sábado, 31 de enero de 2009

EL CINE HECHO POR NEGROS o un presidente negro hoy viene a cenar a casa



-¿Y piensa que Barack Obama puede ganar las elecciones?-
“Hay esperanzas. Tenemos esperanzas, las mismas esperanzas que nuestros ancestros tuvieron durante la esclavitud, sobreviviendo, yendo a la iglesia, cantando canciones espirituales, rezándole al Todopoderoso, esperando que algún día podamos conocer al fin elegido... Mi abuela vivió hasta los 100 años. Su madre era esclava cuando nació y sin embargo, llegó a tener un título universitario. Pero ella jamás imaginó que hubiese alguna posibilidad de tener a uno de nosotros como Presidente de los Estados Unidos. Te da una idea del movimiento que ha generado este país. Hay muchos jóvenes norteamericanos que no tienen la imagen que vivieron sus padres o sus abuelos. Fíjate la gente que pretende desmitificar el hip hop y sin embargo el 70 por ciento de los chicos blancos lo consumen igual, demostrando que no van a dejarse imponer por las ideas diferentes. Todas las encuestas que están saliendo no creo que tengan en cuenta a esos chicos blancos que van a votar por primera vez. Todo tiene que ver con la esperanza y la oportunidad que tiene este país de concretar lo que nunca hicieron los padres fundadores. En las escuelas no lo enseñan, pero George Washington tenía esclavos. Thomas Jefferson también. Es gracioso, pero si alguien puede demostrar que es descendiente de Thomas Jefferson, puede estudiar en la Universidad de Virginia, completamente gratis. Pero eso lo hicieron mucho antes de que existiera el ADN (Ríe a carcajadas). Ahora, tal vez puedan lograrlo de verdad, porque Jefferson hacía lo suyo con la corte de esclavas.”
Entrevista realizada a Spike Lee en el canadiense Hotel Park Hyatt de Toronto por Fabián W. Waintal el 05-Octubre-2008


Antes que nada debo aclarar algo. Para hacer esta nota tuve que unir dos asuntos muy diferentes. Los desastres naturales en EE.UU y la cultura afroamericana. Pero esto tiene una explicación.

Nueva Orleans es una ciudad única. Dos tercios de su población son negros, y ha sido un puerto esencial en el comercio de esclavos. Además, no hace mucho se convirtió en un testimonio crudo y descarnado de lo que puede hacer un huracán impresionante sobre uno de los estados más pobres de EE.UU, un país poderoso, con muchos recursos humanos y tecnológicos, pero con una cultura despiadada dominada por la codicia, la segregación y los fanatismos religiosos.


Spike Lee, realizador cinematográfico norteamericano y negro, realizó un documental sobre el huracán Katrina que asoló EE.UU., titulado “When the levee broke: A Requiem in Four Acts (Cuando se rompieron los diques-Una tragedia americana-Requiem en 4 actos)”. Los cuatro estados más golpeados fueron Florida, Alabama, Mississippi y Luisiana, pero en el documental se centra en Nueva Orleans (Estado de Luisiana), porque es una ciudad única, como dije antes y ha dicho Lee, ha sido española y francesa, además fue uno de los puertos esclavistas más importantes y ha sido cuna de importantísimos géneros musicales donde dos tercios de la población son de raza negra. En EE.UU esto es muy importante. La ciudad quedó inundada en un 80% y sumergida en un caos del que todavía no se ha repuesto. El documental cuenta la historia del huracán, la ruptura de los diques y el desastre humanitario posterior. También muestra cómo son los planes de reconstrucción y cómo fue la actuación del Gobierno federal durante la tragedia, muy criticada por los afectados por su lentitud e ineficacia. Este testimonio cinematográfico se inicia cuando muestra el famoso desfile de comparsas, personajes y bandas de Nueva Orleans y un grupo de músicos negros encabeza un funeral al son de “Do You Know What It Means To Miss New Orleans” -cantada por ese extraordinario trompetista y mejor vocalista aún, que fue Louis Armstrong (nacido en esa misma ciudad)-, uno de los temas de la música negra más tradicionales y populares del país. El colorido, los movimientos, cómo arrastran sus pies los participantes o se deslizan por las calles de la ciudad, cómo los músicos se desplazan mientras sus instrumentos hacen sonar su lamento, mientras los distintos personajes que se muestran, típicos de ese rito tan particular de los pobladores negros mueven sus cuerpos armónicamente, son imágenes que impresionan por su fuerte compromiso vivencial con una historia de tristeza y esclavitud.

