Película:
Tenemos que hablar de Kevin.
Título
original: We need to talk about Kevin. Dirección: Lynne Ramsay.
País: Reino Unido y USA.
Año: 2011.
Duración: 112 min.
Interpretación: Tilda Swinton (Eva), John C. Reilly (Franklin), Ezra Miller (Kevin adolescente), Siobhan Fallon (Wanda), Ursula Parker (Lucy), Jasper Newell (Kevin, 6-8 años), Rocky Duer (Kevin, niño).
Guión: Lynne Ramsay y Rory Kinnear; basado en la novela de Lionel Shriver.
Producción: Jennifer Fox, Luc Roeg y Robert Salerno.
Música: Jonny Greenwood.
Fotografía: Seamus McGarvey.
Montaje: Joe Bini.
Diseño de producción: Judy Becker.
Vestuario: Catherine George.
Distribuidora: Vértigo Films.
Estreno en Reino Unido: 21 Octubre 2011.
Lionel
Shriver, de origen estadounidense, exactamente de Carolina del Norte, escribió
esta novela en el año 2005 pensando que muchos podrían leerla como un tratado contra la maternidad.
Según sus expresiones, lejos estuvo de sus intenciones hacer semejante cosa. De
todas maneras ganó el premio Orange, creado en el reino Unido en 1992, y se concede
a las mejores obras de ficción escritas por mujeres del mundo entero. Editorial
Anagrama, la publicó en junio de 2007. Ésta es su séptima novela, y ahonda en
el desamor, el rechazo solapado, los silencios enfermizos llenos de rencor, y
desmitifica algunos aspectos superidealizados sobre el amor materno y las
relaciones simbióticas, indestructibles,
y románticas, entre una madre y su hijo.
Desde el
punto de vista psicológico, mejor dicho desde el punto de vista de la
psicología femenina y maternal este film es muy complejo. Y es de temerario
indagar en el amor de la mujer y su hijo, especialmente si este es varón,
asunto que ya el psicoanálisis trató con mucho énfasis, y la literatura y el
cine lo hicieron en repetidas ocasiones con mayor o menor fortuna.
Sobre los
vínculos madre-hija, sus aristas y estructura, sus conflictos y rivalidades, el
cine ha sido muy prolífico. Incluso “padre e hija” han dado varios títulos, que
van desde la psiquiatría hasta el abandono y el rechazo (ver en especial el
cine de Hichtcock). Pero seguir el calvario, desde el nacimiento, la niñez y la
adolescencia de un chico, y una madre confundida sobre sus lazos emocionales y
sanguíneos, soportarlo en silencio, y recibir de lleno los reproches y ataques
del niño, incapaz de conformar una relación mínimamente normal con su madre y
viceversa, es de una valentía notable. Sobre esto trata la novela y por supuesto
el film de la escocesa Lynne Ramsay. No es un tratado psiquiátrico, ni subyace
una postura científica o moral por debajo de la historia. Más bien, relata con
pocas palabras e imágenes muy elocuentes, el paso del tiempo y el irracional o
incomprensible choque entre dos seres unidos biológicamente pero totalmente
opuestos desde lo emocional como desde lo esencial en el hombre, a lo que nos
tiene acostumbrados la literatura o el cine convencional.
El enfoque
Hitchcock –“Cuéntame tu historia”, “Frenesí”, o “Psicosis”, por citar algunas
de sus obras-, eminentemente freudiano y con clara influencia de la perspectiva
surrealista (Salvador Dalí o Luis Buñuel), como el shakesperiano de la tragedia
clásica -las dos obras sobre “Edipo” (Sófocles)-, están con claridad reflejados
en el rojo de la fiesta popular del tomate (rodada en el municipio valenciano
de Buñol, donde realmente tiene lugar tan particular celebración, la
“Tomatina”) y en las tonalidades de luz, fotográficas o ambientales de la
cámara, que le imprimió la realizadora. De todas maneras, y por más que queramos,
no es la historia de un psicópata de nacimiento o poseído por el demonio. Si en
algo se detiene la directora Lynne Ramsay, es en describir la ambivalencia de
ciertas conductas “maternales”, donde lo instintivo se choca con lo biológico,
y lo emocional con la racionalidad de una frustración y un desencanto que roza
lo incomprensible, en especial para una madre que no sabemos qué piensa en
realidad de su hijo, y ve cómo el padre sigue su juego sin percatarse que se va
generando un pequeño diablillo, lleno de furia y rencor.
Es para
estudiar detenidamente ambas conductas, la maternal, por un lado, impregnada de
confusión y paranoia, y la paternal, entre indiferente e ingenua, casi al
servicio del final, que va avanzando irremediablemente, casi como una fórmula
matemática, predestinado e inadvertido. Kevin es la versión más reciente de
Norman (Psicosis), no sólo símbolo de muerte y destrucción, sino de un contexto
mucho más amplio, donde, quizá, confluyan cuestiones culturales y sociales, de
indiferencia o desinterés. Haneke, el director austríaco, uno de los más
perseverantes indagadores de la violencia como producto socio-cultural y no
causa precisamente de estos fenómenos, nos ha mostrado desde varios ángulos
cómo es la gestación -siempre teniendo en cuenta que el cine es un vehículo
expresivo de orden artístico-, y cómo se van generando los contextos, en las
sociedades, y los elementos más constitutivos del orden violento y la violencia
sobre los hombres. Así lo ven también directores como Stanley Kubrick (por
ejemplo “La Naranja Mecánica”) a través de imágenes y cuestionamientos a
ciertas prácticas científicas y militares, o bien el mejor cine francés
(Goddard o Trufaut) desde el mismo hombre inmerso en la confusión y el
desaliento (alienación) alentada desde las mismas instituciones y las altas
clases sociales europeas privilegiadas por el genocidio y la expoliación de
continentes enteros. Por otro lado, otros autores como David Lynch, con su
extremo psicologismo extraño y degradante, o el alemán Fassbinder, perversidad
imaginativa y en imágenes, o la sublime narrativa borgiana de Tarkovski como en
Zerkalo (El Espejo) donde afloran sus tremendos planteos sobre el tiempo, su
naturaleza con relación al hombre y su contexto, se acercan a esta directora.
Por lo que se aparta -Lynne Ramsay-, desde el punto de vista formal del punto
de vista de la autora de la novela - Lionel Shriver- donde la protagonista
cuenta su historia a través de misivas, para dejar correr la conciencia, entre
culposa y degradada por el alcohol, del personaje madre, y así recrear un mundo
de la relación con su hijo, su esposo y su pequeña hija, de una realidad
aplastante y trágica.
Héctor CorreaPunta Alta, octubre de 2012
La película en si muy compleja, pero bien trabajada. Muy buenas actuaciones. Me gustó.
ResponderEliminarSaludos
David
Gracias por el comentario David. Realmente merece mucha atención este film.
EliminarHéctor