miércoles, 24 de septiembre de 2008

EL SAPO ZOILO - VICTORIO LUIS CORREA

1 – EL SAPO ZOILO – ( LAS AVENTURAS DEL …)




Este amigo nació hace muchos años.

Ya ni me acuerdo cuantos años fueron… Lo que puedo contar fueron las cosas que me contó él, que le tocaron vivir… Y como era vecino mío lo fui conociendo de a poquito y en este conocimiento fue creciendo nuestra amistad.

Conocí su casa, su barrio, sus vecinos y amigos. Y en una de las tantas visitas que le hice me contó algo increíble.

Una tarde de otoño, en Punta Alta llovía mucho, el agua empapaba todo, hasta los médanos estaban saturados de agua. Cosa difícil de creer porque se supone que la arena no deja de chupar agua incansablemente. Ese día no era así. El agua corría sobre la arena.

Zoilo vivía en un médano grande, su casita tenía una hermosa puerta de madera que tenía un farolito al costado que servía de noche para atraer bichitos que él comía.

Esa tardecita el farol estaba apagado, había corte de luz por la lluvia. No sé cómo pasó, de pronto el agua comenzó a brotar del piso de la casa. El sapo no lo podía creer. Subía y subía. Los muebles de la casa comenzaron a flotar, querían salir por la puerta siguiendo la pendiente del médano y siguió subiendo hasta el borde de la ventana y chorreó por la pared llevándose los fósforos, los platos de madera y alguna ropa.

Zoilo, me contó, se subió a la mesa que ya comenzaba a moverse. ¡Qué miedo! Afuera el torrente de agua parecía un río que buscaba el mar. No olvidemos que Punta Alta está al lado del mar. Sobre la mesa Zoilo parecía estar a salvo. No era así. De golpe la mesa, entre el agua que tragaba le dijo ¡Abrí la puerta Zoilo, que nos ahogamos!

La puerta se abría hacia afuera y salieron juntos con el agua acumulada en la casa como si fuera una tabla de surf. Patinaron por la pendiente del médano y gracias a las patas de la mesa corrieron y galoparon sobre el agua.

El pobre Zoilo se agarraba como podía. Después de una curva se encontró con la calle en pendiente que el agua recorría buscando la playa.

La playa no esta cerca pero el agua llevaba tanta velocidad que en poco tiempo terminaron allí.

De pronto Zoilo ve pasar junto a él flotando, a un enorme botín. Por un instante quedaron uno junto a otro y Zoilo sin pensarlo más pegó un salto, le dijo chau a la mesa y quedó metido en el botín con la cabeza fuera como si estuviera en la torreta de un submarino.

Para ese entonces ya se veían las luces de las boyas de Arroyo Pareja. Su fin estaba cercano y casi a la vista. Al sapo Zoilo le trabajaba la cabeza a mil por hora. Mira para todos lados y descubre el cordón del botín y se pone a desatarlo, saca el cordón del botín flotador, hace un nudo y lo transformó en un lazo. Quería ver dónde había una saliente, un palito, una rama, para agarrarse y detener su caída al mar. Fue cuando escuchó unos gritos sobre su cabeza. Levantó los ojos y se encontró con su amiga, la gaviota Eusebia, que venía siguiendo a Zoilo desde lo alto.

¡Agarrate de mis patas! le gritó su amiga.

Pero resultaba muy difícil en esos momentos, había ramas de tamarisco muy cerca que le impedían a Eusebia volar más bajo.

El sapo Zoilo no duda ni un instante, revoleó el lazo y le enlaza una pata a la gaviota. De esa manera la gaviota amiga se eleva y levanta al sapo. Y allá va el Zoilo por el aire tomados del cordón salvador. ¡Qué lindo ver todo desde arriba! pero más lindo es volver al suelo de uno. A su tierra. Si bien ahora estaba todo mojado y revuelto. Pero seguro que Zoilo reconstruiría todo …

Le dio las gracias a la gaviota, le palmeó las plumas y se despidieron más amigos que nunca. Y a empezar de nuevo.

