domingo, 19 de julio de 2009

UN CAFÉ EN CUALQUIER ESQUINA (Man push cart)


Ficha Técnica:

Dirección y guión: Ramin Bahrani. País: USA. Año: 2005. Duración: 87 min. Interpretación: Ahmad Razvi (Ahmad), Leticia Dolera (Noemi), Charles Daniel Sandoval (Mohammad), Ali Reza (Manish), Farooq "Duke" Mohammad (Duke), Upendran K. Panicker (Noori), Hassan Razvi (Hijo de Ahmad). Producción: Ramin Bahrani, Pradip Ghosh y Bedford T. Bentley III. Música: Peyman Yazdanian. Fotografía: Michael Simmonds. Montaje: Ramin Bahrani. Dirección artística: Charles Dafler. Vestuario: Elena Kouvaros.

Si bien el film se refiere a un personaje de origen pakistaní, su director, Ramin Bahrani, es un norteamericano nacido en Carolina del Norte, el 20 de marzo de 1975, de padres iraníes. Realizó 5 películas: “Goodbye Solo” (2008), “Chop Shop” (2007), “Man Push Cart” (2005), “Strangers” (2000), y “Backgammon” (1998). Las escribió y las produjo a todas, hay que destacar, y está considerado un director muy promisorio en EE.UU.

Sobre la diversidad étnica, sus conflictos, vicisitudes e incidencias en la sociedad, de los EE.UU ya hemos hablado en otras notas, con relación a otras películas y a otros directores. Hay, existe, un cine hecho en Pakistán del cual tenemos no muchas noticias, casi ninguna. Lo que significa que su difusión a nivel mundial es casi nula. Sin embargo, en este film el tema de la migración pakistaní hacia Norteamérica cobra una relevancia especial. No hay duda, entonces, que el único cine que existe es el que se produce en el país del norte, y es el único cine que habla de este tema, además. Toda referencia al llamado séptimo arte debe hacerse partiendo de Hollywood, no hay otra forma. Pero, sin embargo, hay que aclarar algo. Y lo hemos hecho en otros comentarios. Se desarrollaron importantes intentos de conformar otro tipo de cine, en la ex Unión Soviética, en algunos países europeos, algo en Latinoamérica y un poco en África y Asia. El cine australiano fue y es un apéndice del cine de habla inglesa y nada más. Así que, si un director iraní filma en EE.UU una película sobre un inmigrante pakistaní resulta interesante, por un lado para conocer su enfoque, y por el otro si está inmerso o forma parte de la inmensa maquinaria da la industria cinematográfica vigente.

Por lo tanto no es lo mismo que un realizador norteamericano, nacido de padres norteamericanos y en tierra norteamericana, vuelque en una obra su visión de la cuestión étnica y la inmigración, que un realizador nacido de padres iraníes, de Irán (Persia), situada en el Medio Oriente, musulmán y con un idioma llamado persa.

En este contexto, este excelente director, ubica su personaje en medio del ombligo del mundo, nada menos que en Manhattan, Nueva York, quizá la ciudad más importante del mundo, se la mire por donde se la mire, -Woody Allen incluido-, y recorriendo sus calles con un pequeño carrito vendiendo café a los transeúntes. Toda una curiosidad étnica, cultural y socio-económica. Este es el protagonista, y este es el escenario. Y no termina ahí, más allá, un poco más allá, una chica española, también de paso por ese país y esa ciudad, vende diarios, revistas y cigarrillos de la misma manera. La película es así, se trata de seres casi marginales, con historias extrañas y relaciones llamémosle ambientales sin definir y muy conflictivas.

Podríamos haber incorporado un mapa de Irán y otro de España. Irán se encuentra en el Medio Oriente, como dijimos, Pakistán en Asia, entre India y Afganistán, y España en Europa. Todos, en el film confluyen en Manhattan, la multiculturalidad llevada a su máxima expresión, sin duda.

