Babel (2006). Director: Alejandro González Iñárritu. Guión: Guillermo Arriaga. Protagonizada por Gael García Bernal, Brad Pitt, Cate Blanchett, Adriana Barraza y Koji Yakusho. Recibió varios premios, entre ellos el Globo de Oro en 2007. Oscar a la mejor banda de sonido al argentino Gustavo Santaolalla. Premio al mejor director en el Festival de Cannes, y el Premio François Chalais del jurado ecuménico también en Cannes, entre otros.
Esta obra se encuentra inserta en una trilogía, llamada de la muerte, junto con “Amores Perros” y “21 Gramos”, todas películas de González Iñárritu.
Podemos entrar de dos maneras para hablar del film. Una, haciendo hincapié en la condición mejicana del director, creo la menos relevante. Y la otra, mencionando con énfasis el hecho de haber sido filmada como un autor norteamericano. Ambas son factibles y legítimas, no modificando en absoluto creo yo el tema acerca de las influencias que pueden haber asumido en la realización y construcción del film. Sin embargo, han tenido un ascendiente que vale la pena remarcar: el autor es mejicano y el estilo o la forma de narrar incursiona en las nuevas estéticas de los últimos años del cine en EE.UU.
El cine coral –llamémoslo así-, asentado, desde el punto de vista de la técnica narrativa, en un conjunto de historias que, en algún momento convergen y provocan el desenlace de un relato determinado, es un buen recurso para hablar sobre el mundo en el que vivimos, “globalizado”.
La literatura mejicana ha producido obras de mucha relevancia en nuestra lengua, y una pléyade de autores desde Juana Inés de la Cruz (1648), pasando por “Pedro Páramo” y “El llano en llamas” de Juan Rulfo (1917) –cuentos extraordinarios sobre el hombre mejicano y su geografía-, Carlos Fuentes, Octavio Paz, etc. En la cinematografía también, Arturo Ripstein, Alfonso Arau, Alfonso Cuarón, Jaime H. Hermosillo, Juan Carlos Rulfo, Guillermo del Toro, etc., por citar algunos de los cineastas contemporáneos más reconocidos.
Pero en lo que respecta al cine se produjo un fenómeno peculiar que debemos resaltar. Sucede que en literatura el autor no necesita trasladarse hacia fuera de las fronteras para desarrollarse como autor, menos aún en Méjico donde la industria editorial fue, en otros momentos, muy importante y posibilitó cierto movimiento literario de importancia continental. Pero en el cine, en los últimos años, algunos realizadores migraron hacia EEUU, y, aprovechando los recursos de esa industria lograron producciones donde “Babel” es un claro ejemplo representativo de esta corriente “globalizante” mejicana en Hollywood. González Iñárritu, Gustavo Cuarón, Guillermo de Toro han conseguido filmar, con la muy buena ayuda de Guillermo Noriega (guionista de Babel y de Amores Perros), films al estilo de las producciones norteamericanas donde descollaron Paul Haggis, o Robert Altman, pero abordando temáticas que incursionan en una realidad cruda e impactante como es la discriminación, la violencia, la explotación del inmigrante mejicano (legal o no) o la simple y llana esclavitud a la que se somete a la mujer ya sea en su propio país o en EE.UU., cuestiones que se pueden vislumbrar en el mundo contemporáneo hasta sus últimos rincones. El traslado producido de ciertos realizadores mejicanos para incursionar en el mundo cinematográfico estadounidense señala dos aspectos de suma importancia. Por un lado el reconocimiento de la supremacía industrial y comercial de ese cine como inevitable e imposible de cuestionar, y por el otro que bajo un aspecto hollywoodense, hablando de la estética dominante, han incursionado en temas que de otra forma es casi imposible de abordar en su propio país. Si bien, desde el punto de vista formal, han logrado cierta originalidad, como el uso de la forma narrativa coral o los múltiples puntos de vista, y se han desplazado bastante de la forma épica convencional, no dejan de estar y de comprometerse con un mundo que ha hecho del cine un instrumento tremendo de poder y dominación cultural. Algo de esto habló, en algunos reportajes el legendario Arturo Ripstein, cuando le preguntaban sobre su trayectoria, sus influencias y el destino del cine latinoamericano.
