domingo, 21 de noviembre de 2010

“JULIA”: CINE Y ALCOHOL


Título: “Julia”
Dirección: Érick Zonca
Producción: Bertrand Faivre, François Marquis
Guión: Michael Collins, Roger Bohbot, Aude Py, Érick Zonca
Fotografía: Yorick Le Saux
Reparto: Tilda Swinton, Saul Rubinek, Aidan Gould, Kate del Castillo, Jude Cicolella, Bruno Bichir, Horacio García Rojas, Gastòn Peterson, Mauricio Moreno, Kevin Kilner, John Belluci, Ezra Buzzington, Roger Cudney, Eugene Byrd, Sandro Kopp
País: Francia, Estados Unidos, México, Bélgica
Año: 2008
Productora: Les Productions Bagheera / France 3 Cinéma / Studio Canal

Erik Zonca nació el 10 de setiembre de 1956, en Orléans, Francia, realizó varios films, y víctima del alcohol, tardó unos cuantos años en escribir esta historia. Historia que nos remonta a otra gran película “Gloria” del excelente John Cassavettes, quien la escribió y la dirigió. Hecha en 1980, con Gena Rowlands, haciendo de una mujer con una oscura historia, y que trata de redimirse ayudando a un chico que está involucrado en un asunto muy pesado por poseer información de mucho valor. Cabe señalar que Sidney Lumet, otro de los grandes artesanos del cine norteamericano, en 1999, hace una remake con Sharon Stone y Jean-Luke Figueroa, aunque sin el mismo éxito.

Lo importante de “Julia” no es su mediana calidad estética, sí se destaca la excelente interpretación de Tilda Swinton, quien (Julia) en un momento de su desenfrenada vida de alcohólica, tan alocada como promiscua, se ve envuelta en un asunto, parecido al de Gloria, donde debe al fin de cuentas proteger a un chico, doblemente secuestrado. ¿Cómo, una mujer en una etapa peligrosa de su adicción, con algunas confusas intenciones de abandonar la bebida a través de Alcohólicos Anónimos, de pronto inicia un viraje y un viaje que la salva y la obliga a replantearse su situación límite, al borde del colapso? Es quizá producto no de una toma de consciencia, sino más bien un recurso muy propio de Hollywood, maquinaria sí consciente de sus propias normas éticas y morales alrededor de uno de los flagelos más devastadores de ese entorno. La estética del trago se convierte en un poderoso actor, en un demiurgo, y en un santo salvador, único método que deviene luego en redención, sublime y generosa. Si esta concepción del trago y la subsiguiente borrachera son elementos místicos y obran como catalizadores sociales para la subsistencia y el olvido, si dejamos de lado el alcohol como veneno y devastador comunitario, y si ya no importa que estar las 24 hs. del día embriagado es permitido por mis amigos o vecinos, y toda la cultura se asienta en esta posibilidad, las historias, los relatos y las narraciones van a estar condicionados y serán soportes permisivos y neutrales sin que cobren demasiada importancia para la sociedad y el hombre medio.






En propias palabras de Albee, sus discusiones son "una meticulosa observación de la escena americana, un ataque contra la substitución artificial de los valores verdaderos en nuestra sociedad, una condenación de la satisfacción personal, la crueldad, la castración y la vacuidad, un soporte el comportamiento, su nacimiento, su desarrollo y su ocaso como víctima irreductible".
Edward Albee