La historia es irrelevante. Durante muchos minutos de la película vemos a Ahmad, con su carrito, que mantiene limpio y reluciente, caminar por las superpobladas y esquizofrénicas calles de Manhattan. Apenas algo podemos llegar a conocer de su historia, de su esposa muerta y de su pequeño hijo, su pasado de roquero en su país natal, y sus compatriotas, todos transitando ese país con sus miserias de inmigrantes y sus destinos inciertos. Qué otra cosa les queda parece decirnos el director. No hay duda que no es una mirada muy esperanzadora, ni para el pakistaní, ni para el persa, la española o el asiático que llega con la ilusión del inmigrante y la fuerza de aquél que busca buena vida y fortuna. Quizá el eje de la película pase por ahí. Un film más sobre la cuestión étnica en EE.UU. Lo interesante es que este tipo de cine, a veces, cobra el particular perfil del realizador, porque es una mirada extranjera sobre el país más poderoso del mundo, y porque esa mirada muchas veces es más auténtica que lo que producen los propios norteamericanos.

Además da pie para conocer un poco de la situación del país de origen, bien del realizador, bien de los personajes, inmigrantes éstos. Para eso subimos este mapa. Muchos lectores quizá adviertan de qué país se trata y su ubicación en el mundo, y además quieran, aunque sea por curiosidad, inmiscuirse en su cultura e historia.

Pakistán tiene su propia industria cinematográfica también, conocida como Lollywood, y llegó a producir, en la ciudad de Lahore, unas 40 películas por año últimamente. En sus mejores momentos realizó más de 120 films anuales. Nuestro país, argentina, hacia los años 2004 y 2005, produjo 65 películas anuales. Datos que ayudan un poco a comparar ambas cinematografías, la nuestra y la pakistaní. Dejémoslo ahí este tema, es para otra nota más atenta y concienzuda sobre el cine en la Argentina, y su relación con el mundo.

El mapa ilustra geográficamente Pakistán, la tierra del protagonista de la película. Hacia el oeste, al sur de Afganistán, Irán, la tierra del director y autor del guión, Ramin Bahrani. Desde el punto de vista geopolítico ambos tienen importancia, mucha importancia. Bush, y hoy Obama, no pueden dormir pensando en ellos. En otros momentos, especialmente durante la guerra fría, la ex Unión Soviética vigiló obstinadamente esta región. En estos momentos de la historia de la humanidad, es una región de permanentes conflictos, inestable e impredecible. Más o menos como nuestro continente sudamericano, sin duda.

Como no podemos penetrar con más datos y detalles acerca de la conformación socio-económica y cultural de estos pueblos, vamos a seguir un poco más con la película. Manhattan es uno de los cinco distritos que forman la ciudad de Nueva York, de cerca del millón y medio de habitantes, y es una isla. Dentro de esta isla transcurre esta pequeña historia del pakistaní, en sus calles abarrotadas, siempre con el plano principal del carro brillante e infrahumano, junto con los precisos movimientos de las manos preparando el café y las rosquillas típicas del transeúnte neoyorquino. Esa es la pintura que prevalece; los conflictos inter-étnicos, las pasajeras relaciones emocionales, o los detalles costumbristas, pasan a segundo plano. Nueva York es demasiado poderosa como para prestarles atención, así lo vio Woody Allen, o lo retrató Auster, en “Smoke” junto con Wayne Wang, nacido en Hong Kong. El fenómeno inmigratorio brota en cada toma, en cada encuadre, en realidad, toda la película es una tomografía de este tema, las imágenes filtran el miedo, el sufrimiento, la tensión constante en la cual están inmersos estos individuos que han buscado en EE.UU un lugar de cambio y desarrollo personal. Aunque la inmigración es universal como lo han notado los europeos, y durante el s. XX, Estados Unidos, aún es fuente de tremendos peligros para el hombre medio norteamericano.

El cine y los movimientos migratorios han estado ligados a través de la historia. Directores de casi todos los países, donde se pudo desarrollar un cine preocupado por el hombre, han incursionado en estos contenidos. No podemos desconocer que de los grandes temas universales éste es el gran tema, desde Homero en adelante la literatura primero y el cine después lo han tomado para desarrollar la vida, la muerte, el amor y los sufrimientos en todos sus aspectos y dimensión.

La cámara de Ramin Bahrani muestra cómo viven estos inmigrantes, cómo transitan sus calles, dónde se reúnen y dónde desarrollan sus miserables vidas. Pero no sólo los pakistaníes, otras tantas comunidades étnicas, incluso de América y Europa, se mueven por Nueva York en busca de una mejor vida, o lo que esperan encontrar, aunque muchas veces no puedan o no los dejen, y alimentarán esa fría maquinaria más allá de sus voluntades, sus sufrimientos y sus desgracias.

Héctor Correa

Punta Alta, julio de 2009

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