FIN
Por Victorio Luis Correa

SOBRE LITERATURA PARA NIÑOS




Así como Hitchcock con el lenguaje del cine creaba en la mente del público un mundo de suspenso e intriga, en el cuento para chicos el autor crea un mundo de magia e irrealidad a través de la palabra (escrita u oral). Y tiene que ser así, lo fantástico atrapa al chico, como el suspenso de una historia se apodera del espectador, y la magia de lo irreal como lo entendieron los grandes autores de cuentos y relatos para niños, o la tradición universal con su extraordinario acervo de historias maravillosas, cautivó al pequeño y seguirá haciéndolo sin duda por lo siglos de los siglos, al menos eso esperamos aquellos incrédulos creadores o cultores de la fantasía irremediable. El cine y la literatura para niños coinciden en todo pero sobre todo en esto.
Análisis profundos y muy sistemáticos se han hecho alrededor del fenómeno de la literatura para chicos. Autores como el ruso Vladimir Propp, quien analiza el cuento de hadas desde su morfología, o Bruno Bettelheim (1903-1990) que lo analiza desde el psiconanálsis, y el uruguayo Jesualdo como expresión creadora del niño, han tratado de entender de alguna manera el por qué existe y existió una literatura para niños que nos cautivó generación tras generación. En el cine, las marionetas del checo Jiri Trnka -Viejas leyendas checas-, o el norteamericano Walt Disney, o el francés Albert Lamorisse, se inscribieron en los maestros de la narración para niños (y adultos con ternura en sus corazones).
Sobre el cuento en general habría mucho que decir, Poe lo escribió, lo contó y lo estableció formalmente, pero la tradición oral universal se detuvo con mucha atención e interés en el chico como vehículo y oyente primero y lector después. Así lo entendieron Fedro, Esopo, La Fontaine, Samaniego, Iriarte, con sus extraordinarias fábulas, los hermanos Jacob and Wilhelm Grimm, Hans Christian Andersen, Charles Perrault, Carlo Collodi, J.M. Barrie, Charles Dickens, Mark Twain (Huckleberry Finn y Tom Sawyer), A. De Saint – Exupéry, Cervantes, etc. Todos escribieron literatura para niños, perduraron en el tiempo y se convirtieron en universales en la medida en que trascendieron en el espacio, lenguas y culturas. He aquí algunos párrafos de estos extraordinarios autores donde podemos sentir y aprehender toda la energía narrativa dirigida a los niños:


DIÁLOGO ENTRE BABIECA Y ROCINANTE (Don Quijote de la Mancha, escrito por Miguel de Cervantes Saavedra)

Soneto

B. ¿Cómo estáis, Rocinante, tan delgado?
R. Porque nunca se come, y se trabaja.
B. Pues, ¿qué es de la cebada y de la paja?
R. No me deja mi amo ni un bocado.
B. Andá, señor, que estáis muy mal criado,
pues vuestra lengua de asno al amo ultraja.
R. Asno se es de la cuna a la mortaja.
¿Queréislo ver? Miradlo enamorado.
B. ¿Es necedad amar?
R. No es gran prudencia.
B. Metafísico estáis.
R. Es que no como.
B. Quejaos del escudero.
R. No es bastante.
¿Cómo me he de quejar en mi dolencia,
si el amo y escudero o mayordomo
son tan rocines como Rocinante?


J.M. Barrie
Peter Pan

1º capítulo: Aparece Peter

Todos los niños crecen, excepto uno. No tardan en saber que van a crecer y Wendy lo supo de la siguiente manera. Un día, cuando tenía dos años, estaba jugando en un jardín, arrancó una flor más y corrió hasta su madre con ella. Supongo que debía estar encantadora, ya que la señora Darling se llevó la mano al corazón y exclamó:
-¡Oh, por qué no podrás quedarte así para siempre!