Por supuesto hay otros films donde sus historias fueron impregnados de etilismo. Tanto el hombre, desde el western hasta la mujer, en el melodrama, fueron artífices de crueles y patéticas vidas al final terminadas o deshechas por el consumo y el desenfreno de interminables botellas de todo tipo. Más aún, los criterios morales sobre el uso de la bebida no interfieren demasiado en las relaciones de familia y sociales de los personajes, en gran parte son tolerados, soportados y admitidos. Pero, sólo cuando el bebedor se torna peligroso o comete algún daño, o hace peligrar la integridad de sus prójimos, o no puede asumir sus propias determinaciones, son individuos reprochables y juzgados. Es paradigmática la película, el western “Río Bravo” dirigida por Howard Hawks, y protagonizada por John Wayne y Dean Martin entre otros, quizá el mejor trabajo actoral de éste último, o “El Dorado” (1967), también de Howard Hawks donde se nos presenta a un sheriff alcoholizado, interpretado por Robert Mitchum, y ridiculizado por todos. Hollywood sigue siendo un manantial permanente y prolífico en estos asuntos, no sabemos si por razones de culto, marketing, o de honda raíz cultural. Pero prevención, ataque certero, denostación sanitaria, o mera advertencia, hay muy poca. Hasta tal punto que incluso una actriz, miembro del star system, de su núcleo y corazón, hace "28 días" (2000) que nos relata la historia de una periodista alcohólica, protagonizada por Sandra Bullock. “Beber para amar, beber para olvidar” se escucha decir en “Casablanca” (1942) como se sabe interpretada por Humphrey Bogart, quizá uno de los actores más bebedores y fumadores del cine norteamericano. Pero, al fin de cuentas, Frank Sinatra en “El hombre del brazo de oro” sumido en la drogodependencia más infame no creo que sea modelo de atención y ayuda médica especializada, ni Jack Lemmon y Lee Remick en Alcohólicos Anónimos (Días de vino y rosas) pudieron recibir tratamiento alguno a pesar de sus intensas y desesperadas búsquedas en los más recónditos e ignotos centros de atención. Aparentemente en EE.UU. parece ser bastante complicado encontrar, en el momento y en el lugar apropiados, la ayuda urgente y necesaria ante contra la ficción que todo invade como el tembladeral de esta tierra, los nuestros son aterciopelados lamentos fúnebres.


En este caso Edward Albee se refiere a su pieza de teatro “¿Quién le teme a Virginia Wolf?” Una extraordinaria pero perversa obra llevada al cine por Mike Nichols en 1966, donde los únicos cuatro personajes, durante toda la película se enredan en un juego donde el alcohol, como dijo un crítico, obra como un disparador o un combustible psicosexual para una transparente e indiscutida guerra, que se despliega en una etapa dura y paradójicamente elegante, ambientada en una jaula de cristal. Hay detrás, sin duda, todo un planteo místico-filosófico, la lucha por el poder, la competencia sin límites, el desamor, los intereses contrapuestos, las fantasías irrealizadas, las frustraciones y las mutuas humillaciones, están enmarcadas, se desarrollan en una atmósfera cuyo eje es el licor, los vasos y el hielo. No hay duda que el retrato descarnado, la pintura hecha con duros y viles pinceles de los matrimonios, son de una crudeza magistral que va más allá de los propios individuos para buscar el sistema de valores, su falsedad y la fatuidad de una sociedad corroída por la codicia y la soberbia. Si existe un film más sincero, acerca de la mentira y la hipocresía en la que se fundamentan los vagos y vacíos principios del santo matrimonio occidental y cristiano, en este país, éste es modelo y el paradigma por excelencia. Filmada en blanco y negro, con sólo cuatro personajes, en medio de una noche de caos y bebidas, es una de las mejores adaptaciones de una obra de teatro hecha por Hollywood.

Por otro lado, el cine nos ha enseñado mucho, y nos sigue enseñando acerca de cómo enfrentar el hecho de que este medio, de tanta importancia y trascendencia cultural, ha colaborado en la construcción psico-social de las dependencias de cualquier índole. Basta recorrer algunas películas, analizar cómo es tratado el flagelo, y que actitud asumen los personajes, en especial aquellos que sabemos son influyentes en el espectador, para darnos cuenta que en este tema para luchar denodadamente vamos a tener que remar mucho para neutralizar semejante influjo.