Pero, en el caso específico de “Babel”, no sólo ha sido todo un hallazgo formal el encarar las distintas historias para dotar a las mismas de la universalidad que su tratamiento requiere. Babel ha sido un espacio mítico-religioso en el que aquellos interesados en las cuestiones bíblicas y borgianas no pueden dejar de detenerse, y así se titula la película. Detenerse a encontrar los motivos de Arriaga y González Iñárritu para meterse en este terreno constituye todo un desafío, ya que las implicancias “globalizantes” y místicas de Babel entrañan interpretaciones diversas acerca de la famosa torre -Pieter Brueghel el Viejo (flamenco), en 1563 crea su extraordinaria pintura-, donde se concentra la mítica historia acerca de la soberbia y la vanidad de los hombres, castigados al fin. Una representación arquitectónica sobre las malandanzas y miserias del hombre. Uno de los clásicos cuentos de Borges recrea esta concepción enlazándola con toda una matemática y minuciosa narración sobre los artificios laberínticos y literarios de su mundo –expresión de su paciencia narrativa- que lleva precisamente como título “La Biblioteca de Babel”. Y podríamos seguir buscando y encontrando conexiones de todo tipo ya que el tema, por un lado la soberbia del hombre, y por otro la violencia en las distintas o previsibles regiones de este mundo, el azar y las condiciones culturales imponen conductas desencadenantes de tragedias irremediables. Hoy, nos diría González Iñárritu, y quizá haya sido siempre así, determinados acontecimientos más allá de la voluntad del hombre, por pequeños que sean, producen un efecto que arrastra una sucesión de hechos incontrolables y de consecuencias desastrosas. Esto es lo que sufren los personajes de “Babel”.
Muchos de los lectores de este blog habrán leído “El nombre de la rosa” del escritor y semiólogo Umberto Eco, escrita en 1980. Otros sólo habrán visto el film, adaptación de la novela realizada por el director francés Jean-Jacques Annaud, en 1986. Más arriba citamos también, al pasar, el cuento de Borges. Novela, film y cuento, no se realizaron con la técnica coral, pero sí utilizaron con cierta inteligencia e imaginación la narración mítico-religiosa de la Torre de Babel. Hasta podríamos decir que Eco retoma el tópico borgiano, le incorpora sus conocimientos semiológicos, y crea una novela policíaca moderna, muy atractiva, con todos los elementos que la reciente semiología le proporcionó y la biblioteca borgiana le insufló. González Iñárritu vuelve a retomar la idea, crea varias historias muy bien entrelazadas, y plantea o replantea los vicios humanos que la Babel bíblica proféticamente nos enseñó. Esta pequeña reseña nos introduce en dos cuestiones básicas a la hora de la creación de un relato, sea literario o cinematográfico. Primero que nada hay nuevo en este mundo, y segundo que cualquier historia puede ser muy buena para contar, no dependiendo e absoluto del soporte o el formato que elijamos para tal fin. Otro aspecto: podemos contar la historia sin ningún aditamento conceptual o semántico, haremos una obra para el entretenimiento del lector o espectador, o realizaremos un esfuerzo estético, comprometido con la realidad y los asuntos humanos más profundos y apremiantes de nuestro mundo, y lograremos una obra de autor, donde podremos encontrar sus ideas, pensamientos, compromisos y afanes para con todo lo que nos rodea y el hombre por sobre todo. No sé, yo me quedo con esto último, quizá sea más escabroso, pero será sin duda más rico y aleccionador, no les quepa duda.
Podemos entrar de dos maneras para hablar del film. Una, haciendo hincapié en la condición mejicana del director, creo la menos relevante. Y la otra, mencionando con énfasis el hecho de haber sido filmada como un autor norteamericano. Ambas son factibles y legítimas, no modificando en absoluto creo yo el tema acerca de las influencias que pueden haber asumido en la realización y construcción del film. Sin embargo, han tenido un ascendiente que vale la pena remarcar: el autor es mejicano y el estilo o la forma de narrar incursiona en las nuevas estéticas de los últimos años del cine en EE.UU.
El cine coral –llamémoslo así-, asentado, desde el punto de vista de la técnica narrativa, en un conjunto de historias que, en algún momento convergen y provocan el desenlace de un relato determinado, es un buen recurso para hablar sobre el mundo en el que vivimos, “globalizado”.
La literatura mejicana ha producido obras de mucha relevancia en nuestra lengua, y una pléyade de autores desde Juana Inés de la Cruz (1648), pasando por “Pedro Páramo” y “El llano en llamas” de Juan Rulfo (1917) –cuentos extraordinarios sobre el hombre mejicano y su geografía-, Carlos Fuentes, Octavio Paz, etc. En la cinematografía también, Arturo Ripstein, Alfonso Arau, Alfonso Cuarón, Jaime H. Hermosillo, Juan Carlos Rulfo, Guillermo del Toro, etc., por citar algunos de los cineastas contemporáneos más reconocidos.