EL PRINCIPITO
A. De Saint - Exupéry

A Leon Werth:

Pido perdón a los niños por haber dedicado este libro a una persona mayor. Tengo una seria excusa: esta persona mayor es el mejor amigo que tengo en el mundo. Tengo otra excusa: esta persona mayor es capaz de entenderlo todo, hasta los libros para niños. Tengo una tercera excusa: esta persona mayor vive en Francia, donde pasa hambre y frío. Verdaderamente necesita consuelo. Si todas esas excusas no bastasen, bien puedo dedicar este libro al niño que una vez fue esta persona mayor. Todos los mayores han sido primero niños. (Pero pocos lo recuerdan). Corrijo, pues, mi dedicatoria:
A LEON WERTH
CUANDO ERA NIÑO


Charles Dickens
GRANDES ESPERANZAS

CAPITULO I

Como mi apellido es Pirrip y mi nombre de pila Felipe, mi lengua infantil, al querer pronunciar ambos nombres, no fui capaz de decir nada más largo ni más explícito que Pip. Por consiguiente, yo mismo me llamaba Pip, y por Pip fui conocido en adelante.



Por supuesto nos gustaría transcribir una fábula de los grandes autores universales, pero preferimos que lean al Sapo Zoilo, mejor dicho les presentamos a Zoilo, sus relatos, sus aventuras y desventuras, sus travesuras, sus fantasías, el rico vuelo de su imaginación, sus amigos, por ahí sus desdichas y tristezas, pero sobre todo la ternura que irradia este personaje, es de aquí, de Punta Alta, y nos transportará a un mundo de suaves sonidos nuestros y espacios geográficos entrañables, no nos cabe duda.

