Alta tuvo una importante
experiencia, en este terreno, que se remonta a finales de la década del
cincuenta con la aparición y organización del Cine Club Punta Alta,
exhibiéndose el material fílmico en el viejo Cine Colón, para lo cual se
contrataba todos los domingos a las diez de la mañana un proyectorista que se
encargaba del manejo técnico de la máquina, y con integrantes que un día antes
esperaban en la terminal de ómnibus las películas que venían embaladas en
bolsas con los correspondientes rollos en sus latas. Así se pudieron apreciar
obras del cine ruso, polaco, francés, italiano, sueco, clásicas y
contemporáneas, Chaplin y los Hermanos Marx, como Bergman o Godard. Previo al
comienzo de la proyección se repartían hojas con críticas extraídas de
publicaciones especializadas o bien realizadas por los mismos integrantes del
Club. De esta manera nuestra ciudad no estuvo exenta de participar del movimiento
cineclubista que a nivel nacional y mundial generaban los distintos movimientos
de la crítica y el estudio de este fenómeno, que así escapa a su encasillamiento
como entretenimiento o mero fenómeno de masas para enfocarlo en su verdadera
dimensión como expresión artística y de profundos contenidos.
Salvador Sammaritano
Luego, otros modos o prácticas llevaron a tratar
de emular ese fenómeno cultural, pero fueron muy efímeros o circunstanciales,
sujetos muchas veces al poder político de turno y a la burocracia cultural del
momento. Hasta la creación del Club de Ajedrez, a mediados de la década del 80
que, bajo la concepción de la práctica ajedrecística como un arte tanto como un
deporte, se inicia otra etapa para ensayar un esbozo de cine debate, que
conjuntamente con el Premio Alfil, como hechos culturales, trata de incursionar
en la consideración de un cine para el análisis y el estudio crítico de las
mejores obras de la cinematografía universal.
Otras instituciones o movimientos, como el
4to. Diálogo del Movimiento Focolares, retoman con mucho esfuerzo y entusiasmo
esa concepción, y en el Bar Central se inician foros de cine debate centrados
en los valores y las concepciones humanísticas de las películas y sus autores
como ejes para la discusión y la elucidación de los mejores fines para
promocionar el diálogo entre las distintas creencias alrededor de la imagen y
la metáfora fílmica. Toda una cabal experiencia sobre cómo el cine puede ser un
interesante vehículo de acercamiento y afinidad entre hombres con distintos juicios
y pensamientos.
Por último, ciertos requisitos se deben cumplir para que podamos hablar de un Cine Club. Primero que sea una cabal ayuda a la difusión del cine. Segundo que se logre cierta continuidad en el tiempo. Tercero que se le de una estructura para que se produzca el encuentro entre el espectador y el film, y una organización propicia para su desarrollo y sustento. Y cuarto se proponga la generación de debates, foros, publicaciones, crítica y estudios. Así, se verán cumplidos los objetivos sustanciales que le dieron significación y razón de ser, hacer del film un vehículo apropiado para el estudio del hombre y su obra, nada menos.
Héctor Correa
Punta Alta, abril de 2012
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