Este es un aspecto, la visión de un artista negro acerca del comportamiento del gobierno federal norteamericano frente a un desastre natural de graves consecuencias sociales y económicas en cuatro estados del sur poblado en su mayoría por negros. El otro aspecto es que la cuestión de la presencia del hombre negro (como realizador o productor) en la industria cinematográfica no ha sido muy numerosa, y por varias razones, entre ellas, étnicas, sociales y políticas, todo un fenómeno de los EE.UU. Alrededor de esto la discusión se ha centrado primero en las oportunidades y segundo en una polémica ideológica sobre la integración o no del negro en la sociedad norteamericana, y por supuesto en el cine.

Actores negros, como Sidney Poitier, en la década del 60, mostraron al negro sufriendo la segregación, la exclusión y el rechazo, pero con el típico atuendo del hombre blanco e incluso compitiendo en ámbitos y aspectos donde era difícil que pudieran descollar. Denzel Washington, uno de los más importantes actores negros de la actualidad, protagonista de numerosos films donde se enfoca con una aguda crítica ciertas actitudes de las fuerzas armadas norteamericanas, y también de su policía, encara en ellas una especie de continuidad de aquél Sidney Poitier. De todas maneras, a pesar de la forma tradicional y convencional de su cine -ha llegado a dirigir alguna película-, no escapa a las normas éticas y estéticas de la gran industria, y no nos extraña. Lo mismo podría decirse de Morgan Freeman o Forest Whitaker.

Es decir, para tratar de aclarar estos conceptos sobre la cuestión negra en Estados Unidos, el “star-system” es muy perverso; así como tuvo su lista negra en la época del macarthysmo mas virulento y su decálogo de moralidad anacrónica y recalcitrante, es capaz de tolerar cierta crítica hacia sí mismo, siempre y cuando los resortes, en última instancia, ético-financieros no impidan acrecentar los márgenes de ganancias convenientes para la continuidad de la explotación cinematográfica, y su consecuente expansión.

John Singleton es otro director negro, autor de Boyz N the Hood (1991), Poetic Justice (1993), Higher Learning (1995), Rosewood (1997), Shaft (2000), Baby Boy (2001), 2 Fast 2 Furious (2003), Four Brothers (2005), Tulia (2009), Luke Cage (2009). Sólo dos rescato, donde retrata Los Ángeles con crudeza y sin mucha consideración, aunque sin abandonar cuando puede algún tono poético, Baby Boy y Poetic Justice, con actores negros y problemáticas étnicas bien actuales.

En cuanto a la literatura escrita por negros, aunque no es tema ahora que quisiéramos abordar, por su complejidad y profunda trascendencia, no ha sido muy prolífica ni ha sido tema muy considerado por el stablishment cultural estadounidense y universal. Ha tenido y tiene, sin embargo, excelentes poetas y narradores, no hay duda.

Pero, sí ha sido muy prolífica la creatividad del negro en el terreno de la música. Esto explica los primeros planos y el fondo musical de “Cuando se rompieron los diques”, la evolución de la música negra desde la esclavitud, y la aparición de las distintas expresiones musicales que dieron origen a uno de los géneros musicales más ricos: el jazz.