Héctor Correa, setiembre de 2008

sábado, 13 de septiembre de 2008

IDENTIDAD Y CULTURA - Notas sobre el ser rosaleño



Fotografía de Hernández

No creo necesario definir el término cultura en este caso. Aún muchos antropólogos no se han puesto de acuerdo acerca del verdadero significado, o sus alcances; y para esta pequeña comunidad basta con que señalemos que este vocablo engloba la peculiaridad del ser rosaleño en todo sentido y en todos sus ámbitos. Podemos hablar de cultura en lo que se refiere a las producciones artísticas o artesanales del habitante, como de aquellas conductas o actitudes de la cotidianeidad, o los proyectos elaborados y destinados para el bienestar, la salud y la formación integral de la comunidad, estén impregnados o no de significados o condimentos políticos intencionalmente concebidos. En última instancia la sociedad toda es partícipe de este concepto, es protagonista, forma parte, y tiene un claro compromiso en esta tan compleja y abarcadora expresión. Que unos se sientan más protagonistas que otros, asuman acciones más emprendedoras y enérgicas que sus vecinos a la hora de encarar emprendimientos, no les quita, ni los excluye de ser copropietarios de la cultura de su terruño. La impronta que le imprime el rosaleño a sus acciones, reclamos o planes, va a ser o constituir nuestra idiosincrasia, signada por compromisos, indiferencia o anomia según el caso.
Sobre nuestra “patria chica” –expresión que contiene una tremenda carga semántica y emocional-, ha recorrido, desde sus inicios, un proceso cívico-militar, que dejó, en forma permanente, un huella muy profunda de orden ético-moral, que impregnó en su totalidad las acciones, las actitudes, las obras, los actos sociales, el entusiasmo, la energía, las instituciones de toda índole, los medios, las conductas colectivas e individuales, los escasos o nulos movimientos artísticos, los eventos deportivos, la actividad integral del habitante y todo tipo de acontecimiento, incluida la educación (síntesis y objetivo primordial de toda comunidad para el desarrollo de su futuro), y la política sobre todo, dejando como estereotipada una forma de ser propia y perfectamente definida en cuanto a sus rasgos y señales. De tal modo que pasaría a ser esto la cultura rosaleña, por darle una identidad distintiva frente a la de otras localidades vecinas del sur de nuestra provincia.
“No vamos a tocar –aunque deberíamos-, las implicancias políticas (partidarias o no) de tales atributos de nuestra comunidad, instituida a través de ya muchos años de consolidación y cimentación. Vamos a recalcar los fenómenos socio-culturales que se generaron a partir de ese perfil peculiar.” Dijimos en una nota anterior. Y son varios los aspectos que vale la pena señalar en este orden y a la hora de puntualizar de alguna manera nuestra “cultura”.
Que hemos generado una forma de ser, una personalidad propia, no nos cabe ninguna duda. A través de los años, desde antes de conseguir la autonomía, consolidamos ciertos rasgos que nos han caracterizado muy bien, es decir con mucha claridad, en lo que atañe a darle carácter a cierta forma de vida, ciertas instituciones, y ciertas expresiones comunales, un carácter donde el espíritu naval primó –tanto entre civiles como en la propia armada- frente a lo meramente civil. Es decir, en otras palabras, se miraba hacia “adentro” quedando el “afuera” para la población aledaña o pegada, con una reja y una vía como límite o frontera. Ésta, con el tiempo, fue una barrera o una cuña (como quieran llamarla) que penetró en la vida cotidiana y en las instituciones de Cnel. Rosales. No vamos a tocar aquí –aunque sería bueno hacerlo- la cuestión de cómo las tierras que hoy ocupa el Ministerio de Defensa fueron cedidas en su oportunidad para el asentamiento militar, constituyendo un enclave de clara proyección geopolítica regional como dijimos en otra ocasión. Pero, sí vamos a recalcar, ya que éste es nuestro objetivo, que dicho enclave configuró, por un lado una trayectoria histórica particular de la población civil y militar conviviente, y por el otro, una “cultura” cívica de poca trascendencia a la hora de situarnos frente a esa región y especialmente frente al vecino más importante, con el que disputamos ciertos espacios con poca o ninguna fortuna. Si ésta realidad no influyó e influye en la rosañoleidad, entonces no podremos nunca hablar de identidad, cultura o pertenencia. Sostengo que fue más que determinante, fue decisiva en la formación, y en la generación y constitución de nuestra forma de ser, no hay duda.
Otro dato que nos signó, nos marcó, y nos hizo como somos fue la autonomía. Si analizamos con detenimiento el perfil geográfico-militar del momento, el contexto socio-económico, el período histórico de la provincia y el país, podemos comenzar a comprender cómo ciertos hechos fijaron nuestra proyección como comunidad y nuestro destino. Si en este entorno o cuadro de situación nacimos institucionalmente, también, de la mano de los autonomistas y de cara al aparato militar, vimos la luz en el sur de esta enorme provincia y a las puertas de la región más despojada y abandonada de nuestro territorio.