Pero en lo que respecta al cine se produjo un fenómeno peculiar que debemos resaltar. Sucede que en literatura el autor no necesita trasladarse hacia fuera de las fronteras para desarrollarse como autor, menos aún en Méjico donde la industria editorial fue, en otros momentos, muy importante y posibilitó cierto movimiento literario de importancia continental. Pero en el cine, en los últimos años, algunos realizadores migraron hacia EEUU, y, aprovechando los recursos de esa industria lograron producciones donde “Babel” es un claro ejemplo representativo de esta corriente “globalizante” mejicana en Hollywood. González Iñárritu, Gustavo Cuarón, Guillermo de Toro han conseguido filmar, con la muy buena ayuda de Guillermo Noriega (guionista de Babel y de Amores Perros), films al estilo de las producciones norteamericanas donde descollaron Paul Haggis, o Robert Altman, pero abordando temáticas que incursionan en una realidad cruda e impactante como es la discriminación, la violencia, la explotación del inmigrante mejicano (legal o no) o la simple y llana esclavitud a la que se somete a la mujer ya sea en su propio país o en EE.UU., cuestiones que se pueden vislumbrar en el mundo contemporáneo hasta sus últimos rincones. El traslado producido de ciertos realizadores mejicanos para incursionar en el mundo cinematográfico estadounidense señala dos aspectos de suma importancia. Por un lado el reconocimiento de la supremacía industrial y comercial de ese cine como inevitable e imposible de cuestionar, y por el otro que bajo un aspecto hollywoodense, hablando de la estética dominante, han incursionado en temas que de otra forma es casi imposible de abordar en su propio país. Si bien, desde el punto de vista formal, han logrado cierta originalidad, como el uso de la forma narrativa coral o los múltiples puntos de vista, y se han desplazado bastante de la forma épica convencional, no dejan de estar y de comprometerse con un mundo que ha hecho del cine un instrumento tremendo de poder y dominación cultural. Algo de esto habló, en algunos reportajes el legendario Arturo Ripstein, cuando le preguntaban sobre su trayectoria, sus influencias y el destino del cine latinoamericano.
Pero, en el caso específico de “Babel”, no sólo ha sido todo un hallazgo formal el encarar las distintas historias para dotar a las mismas de la universalidad que su tratamiento requiere. Babel ha sido un espacio mítico-religioso en el que aquellos interesados en las cuestiones bíblicas y borgianas no pueden dejar de detenerse, y así se titula la película. Detenerse a encontrar los motivos de Arriaga y González Iñárritu para meterse en este terreno constituye todo un desafío, ya que las implicancias “globalizantes” y místicas de Babel entrañan interpretaciones diversas acerca de la famosa torre -Pieter Brueghel el Viejo (flamenco), en 1563 crea su extraordinaria pintura-, donde se concentra la mítica historia acerca de la soberbia y la vanidad de los hombres, castigados al fin. Una representación arquitectónica sobre las malandanzas y miserias del hombre. Uno de los clásicos cuentos de Borges recrea esta concepción enlazándola con toda una matemática y minuciosa narración sobre los artificios laberínticos y literarios de su mundo –expresión de su paciencia narrativa- que lleva precisamente como título “La Biblioteca de Babel”. Y podríamos seguir buscando y encontrando conexiones de todo tipo ya que el tema, por un lado la soberbia del hombre, y por otro la violencia en las distintas o previsibles regiones de este mundo, el azar y las condiciones culturales imponen conductas desencadenantes de tragedias irremediables. Hoy, nos diría González Iñárritu, y quizá haya sido siempre así, determinados acontecimientos más allá de la voluntad del hombre, por pequeños que sean, producen un efecto que arrastra una sucesión de hechos incontrolables y de consecuencias desastrosas. Esto es lo que sufren los personajes de “Babel”.
Muchos de los lectores de este blog habrán leído “El nombre de la rosa” del escritor y semiólogo Umberto Eco, escrita en 1980. Otros sólo habrán visto el film, adaptación de la novela realizada por el director francés Jean-Jacques Annaud, en 1986. Más arriba citamos también, al pasar, el cuento de Borges. Novela, film y cuento, no se realizaron con la técnica coral, pero sí utilizaron con cierta inteligencia e imaginación la narración mítico-religiosa de la Torre de Babel. Hasta podríamos decir que Eco retoma el tópico borgiano, le incorpora sus conocimientos semiológicos, y crea una novela policíaca moderna, muy atractiva, con todos los elementos que la reciente semiología le proporcionó y la biblioteca borgiana le insufló. González Iñárritu vuelve a retomar la idea, crea varias historias muy bien entrelazadas, y plantea o replantea los vicios humanos que la Babel bíblica proféticamente nos enseñó. Esta pequeña reseña nos introduce en dos cuestiones básicas a la hora de la creación de un relato, sea literario o cinematográfico. Primero que nada hay nuevo en este mundo, y segundo que cualquier historia puede ser muy buena para contar, no dependiendo e absoluto del soporte o el formato que elijamos para tal fin. Otro aspecto: podemos contar la historia sin ningún aditamento conceptual o semántico, haremos una obra para el entretenimiento del lector o espectador, o realizaremos un esfuerzo estético, comprometido con la realidad y los asuntos humanos más profundos y apremiantes de nuestro mundo, y lograremos una obra de autor, donde podremos encontrar sus ideas, pensamientos, compromisos y afanes para con todo lo que nos rodea y el hombre por sobre todo. No sé, yo me quedo con esto último, quizá sea más escabroso, pero será sin duda más rico y aleccionador, no les quepa duda.
Héctor Correa Punta Alta, noviembre de 2008
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