En el cine, en el teatro, la comedia musical, los grandes creadores blancos (George Gershwin, Cole Porter, Jerome Kern, etc.) y los grandes músicos de distintas etnias, han bebido, se han nutrido y han producido música negra (jazz). No termina aquí, la música universal ha recibido su influencia, sobran ejemplos y daría pie a una nota mucho más extensa.

Pero en el cine, en la realización, en lo que respecta a la creación cinematográfica, otros rumbos se han perfilado en cuanto a la participación del hombre negro y de la cultura afroamericana en general. La multiculturalidad, esa compleja red cultural, expresión social de un fenómeno humano sin muchos precedentes, por razones étnicas y religiosas también, en este país, no se ha revelado o ha tenido un modo de manifestación muy peculiar, donde ha provocado obras muy ricas y ha dado lugar a injustas exclusiones que aún hoy se sienten y perciben. Otras etnias, otros pueblos, otros hombres de otros lugares del mundo han tratado, y lo han logrado, insertarse en esa civilización. Y surge así una cuestión relevante, por sus implicancias socio-culturales, y es que el origen de las grandes productoras de películas, no ha tenido lugar ni en la comunidad negra, ni en el criollismo, ni en el blanco puro norteamericano. Otro fenómeno se produjo e impregnó esta actividad de cuantiosos dividendos, ganancias, o como quieran llamarlo. Pero generó, por otro lado, uno de los resortes de expansión política y cultural más grandiosos de los últimos siglos.

Desde la caída del imperio otomano, desde la oscura edad media, con su excepcional peculiaridad en todos los órdenes de la vida, desde el renacimiento, con su particular modo de considerar al hombre y a sus obras, no ha habido una complejidad tan contradictoria y a la vez invasiva y desprejuiciada, como la que se creó con la aparición de la imagen fílmica. Si la literatura tuvo que pergeñar una expresión, a veces complementaria y otras independiente y con características propias; si la novela decimonónica tuvo que dar a luz un género que le diera continuidad semántica y actualizada a los nuevos tiempos, el cine fue ese prodigio, no hay duda.

La presencia del negro en el cine ha dado u originado otros fenómenos en la cultura norteamericana, tal es el caso de la “blaxploitation”, o sea un cine producido para actores negros, cuyo rol protagónico se destaca por sobre el blanco. Se destaca pero queda sin respuesta ante el planteo estético. Y sobre esto es necesario, también aclarar algo, no es lo mismo un cine hecho por blancos anglosajones para su difusión y desahogo por todo el mundo, que un cine hecho por otras etnias, sean negros, musulmanes o amarillos. No hay duda que cada expresión, provenga del mundo occidental y cristiano, o del mundo del lejano oriente, tendrá aristas y perfiles propios, peculiares, aunque el resultado final sea cine, un arte como cualquier otro. El hombre creará, realizará su obra y utilizará las herramientas y las formas del género en función de sus capacidades, dones, su subjetividad, y sin duda, la concepción del mundo que posea, es decir, según lo que quiera expresar y cómo lo quiera expresar.

Desde este punto de vista, hablar de un cine hecho por negros, o un cine de blancos, es una cuestión que no tiene mucho futuro ni aporta nada a la creación, ni al arte. Gustará o no gustará, tendrá, desde la forma, más belleza o no, pero desde la realización cinematográfica, el lenguaje, la imagen, etc., no dejará de ser cine.

Otro ángulo es, y los EE.UU se destaca, quizá, como el país más importante, la utilización de este género más allá de los fines puramente estéticos. La expansión cultural, política y económica de este país ha sido única en la historia del hombre. No creo que haya otra manifestación hecha por un país que se compare con este dominio, técnica y formalmente hablando.