Nosotros no tenemos expresiones culturales de real significación y peso específico propio como para constituir, al estilo de un pueblo originario o una región con peso histórico autónomo, una “cultura” perfectamente definida y distintiva del resto de la región pampeana. Coparticipamos de los rasgos, propios del habitante de esta región, formamos parte de un complejo territorial bien determinado y sufrimos de la indiferencia y la falta de interés de los factores de poder que confluyen en la capital del país, hoy llamada Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Sólo nos hace diferentes, de otros distritos, el hecho de ser una población donde han convergido inmigrantes de algunos países europeos, y de la migración interna provinciana, producto del asentamiento militar. Esto nos hace, repetimos, ser como somos. No otra cosa. Partimos de este estado para definirnos, describirnos, y asentar los fundamentos del ser rosaleño.
Todo este cuadro someramente descripto, con algunos aditamentos históricos, políticos y sociales, provocaron algunos hechos culturales de relevancia, inéditos e irrepetibles desgraciadamente en la historia de Punta Alta. Por ejemplo, allá por la década del sesenta se creó El Jazz Club Punta Alta, el Cine Club Punta Alta, y algunos emprendimientos deportivos (softbol y rugby) de relativa importancia pero de cierta significación social por sus características que escapaban a los deportes tradicionales. Y un poco más adelante el Círculo de Ajedrez de Punta Alta marcó el hito socio-cultural más trascendente por su proyección no sólo en el terreno ajedrecístico sino en el orden social ya que pretendió también cubrir una interesante y muy rica gama de actividades destinadas a promocionar e incentivar –hablo del Premio Alfil- la realización de actividades enriquecedoras –mesas redondas donde se debatían temas relacionados con el distrito- para el habitante rosaleño, ya sea desde el punto de vista ético-moral como el deportivo o el esparcimiento, y el artesanal, sin contar aislados brotes destacados y sobresalientes en la música, la pintura y la cerámica. Y menciono estos esfuerzos como destacables por dos importantes motivos: porque se gestaron fuera del marco burocrático-institucional del gobierno comunal, con escaso o nulo apoyo oficial, y porque algunos de ellos fueron inéditos, originales y de un profundo impacto en la comunidad por los vecinos que rodearon las acciones y por la forma en que colaboraron para su realización. Y esto trae aparejado un aspecto notable para mencionar, y es la duda que nos produce la injerencia oficial en los hechos culturales de cualquier comunidad. Si dicha intromisión es beneficiosa o sólo genera una burocracia administrativa con intenciones pseudo-culturales incapaz de promocionar o incentivar en forma genuina, real y espontánea dichas acciones, la expresión artística y artesanal o tan sólo las formas primarias del rico acervo que yace a veces adormecido en el interior del hombre. Toda una cuestión muy polémica que hace a la naturaleza de este tema y al desarrollo de las poblaciones o grupos con intenciones de proyectarse hacia dimensiones donde lo permanente y ancestral, lo profundo y original, el germen y el cimiento, tienden a querer manifestarse más allá de los discursos políticos o institucionales.
Es así como hoy, apenas, logran surgir notables expresiones, con inciertos resultados como para permitir su continuidad, me refiero a las revistas Numen y Dazebao, al margen de todo apoyo oficial, o bien actividades individuales en otros órdenes, y en cambio se vuelcan grandiosos esfuerzos en el otorgamiento de premios rodeados del aparato comunal, e indiferentes en lo que respecta a agrupar, promover, o bien dejar lugar a la participación espontánea de organizaciones o vecinos a veces ellos producto de la generación y el esfuerzo colectivo. Todo un tema.
Lo que sí es claro que la complejidad del asunto nos promueve y nos incentiva para una seria reflexión acerca de ciertas posturas tomadas, especialmente a partir del año 1983, con el advenimiento de esta democracia, en lo que respecta a la necesidad de “administrar” nuestra cultura. Y así surgieron ciertos personajes que encabezaron, fueron líderes de esta posición, que tiene condimentos ideológicos indudables y nos llevaron a este estado de cierta parálisis en cuanto al entusiasmo y a la necesidad de volcar nuestras mejores energías en la actividad socio-cultural. Todo un conflicto comunal no ajeno a la crisis política y dirigencial que impregnan las organizaciones sociales y atraviesan muchos ámbitos de nuestra poderosa y vital condición humana que merece esto y mucho más.

