FAUST
Dirigida por Alexander Sokúrov
Producida por Andrey Sigle
Escrita por Alexander Sokúrov, Marina
Koreneva, Yuri Arabov
Basado en el Faust de Johann
Wolfgang von Goethe, y Doctor Faustus de Thomas Mann
Actores: Johannes Zeiler, Anton
Adasinsky, Isolda Dychauk, Hanna Schygulla
Música: Andrey Sigle
Cinematography: Bruno Delbonnel
Director de casting: Kristin
Diehle
Edición: Jörg Hauschild
Studio Proline Film
The film ganó el Golden Lion
del 68th Venice International Film Festival el 8 Septiembre 2011
Duración: 134 minutes
País: Rusia
Lenguaje: Alemán
Filmografía:
La voz solitaria del hombre (1978–1987)
Los degradados (1980)
Dolorosa indiferencia (1983–1987)
Imperio (1986)
Días de eclipse (1988)
Seguro y protegido (1989)
El segundo círculo (1990)
Piedra (1992)
Las páginas susurrantes (1993)
Madre e Hijo (1996)
Moloch (1999)
Taurus (2000)
El arca rusa (2002)
Padre e hijo (2003)
El Sol (2004)
Aleksandra (2007)
Fausto (2011).
El Fausto de Alexander Sokúrov
es la síntesis, y a la vez, la interpretación más amplia de la simbología que
encarna la leyenda. Esa leyenda –el mito fáustico-, universal, ha alimentado
muchas obras de arte, pintura, teatro, escultura, música, etc., y por qué no el
cine y la televisión. Explicar un mito entraña una tarea profunda y
dificultosa. Pero tratar de desentrañar la historia reinterpretándola a la luz
de la angustia y el incierto destino del hombre es, quizá, mucho más ardua. Es
lo que ha hecho Alexander Sokúrov, un ruso, que ha desandado un camino tortuoso
pero implacable –por su abominable descripción-, del infierno de nuestros
tiempos.
Si en la mitología gauchesca,
por supuesto argentina, el Fausto de Estanislao Del Campo, se convierte hacia
el año 1866 en la reinterpretación de las “Impresiones del gaucho Anastacio el
Pollo” según la puesta en escena de la Ópera de Charles Gounod, lo que indica
el carácter universal de la narración; y luego Leonardo Favio transforma, a
partir de un programa radial muy popular, sobre el lobizón y su pacto con el
diablo, por otra parte cansado y abatido, el tratado fáustico en un acuerdo con
el Mandinga, hoy no podemos dejar de lado, siguiendo las primeras secuencias de
la obra de Sokúrov, donde disecciona un cadáver, putrefacto, mientras discute
acerca de la naturaleza del diablo, de la vida y del mal, con su tenebroso
ayudante, que tres series de la televisión norteamericana se asientan –sin
consciencia, por supuesto-, en sus también abominables relatos: cómo cirujanos
de extraordinarios hospitales (algunos pertenecientes a sectores de la iglesia
protestante), intervienen pacientes mientras hablan sobre cuestiones fútiles o
conflictos personales, y sentimentales como Faustos Sokúrovianos frente a los
cadáveres. Las series a las que me refiero –sumamente exitosas y a veces
macabras- son “Grey's Anatomy”, “Dr. House”, y “Private Practice”. Por otra parte
no podemos olvidarnos, en esta tesitura, el genial film de Robert Altman,
“M.A.S.H.” (1970) en el cual se manifiestan todas las, inmorales, desquiciadas
y a veces teñidas de un desopilante humor negro, conductas de los médicos y
enfermeras de un hospital de campaña en plena guerra en Vietnam.

La lucha entre
la vida y la muerte, la vitalidad y lo putrefacto, la existencia del mal como
una horrenda transacción para lograr algunos placeres, y la transformación o deformación
de los humano como una insoslayable realidad que debemos admitir, son tópicos
en Del Campo, en Favio, en Goethe, en F.W. Murnau, en Thomas Mann, o en Sokúrov,
porque son claves del relato fáustico. Del desasosiego, el nihilismo o el
cósmico escepticismo participan no sólo el hombre, débil y ansioso frente a lo
mundano y efímero, sino también los seres de los que se vale el diablo, como
Mefistófeles, o la encarnación del apuesto y bien plantado en apariencia Mandinga
del Fausto criollo que se encuentra, según confiesa, apesadumbrado y cansado de
ser diablo, en un claro e interesante planteo existencial, al mismo Nazareno. Como
lo es también el ridículo, deforme y grotesco diablillo que acompaña y transa
con Fausto en el film, o el mismo Fausto, un ilustre pensador de
características renacentistas que lucha incansablemente para alcanzar el
conocimiento total, y agotado acuerda con el diablo la venta de su alma.

Una
vuelta de tuerca introduce Sokúrov, y es que el mundo es más tenebroso que sus
propias apetencias, y que, el mito fáustico es un útil instrumento para
retratarlo y actualizarlo, que no tiene remedio y que los sistemas sólo
obedecen al mal que lo carcome y lo deshumaniza hasta el final. Sólo la
irreductible soledad en un paisaje desolador es el fin y el destino del hombre,
el de hoy, de nuestro hombre.

Para el realizador este film es un tránsito,
dantesco, hacia lo que es más espantoso para el hombre: la soledad total y
absoluta. Y Mefistófeles lo guía aprovechándose de la propia debilidad e
ingenuidad que la propia naturaleza humana le confiere. Esos círculos, esos
espacios o lugares dantescos o fáusticos, por los cuales va caminando nuestro
“héroe”, no son ni más ni menos que las distintas visiones o concepciones que Sokúrov
tiene de su mundo, de su país, de su región o de su territorio, ya sea desde lo
político-ideológico, como de lo social y cotidiano. Ha sido para él una buena
parábola o metáfora para poder mostrarnos toda un visión sobre su entorno político
y social, no hay duda. Pero, para eso, debe hurgar en donde sea, hasta en las
vísceras de cadáveres malolientes, que le provee su ayudante, como el dejarse
engañar, consumido por el peso y el indomable afán de sentirse tocado por la
sabiduría y el conocimiento eternos. Pero la historia sigue, es implacable, y nuestro
protagonista mata al hermano de la mujer que quiere poseer, y no duda en pactar
con Mauricius, encarnación terrena del diablo, quien le ofrece a Gretchen a
cambio de una noche con ella. Ese Mefistófeles le dice “En el principio era la
escritura”, mientras su conciencia le dicta que “En el principio era la
palabra”. Todo un dilema a resolver, ya que la indagación sobrevuela el film,
nos describe un mundo complejo y sin destino, al menos en manos del hombre, y
los míticos relatos que dábamos por extinguidos o perimidos recobran vida y son
utilizados por los grandes creadores para expresarse y advertirnos, una vez
más, que debemos cuidar la vida por sobre todas las cosas.
Héctor Correa
Punta Alta, noviembre de 2012