En este contexto tan particular, surge un presidente negro. Pensemos si esta historia, en un país donde el prejuicio étnico se constituyó, en algunas regiones más que en otras -no olvidemos la guerra Norte-Sur-, en una forma de vida; donde el ghetto se asentó como una particular estructura urbana; donde el enfrentamiento de las distintas expresiones sociales y culturales generó paralelamente otros tantos enunciados de artistas y personajes de peso en el mundo del arte; pensemos si esta tan alardeada multiculturalidad, caótica, conflictiva y muy dura, puede originar gobiernos tolerantes, pacíficos y solidarios con el mundo entero.




No necesitamos irnos de Hollywood, ni del país, para explicar o ejemplificar, a través del cine, de la historia del cine norteamericano, cómo los distintos creadores, directores, guionistas, fotógrafos, actores, etc., desde el nacimiento de este fenómeno, concibieron o se hicieron eco de esta trama tan compleja de choques y acercamientos interétnicos. También podría suceder que es propia de esta peculiar universalidad, haber nacido y desarrollado así, y que continuará así por el resto de nuestras vidas sin cambios ni alteraciones sustanciales, podría ser. Este imperio es impredecible e imprevisible, o sea que podría, en sus entrañas, manifestarse de cualquier manera, independientemente de nuestra voluntad y racionalidad. Todo podría ser.

Héctor Correa
Punta Alta, enero de 2009

sábado, 17 de enero de 2009

JUNO. 4 meses, 3 semanas, 2 días



“Juno”

(año 2007)
Duración 92 min. País: EE.UU. Director: Jason Reitman. Guión: Diablo Cody. Música: Kimya Dawson, Matt Messina. Fotografía: Eric Steelberg. Reparto: Ellen Page, Michael Cera, Jennifer Garner, Jason Bateman, Olivia Thirlby, J.K. Simmons, Allison Janney, Rainn Wilson. Productora: Fox Searchlight Pictures
2007: Oscar mejor guión original. 4 Nominaciones: película, director, guión original y actriz (Ellen Page)

Juno, desde el punto de vista de su etimología, tiene una raíz, de una lengua anterior al griego, que significa “fuerza vital”. De esa raíz se puede inferir que deriva, hacia el latín, juvenil, hombre joven, y rejuvenecer. Pero en la mitología romana, Juno era la diosa del matrimonio, o también doncella de los nacimientos. Todo esto es interesante desde la óptica de la lingüística, la mitología, y el origen de ciertos nombres utilizados por casi todo el mundo.

Pero, desde el punto de vista de este film, donde la protagonista es una adolescente embarazada llena de fuerza y vitalidad –llamada Juno, como la mítica diosa-, puede tener otras connotaciones, o bien otras interpretaciones. Tres referencias importantes nos traen a nuestra pobre mente este personaje y su estado. Primero su edad, segundo su estúpido noviecito, y tercero el matrimonio, débil y casi quebrado, que había elegido, luego de una intensa y discutida búsqueda, para hacerse cargo del bebé luego de que nazca.

Si aceptamos que el cine, según algunos estudiosos, es un arte que ayuda a pensar, o al menos a eso debe aspirar, nosotros vamos a tratar de dilucidar algunos aspectos que nos parecen o creemos de cierta relevancia para ubicar la película en su contexto socio-cultural. Quizá una forma de intentar comprender el fenómeno cinematográfico –o al menos esta película-, o una de las tantas formas que deambulan por el universo del análisis y la crítica cinematográfica para tal fin.

La película tiene una estructura convencional, dirigida al rápido entendimiento del adolescente actual –y al casi adulto en transición hacia la adultez-, con una fresca y ágil actuación por parte de la protagonista y el chico futuro padre. La banda musical, excelente, se destaca y aporta una atmósfera entre melancólica y tierna, acorde al estado maternal que impregna toda la obra. Todo, hay que reconocerlo, muy acorde con las leyes y normas narrativas de la llamada “meca del cine”.

