miércoles, 11 de agosto de 2010

CINE Y SOCIEDAD


El pibe. Charles Chaplin.

CINE Y SOCIEDAD

No nos hemos introducido de lleno en los asuntos técnicos del cine. El cine es un arte, y como todo arte tiene un lenguaje propio, lo que implica una gramática propia. Creemos que ya hay numerosos trabajos teóricos y prácticos que se refieren específicamente a sus leyes, no sólo de su estética sino también de sus recursos, de los que se vale el realizador para componer el film. Así y todo, no podemos dejar de reconocer, y lo afirmamos, que la estructura dialéctica “forma-contenido” no escapa a nuestro sumo interés por el arte cinematográfico, es más, lo enriquece y le proporciona los elementos necesarios para una estética específica, propia, dándole sustento y fundamento a todo lo que hemos dicho y diremos acerca de las obras que nos interesan. Más, diremos que esa estructura está determinada, y la historia del cine lo ha demostrado, por los cambios técnicos, culturales y sociales que se van desarrollando a través del tiempo. No es el mismo cine el de hoy, con toda la carga semántica-ideológica que le ha suministrado la televisión en los últimos años, que el cine de los años cuarenta o cincuenta, cuando en distintos países o regiones del mundo se hacían obras cinematográficas ajenas o independientes a esta tremenda influencia de los actuales medios, sean éstos sonoros, gráficos, o electrónicos. Por lo tanto, la realización de películas ha sido un medio muy condicionado por estos aspectos, propios de la evolución técnica y científica de la humanidad.

Ni hablar del peso que sobre el autor tiene la vigencia de ciertos valores éticos, morales, estéticos y sociales, a la hora de la formulación de la historia, la construcción del guión, y su puesta en escena. La entidad de la película como obra de arte tendrá solidez si en sus entrañas lleva, o fue determinada conceptualmente, por la legitimidad y autenticidad que el propio autor le suministró, o fue condicionada por otros factores ajenos a la intención primaria que le dio razón de ser.

Si la sociedad, sus organizaciones, entidades, instituciones -éticas y morales-, en toda su sustancialidad, determina categóricamente la obra de arte, o es el autor el único responsable de su producto o creación, sin intermediarios ni influencias extrañas al acto en sí, es una polémica que por su riqueza y complejidad nos puede llevar a abordar una interminable lista de cuestiones relacionadas con la creación y la estética de los distintos momentos históricos por lo cuales transitó el hombre desde su aparición sobre la tierra. Por lo tanto, vamos sólo a enunciar este tema, y decir que no hay duda que todo acontecimiento que se produce en el mundo en que vivimos indefectiblemente va a repercutir en la mentalidad y la idiosincrasia de los pueblos, de las comunidades, y por supuesto del hombre como individuo, y va a dejar su rastro en las obras que esos individuos están creando, ya sean éstos producto de su imaginación, su creación estética o su capacidad técnica para innovar o mejorar las herramientas de que se vale para sus tareas. Creemos que ésta es una verdad muy firme y sólida. Lo demás, acerca de la inspiración divina y la intuición son o atañen a las concepciones teñidas de religiosidad o misticismo, que también, quizá deberíamos asumir con valentía y sin tapujos. El hombre no es ajeno a nada, y menos en el campo tan complejo y contradictorio de la creación artística.

Otra materia es la relación del cine con la fotografía, la pintura, el teatro, la música, y todas aquellos géneros artísticos, por supuesto la literatura en todos sus aspectos, que actuaron directamente sobre lo cinematográfico. No podemos negar la continuidad socio-cultural que significó el cine con relación a la novela del siglo XIX. Otro asunto para un análisis muy detenido acerca de la naturaleza de esta relación. O la pintura de los impresionistas, o la técnica fotográfica y el estudio de los planos en la elaboración del encuadre o la toma, o la escenografía en el teatro, toda una materia con importantes estudiosos y creadores que sin lugar a dudas influyeron, desde la forma, en la cinematografía universal; y el tratamiento que de la música hicieron los grandes realizadores, aprovechando la extraordinaria belleza de la música sinfónica y popular para crear atmósferas y ambientar secuencias enteras, o como recurso narrativo anunciando o enunciando determinados hechos o acciones a los que era necesario apoyar dramáticamente.

La geografía, como disciplina del hombre estrechamente vinculado a la tierra o a su entorno, le ha dado al cine una dimensión que impregnó de esencialidad a la narración cinematográfica, para lo cual el realizador debió, y debe tener en su debida cuenta ahora más que nunca, el lugar, la espacialidad, y la integración total hombre-naturaleza, dándole a la obra su correcta proporción y equilibrio como obra de arte. No habría film sin esa capacidad para establecer relaciones con la naturaleza, relaciones muy especiales, muy humanas y sensibles.

Hemos hablado en forma permanente, en esta recorrida sobre ciertos films, acerca de la estrecha vinculación entre la literatura y el cine. Hemos dado ejemplos, hemos usado párrafos enteros o breves relatos para poder ubicarnos en esa relación. Sólo diremos ahora que, no habría cine hoy ni nunca sin la narrativa, cuento, novela teatro, mito o leyenda. El arte cinematográfico es la continuidad llamémosle natural del arte de narrar. El guión, el tratamiento de los personajes o su creación, el montaje de las distintas escenas, la composición de las secuencias y los puntos de vista del narrador, etc., todos son producto de la literatura universal, concretamente de Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare, la novela del s. XIX, los grandes autores del s. XX, primero, y segundo, de los realizadores y guionistas del cine universal. No hay duda.

Héctor Correa, agosto de 2010

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