La historia del cine norteamericano es la historia primero, del uso del “drink” (trago) como elemento narrativo, el vaso, el whisky y el hielo, o en su defecto el “cocktel” (cóctel). Y segundo, como recurso conceptual, como contenido, como tópico y como reflejo de una sociedad que tuvo, en el alcohol, esencialmente el whisky, un hito socio-cultural que marcó, señaló e identificó una etapa tan notoria y evidente en la vida de los norteamericanos así como el jazz o la conquista del oeste marcaron la música, el cine, y toda la cultura americana. La ley seca no sólo fue un hecho policial por haber declarado ilegal el alcohol, ilegalidad que duró desde 1919 a 1933 año en que la ley fue derogada, sino que además provocó desde el punto de vista social y policial un efecto inverso. A la sombra de esta ley, tal fue el alto impacto cultural, se dispararon numerosas manifestaciones del crimen organizado, y se generó una literatura y un cine fundado en contenidos específicos sobre este fenómeno. Es bien notorio el vínculo con extraordinarios músicos de jazz, considerados algunos como los mejores del mundo en su instrumento, ya como cultores o técnicos o como compositores, para luego, en esa inexorable evolución, ser víctimas de las drogas más pesadas y mortales; o narradores, guionistas o dramaturgos sometidos a la dependencia mortal, todos iniciados en el alcohol. Todo el siglo XX fue cruzado por esta impronta alcohólica, toda la sociedad fue protagonista activa de la intromisión en sus estamentos más recónditos del flagelo, y toda la cultura fue gestada o generada a la luz de los reflejos dorados del vaso o la copa que no perdona. La mística del alcohol junto con el destino manifiesto sellaron una etapa en la historia de EE.UU., le dio su impronta, y la lanzó al mundo como modelo y ejemplo de un pueblo nacido para dirigir y dirimir los grandes conflictos de la humanidad.


Han dicho que los mejores films sobre el alcoholismo son, sin duda, "Días de vino y rosas" (Days of wine and roses, 1962, Blake Edwards), y “Días sin huella” (The Lost Weekend, 1945, de Billy Wilder). Donde, Jack Lemmon y Lee Remick ejemplifican, en la primera, de manera más que contundente la caída de una pareja en el infierno -o abismo- de la dependencia etílica. Todo empieza de una manera lúdica y "amable" y va degenerando (al igual que el tono del filme) hacia una auténtica pesadilla en la cual la humanidad de los personajes va resquebrajándose y se van sometiendo a un duro chantaje emocional que mina las pocas posibilidades que tienen de salir del pozo. Especialmente recordable (por lo escalofriante) es la escena en que Lemmon (ya rehabilitado de su adicción) visita a Remick, aún alcohólica, que le tienta, seduce y prácticamente obliga a su esposo a caer de nuevo en el infierno de la embriaguez crónica. Y en la segunda, muestra los últimos días, las últimas fuerzas, de un escritor en ese espeluznante combate para vencer una adicción fuera de control; son cuatro días donde Ray Milland se sume en las, para aquél que no o conoce, garras del delirium tremens. Todo un proceso de degradación, de engaños, mentiras y simulaciones, quizá como ningún actor pudo recrear en el cine. Por supuesto habría que penetrar en los aspectos psicológicos más finos del personaje, de su construcción, y en cómo el realizador delineó la debacle final.

Muchas otras películas ejemplifican esto que estamos diciendo: "El borracho" (Barfly, 1987, Barbet Schroeder), con Mickey Rourke secundado por Faye Dunaway; "Leaving Las Vegas" (1995, Mike Figgis) con Nicolas Cage; "La leyenda del Santo Bebedor" (Leggenda del Santo Bevitore, 1.988, Ermmano Olmi); “Cuando un hombre ama a una mujer” (1994) dirigida por Luis Mandoki con Meg Ryan y Andy García; "Mañana lloraré" (1955), de Daniel Mann; “The Thin Man” (1934), donde se explica cómo batir un cóctel con las siguientes palabras: “Lo importante es el ritmo. Siempre tenés que tener ritmo en el batido. Un Manhattan siempre lo batís al ritmo del fox-trot, un Bronx a dos tiempos y un Dry Martini a ritmo de vals”, sensacionales instrucciones después de la Ley Seca, en Estados Unidos.

Héctor Correa
Punta Alta, noviembre de 2010

3 comentarios:

  1. como se llama una pelicula de Alcoholicos, donde el hombre alcoholico vivia con su esposa en la casa de su suegro quien tenia un Vivero, el alcoholico escondia las botellas en el vivero, al final se alcoholiza la esposa y se va del hogar, y el alcoholico se recupera y se queda viviendo en la casa del suegro.

    ResponderEliminar
  2. como se llama la pelicula donde un alcholico vivia con su esposa enla casa de su suegro, quien tenia un Vivero, y el alcholico escondia las botellas entre las plantas del vivero, y al final la esposa se vuelve alcholica y se va de la casa, y el alcholico se Recupera del alcholismo y se queda viviendo donde el suegro.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola:
      La película se titula "Días de vino y rosas" y fue realizada por el director norteamericano Blake Edwards. Gracias por tu interés y saludos.
      Héctor

      Eliminar