La frescura, la agilidad mental, la adultez que por momentos inspira Juno, contrasta, en el contexto de la cultura estadounidense, con la indecisión, las contradicciones o la imprevisibilidad del adulto que rodea y nos pega, a nosotros, que vivimos atormentados por la indolencia y la indiferencia del adolescente. Por otro lado, la atmósfera de escasa o nula preocupación y alarma que trae el acontecimiento del embarazo, refleja sin duda, cierta displicencia a la hora de considerar la llegada de un nuevo ser a este mundo, o al mundo “americano”, como ustedes quieran.

El tratamiento que de este “escandaloso” hecho –así considerado también en otras latitudes-, que hace el director, el candor, la frescura, la ingenuidad, la serena o calma en la reacción de los personajes, revela muchas cosas, y una de ellas es que aún en países súper desarrollados, con culturas muy adelantadas o presuntamente a la vanguardia en el tratamiento de ciertos temas con claras y profundas implicancias morales y éticas –quizá el otro caso sea la pena de muerte y la discriminación-, existe alguna desorientación a la hora de tomar una postura o decisión en el momento oportuno, justa y saludable.

No hay duda que en el mundo occidental, con EE.UU a la cabeza junto con los países más desarrollados de Europa, según Jason Reitman, director de Juno, la cuestión del embarazo de una adolescente es tratado social, moral y culturalmente como un tema “natural” y motivo de películas candorosas, simpáticas, tiernas, dulces, además de posibles candidatas al mayor premio del mundo cinematográfico hollywoodense.

Hay que reconocer una cosa -a la hora de ver films norteamericanos que mejor transparenten las costumbres, las normas morales y éticas, la forma de hacer política, el humor, los métodos y el bagaje bélico alimentado por la discriminación étnica y la xenofobia, la música, la delincuencia, y hasta la manera de considerar las adicciones como las drogas y el alcohol-, no hay nada mejor que analizar una buena película hecha en sus estudios, con toda su tecnología, con sus excelentes directores, y con sus mejores escritores y guionistas para comprender en toda su magnitud el alcance y la significación de esa cultura. La historia de la cinematografía estadounidense es la historia casi de la historia de la cultura universal. Han tomado las reglas aristotélicas sobre la estética y la forma, y han bebido de la religión judeo-cristiana sobre como manejar los contenidos y dotarlos de esa cualidad que los hizo universales, para todo público, sociedad y etnia. Pero no en todas la sociedades y culturas han tomado asiento tan fácilmente.

No podemos hablar de Juno sin mencionar esta otra película, pero de origen rumano: “La muerte del Señor Lazarescu” de Cristi Puiu, ni de esta otra: “4 Meses, 3 semanas, 2 días”. Pero quizá de esta última debamos ocuparnos sobre todo, hoy, en este análisis.

Rumania es un país que hoy pertenece a la Unión Europea y a la OTAN, limita con Hungría, Serbia, Ucrania, Moldavia, Serbia y Bulgaria. Se encuentra también junto al Mar Negro. El río Danubio y los montes Cárpatos son, quizá, parte de esa diversidad geográfica que le ha dado a este país, junto a una región llamada Transilvania –en el centro del país-, un carácter histórico-cultural muy particular. No podemos olvidar que una de las obras más importantes de la literatura universal, Drácula (Vlad Draculea), se desarrolla, por la calidad narrativa y poética del irlandés Brad Stocker en 1897, en esta región. Pero, en otros aspectos también -citaremos sólo dos grandes autores-, se le ha otorgado reconocimiento universal, en teatro –en especial su “teatro del absurdo”, realmente genial- Eugene Ionesco, y en la antropología Mircea Eliade, profundo y minucioso.

Ubicar geográficamente el país de “4 Meses, 3 semanas, 2 días”, o sea el país de Cristian Mungiu, mencionar algo de su historia y sus personajes no es en vano. Significa, por el simple acto de situarnos en su espacio, poner las cosas en su justo lugar, con toda la significación que encierra, y entender de qué se trata cuando la narración adquiere un tono trágico, o se torna cálida y melancólica cuando retrata los personajes y los mueve en lugares –en este caso la urbe-, con cierta historia y características peculiares. Y conocer cómo, en este país, un director joven, de escasa trayectoria, pero dotado de mucha sensibilidad, encara un tema tan ríspido, controvertido y polémico, como el aborto, no hay duda que es entrar en una forma de pensar distinta, imbuido de otras aristas, otros aspectos y otras conclusiones.


