miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL SAPO ZOILO - VICTORIO LUIS CORREA

1 – EL SAPO ZOILO – ( LAS AVENTURAS DEL …)




Este amigo nació hace muchos años.

Ya ni me acuerdo cuantos años fueron… Lo que puedo contar fueron las cosas que me contó él, que le tocaron vivir… Y como era vecino mío lo fui conociendo de a poquito y en este conocimiento fue creciendo nuestra amistad.

Conocí su casa, su barrio, sus vecinos y amigos. Y en una de las tantas visitas que le hice me contó algo increíble.

Una tarde de otoño, en Punta Alta llovía mucho, el agua empapaba todo, hasta los médanos estaban saturados de agua. Cosa difícil de creer porque se supone que la arena no deja de chupar agua incansablemente. Ese día no era así. El agua corría sobre la arena.

Zoilo vivía en un médano grande, su casita tenía una hermosa puerta de madera que tenía un farolito al costado que servía de noche para atraer bichitos que él comía.

Esa tardecita el farol estaba apagado, había corte de luz por la lluvia. No sé cómo pasó, de pronto el agua comenzó a brotar del piso de la casa. El sapo no lo podía creer. Subía y subía. Los muebles de la casa comenzaron a flotar, querían salir por la puerta siguiendo la pendiente del médano y siguió subiendo hasta el borde de la ventana y chorreó por la pared llevándose los fósforos, los platos de madera y alguna ropa.

Zoilo, me contó, se subió a la mesa que ya comenzaba a moverse. ¡Qué miedo! Afuera el torrente de agua parecía un río que buscaba el mar. No olvidemos que Punta Alta está al lado del mar. Sobre la mesa Zoilo parecía estar a salvo. No era así. De golpe la mesa, entre el agua que tragaba le dijo ¡Abrí la puerta Zoilo, que nos ahogamos!

La puerta se abría hacia afuera y salieron juntos con el agua acumulada en la casa como si fuera una tabla de surf. Patinaron por la pendiente del médano y gracias a las patas de la mesa corrieron y galoparon sobre el agua.

El pobre Zoilo se agarraba como podía. Después de una curva se encontró con la calle en pendiente que el agua recorría buscando la playa.

La playa no esta cerca pero el agua llevaba tanta velocidad que en poco tiempo terminaron allí.

De pronto Zoilo ve pasar junto a él flotando, a un enorme botín. Por un instante quedaron uno junto a otro y Zoilo sin pensarlo más pegó un salto, le dijo chau a la mesa y quedó metido en el botín con la cabeza fuera como si estuviera en la torreta de un submarino.

Para ese entonces ya se veían las luces de las boyas de Arroyo Pareja. Su fin estaba cercano y casi a la vista. Al sapo Zoilo le trabajaba la cabeza a mil por hora. Mira para todos lados y descubre el cordón del botín y se pone a desatarlo, saca el cordón del botín flotador, hace un nudo y lo transformó en un lazo. Quería ver dónde había una saliente, un palito, una rama, para agarrarse y detener su caída al mar. Fue cuando escuchó unos gritos sobre su cabeza. Levantó los ojos y se encontró con su amiga, la gaviota Eusebia, que venía siguiendo a Zoilo desde lo alto.

¡Agarrate de mis patas! le gritó su amiga.

Pero resultaba muy difícil en esos momentos, había ramas de tamarisco muy cerca que le impedían a Eusebia volar más bajo.

El sapo Zoilo no duda ni un instante, revoleó el lazo y le enlaza una pata a la gaviota. De esa manera la gaviota amiga se eleva y levanta al sapo. Y allá va el Zoilo por el aire tomados del cordón salvador. ¡Qué lindo ver todo desde arriba! pero más lindo es volver al suelo de uno. A su tierra. Si bien ahora estaba todo mojado y revuelto. Pero seguro que Zoilo reconstruiría todo …

Le dio las gracias a la gaviota, le palmeó las plumas y se despidieron más amigos que nunca. Y a empezar de nuevo.

FIN
Por Victorio Luis Correa

1 comentario:

  1. ¡¡¡Hermosísimo cuento!!! Tan sencillo, tan profundo a la vez, tan representativo de nuestra comarca rosaleña...
    Gracias Luis,
    Diana

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