“4 luni, 3 saptamini si 2 zile”

Director: Cristian Mungiu. País: Rumania. Intérpretes: Anamaria Marinca (Otilia), Laura Vasiliu (Gabita), Vlad Ivanov (Sr. Bebe), Alex Potocean (Adi), Luminita Gheorghiu (Sra. Radu), Adi Carauleanu (Sr. Radu), Madalina Ghitescu (Dora), Catalina Harabagiu (Mihaela), Sanziana Tarta (Carmen), Mihaela Alexandru (Daniela). Género: Drama.
2007: Cannes: Palma de Oro. 2007: Academia del Cine Europeo: mejor película, mejor director. Autor también de Occident (2001)




Desgraciadamente, el embarazo de una adolescente y el aborto van de la mano. Este es el tema de este film rumano. No son acontecimientos felices y anodinos, más bien, arrastran una aureola trágica que invita a reflexionar sobre los temas más trascendentes de la vida y el hombre. Si a esto le sumamos el contexto socio-político de una Rumania al borde del cataclismo mundial que desemboca en el desmoronamiento del muro de Berlín y el cambio de las condiciones geo-estratégicas a nivel (llamémosle globalización) de las relaciones continentales, la mirada del director no tiene más que detenerse un poquito en la estructura cultural y moral de ese pobre país de la Europa Central para recrear todas las condiciones propicias para desenmascarar los valores y decadencia de esa sociedad en plena desestructuración y crisis.

Antes que nada aclaremos que esta película es la primera de una serie enmarcada en un proyecto titulado Relatos de la edad de oro, aún en elaboración.

Por supuesto, se nos ocurre que el film –sobre el aborto en Rumania-, es una mirada sumamente personal del director. La desaparición de la famosa cortina de hierro trajo más de un problema cultural, social, político y, por qué no, religioso, a más de un país enrolado con la ex Unión Soviética.

De todas maneras, este tema no es problemático o crítico sólo en este país. Es, en el nuestro y en cualquier otro, tan polémico y conflictivo como ninguno. Sólo con analizar tranquilamente “La muerte del Señor Lazarescu”, donde vemos cómo un hombre moribundo recorre todo el sistema sanitario de la capital de Rumania, Bucarest, en busca de ayuda para su enfermedad terminal, vemos y sentimos que por estos pagos también se cuecen habas. Es el motivo por el cual la menciono. Y en esa tónica, el drama de Otilia y Gabita, para decidir y resolver la interrupción de un embarazo no deseado, entra en la antología de los episodios más trágicos de la historia de la humanidad.

Cómo hizo, Mungiu, esta película es otra cuestión muy distinta, puesto que abordó semejante tema con una economía de recursos realmente impresionante. Y no podía ser de otra manera, Bucarest no es Hollywood, ni el cine rumano tiene o goza de una trayectoria excepcional. Así que detenernos a bucear o desmenuzar cada encuadre, cada escena o secuencia, sería inútil, y no es el objeto de esta nota. Cada autor elige dentro del lenguaje cinematográfico aquella técnica, estilo o forma que más le gusta o mejor se adapta para los objetivos que persigue; si la versión final es coherente o no, el espectador comprende el mensaje o le resulta críptico y desarticulado, bello o desmañado y ridículo es harina de otro costal, merece, sin duda, un capítulo aparte o un análisis de otra naturaleza. De todas maneras, el cine de ciertos países del ex mundo comunista de la Europa oriental, Polonia, Hungría, Yugoeslavia, Checoeslovaquia, la Unión Soviética, etc., en especial durante las décadas del 50 y del 60 del siglo pasado, fueron de una calidad estética original y trascendente desde todo punto de vista. Vale recordarlo en este caso.

Héctor Correa
Punta Alta, enero de 2009

jueves, 8 de enero de 2009

ENFANT, L'


“En el mundo actual, y en el terreno que sea, sólo las obras excepcionales podrán dar brillo a Francia. Robert Bresson ejemplifica esta regla en lo referente al cine. Él es al cine lo que Dostoievski a la novela rusa o Mozart a la música alemana.”

Jean-Luc Godard


Dirección y guión: Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne.
Países: Bélgica y Francia.
Año: 2005.
Duración: 100 min.
Género: Drama.
Interpretación: Jérémie Renier (Bruno), Déborah François (Sonia), Jérémie Segard (Steve), Fabrizio Rongione (Matón joven), Olivier Gourmet (Oficial), Mireille Bailly (Madre de Bruno), Samuel De Ryck (Thomas), Sophia Leboutte (Inspectora), Frédéric Bodson (Matón mayor), Léon Michaux (Policía).
Producción: Jean-Pierre Dardenne, Luc Dardenne y Denis Freyd.
Fotografía: Alain Marcoen.
Montaje: Marie-Hélène Dozo.
Diseño de producción: Igor Gabriel.
Vestuario: Monic Parelle.

Le fils

Dirección y guión: Jean-Pierre y Luc Dardenne.
Países: Francia y Bélgica.
Año: 2002.
Duración: 103 min.
Interpretación: Olivier Gourmet (Olivier), Morgan Marinne (Francis), Isabella Soupart (Magali), Rémy Renaud (Philippo), Nassim Hassaïni (Omar), Kevin Leroy (Raoul), Félicien Pitsaer (Steve), Fabian Marnette (Rino), Jimmy Deloof (Dany), Anne Gérard (Madre de Dany).
Producción: Jean-Pierre y Luc Dardenne, Denis Freyd.
Fotografía: Alain Marcoen.
Montaje: Marie-Hélène Dozo.
Diseño de producción: Igor Gabriel.
Vestuario: Monic Parelle.


No podríamos hablar de Enfant, L' sin mencionar Le fils. Y tampoco podríamos hablar de los hermanos Jean-Pierre Dardenne y Luc Dardenne sin recordar el cine de Robert Bresson y de François Truffaut. Pero vayamos de a poco.

Qué filmó Bresson y por qué fue y sigue siendo importante como creador. Por varias razones, primero porque sus films son un ejemplo del más genuino lenguaje cinematográfico, diría mejor que el lenguaje de la imagen se expresó a través de su cine. Luego, porque su concepción de la utilización de esa lengua en función de la historia no sólo se limitó al mero y simple desarrollo narrativo, sino que además la subordinó a un pensamiento trascendente sobre el hombre, los pequeños o grandes problemas de relación con la sociedad, a los grandes temas de conciencia y en especial al lugar que ocupamos en el mundo ya sea como individuos o como parte de una comunidad. La austeridad, la simpleza de los encuadres, los planos estoicos y serenos, los silencios y el mundo interior de sus personajes, llenos de profunda intencionalidad existencial, son quizá los principales rasgos de su cine. Los actos, la acción del hombre de Bresson, están imbuidos de humanidad y sentido, de trascendencia y espiritualidad, no se ajustan a la estrecha significación causal del cine convencional, o mejor de la forma convencional de la narración, la imagen está cargada de una sensibilidad donde forma y significado adquieren su máxima expresión para el fin, ideológicamente claro y transparente, del autor.

“Mouchette”, “Un condenado a muerte se escapa”, “Pickpocket”, o “Diario de un cura rural”, son verdaderas muestras de una concepción expresiva como nunca un autor de cine supo elaborar. “Mouchette” (1966), o la historia de la tremenda angustia de una adolescente violada, maltratada e incomprendida; “Un condenado a muerte se escapa” (1956), la idea de la realidad pura y descontaminada ya sea de la mano del autor como de los sentimientos del personaje; “Diario de un cura rural” (1950), la conciencia en primer plano de un cura frente a su entorno, crudo y directo, obra maestra sobre el uso de ciertos recursos narrativos como la misiva y la voz en off; o “Pickpocket” –El carterista- (1959), tremendo alegato acerca de la lucha interior de un hombre atrapado entre la injusticia, la sociedad, y la redención que lo premia con el amor; son –entre otros films-, muestras ineludibles de su capacidad de indagación formal, por un lado, y de compromiso artístico por los dilemas irresolutos de la condición humana. Ambos para nada tratados en forma aislada, sino más bien entrelazados, interrelacionados y encarados con realismo y preocupación dirigidos al hombre como un todo indisoluble, o a la sociedad y a la obra de arte como expresión total. Sobre esta imagen de Bresson trata la cita de Goddard con la que iniciamos esta nota.

“Los cuatrocientos golpes”, obra cumbre de François Truffaut, no sólo se constituyó en film emblemático de un cine francés pleno de singularidad, originalidad, y sensibilidad hacia el tratamiento crítico del mundo y su relación con el hombre, sino que abordó la interioridad del niño, de la infancia, más como producto del crudo conflicto, sangrante y vivo, de ciertas ideas relacionadas con la sociedad y la familia cuestionadas por su inmoralidad e hipocresía, desgraciadamente aún vigentes. Truffaut, en la tradición bressoniana, es el director que indagó, con un ojo analítico sin precedentes, en los más oscuros e impenetrables rincones del hombre, primero como niño, luego como adulto y por último como parte de la sociedad, una sociedad que abandona, que hiere y lastima, y que busca sin cesar las formas más profundas de salvación. “Jules et Jim”, y “Disparen sobre el pianista”, sus otras dos obras cumbre, se constituyen en obras de una sensibilidad que nos conmueve de muchas maneras, pero en especial el mundo de los sentimientos y el mundo de la soledad y el abandono, ambos cabalmente registrados en toda su obra. Así, podemos explicar, por su calidad artística (como creador), y por su profunda humanidad, que por un lado haya podido realizar esa extraordinaria entrevista de quinientas horas nada menos que a Alfred Hitchcock, verdadero compendio de análisis de casi toda la obra de un verdadero genio, y por el otro, que haya sido invitado por Spielberg a participar en algunas escenas de “Encuentros cercanos del tercer tipo”, que aún hoy veo cada vez que puedo, claro homenaje a través de la emoción del encuentro y del reencuentro con una infancia ya perdida, dura y mágica a la vez.



De esto trata el cine de los hermanos Dardenne. La cámara sigue a los jóvenes protagonistas, a los personajes, como un ojo escrutador, como tratando de desentrañar lo más oscuros e indescifrables rincones de sus interioridades, constituyéndose en la mirada personal de los autores acerca de los conflictos, a veces incomprendidos o irracionales, de los adolescentes en este mundo lleno de sorpresas y falsas imágenes ofrecidas por aquellos mismos que ejercen el poder. Relaciones, desencuentros entre ellos mismos y con el adulto, las normas, la moral y la ética de una sociedad cada vez más dura e indiferente.

Analizar el comportamiento, extraño a los ojos del hombre mayor y de la sociedad, de personajes no adultos todavía, o con adolescencias tardías, frente a los grandes desafíos de la vida, como la paternidad, los avances tecnológicos y su influencia en el niño, o la supervivencia en el medio hostil de la vida de la gran urbe, es reconocer que todavía hay quienes nos alertan que el terreno es peligroso, y que la dura existencia cotidiana no es tan sencilla y está, sin duda, llena de peligros acechando, en especial al niño y al adolescente.

Héctor Correa
Punta Alta, enero de 2009