Héctor Correa

PERTENENCIA E IDENTIDAD



Se ha hablado mucho sobre el término identidad, se ha incluido en numerosos discursos y se ha mencionado hasta el cansancio. Agota insistir en este concepto si es tan vacío a veces, y tan complejo y profundo otras tantas. Por lo tanto será un desafío afrontar un intento más, aportar otro punto de vista o enunciar nuevos contenidos destinados a su dilucidación.

Aclaremos lo siguiente, no es cuestión de discutir si los rosaleños tenemos o no identidad, si merecemos tenerla o no, o si constituimos un grupo humano extraño que luchamos por albergar alguna. Con respecto al conflicto por detentarla, a los esfuerzos por instituirla, o si debemos esforzarnos hasta el límite de nuestras fuerzas, tampoco creo que deba ser así.
Ninguna comunidad después de más de cien años de existencia –una historia-, con un espacio propio geográfico y políticamente bien determinado, con una población arraigada, mayoritariamente estable, con instituciones, organizaciones comunitarias y estructura social bien definidas, carece de identidad. Entonces ¿de qué hablamos cuando hablamos de identidad? Quizá no sepamos describir esa identidad, no sepamos descubrirla, hacerla visible, resaltarla, mencionarla con todas las letras, o simplemente llamarla de alguna manera, si es que se puede poner en palabras algo tan vital y sustancial como la forma del ser de una comunidad como la nuestra.
Muchos hemos fundido identidad y autonomía. Más, hemos enarbolado como bandera de lucha, para abonar y ahondar en nuestra identidad, la cuestión de la autonomía y de sus precursores, pero no supimos con claridad definir por qué esa palabra ha prendido con tanta fuerza en los discursos y mensajes de políticos y jefes administrativos de nuestros últimos gobiernos, específicamente desde el año 1983 aproximadamente. Poblaciones como la nuestra son desde hace mucho tiempo comunidades autonómicas, o deberían serlo, teniendo en cuenta los instrumentos jurídicos-políticos y administrativos que nos rigen en el orden provincial. El hombre, la mujer, integrante de este conjunto de habitantes no debe de estar muy comprometido ni compenetrado de esta situación, propia de cualquier Distrito, si nuestros dirigentes creen que deben apelar continuamente a esta terminología a los fines de estructurar políticas de estado o hacer valer derechos sobre asuntos relativos al desarrollo y el bienestar comunitario. Siguiendo con esta lógica, somos autonómicos, tenemos una identidad, por lo tanto no debemos preocuparnos por esto, más bien deberíamos preocuparnos por alcanzar mejores niveles de bienestar y confort como sociedad, aprovechar bien nuestros pocos o suficientes recursos, y hacer que nuestro futuro sea venturoso para nosotros y nuestros hijos. Este es otro discurso o suena así, pero se sustenta en otros parámetros y no gira en el vacío de lo redundante o anacrónico. Al menos debería ser así, pero la realidad de estos últimos años ha demostrado que en verdad no es así.
Con respecto a nuestras carencias, a los conflictos jurisdiccionales, y a las disputas con el estado nacional y provincial sobre nuestros derechos heredados que atañen a la geografía del Distrito y a los bienes, constituyen cuestiones sin resolver, y hacen a políticas de estado que nuestros políticos tienen que tomar en serio para poder explicar a sus conciudadanos y determinar así los caminos a seguir para alcanzar esos objetivos, considerados como vitales y estratégicos para el crecimiento de la sociedad toda. Somos una sociedad autónoma y gozamos de una férrea identidad como para llevar adelante esos reclamos con la suficiente energía y potencia ante los poderes que correspondan. Explicarle a la población que si luchamos sólo por esos objetivos alcanzamos o nos dirigimos hacia nuestra autonomía plena, es como reconocer la no existencia de la misma.

Detengámonos en el sentido de pertenencia ahora. Nadie puede negar que el sentido de pertenencia tiene una dinámica producto de factores de distinta naturaleza. Está estrechamente unida al arraigo, y por supuesto al desarraigo. Arraigo es fijarse en un lugar, crear raíces, vincularse de tal manera que la acción de alejarse entraña una actitud o consecuencia emocional, y no sólo física o material. Nuestra consolidación en un emplazamiento determinado hace a ese sentido de pertenencia que nos ata, nos une a la tierra y nos compromete desde todo punto de vista, las raíces se hacen profundas, y la raigambre se torna ser, ser con la tierra y con todo lo que nos vincula. Pero, no se constituye en un asunto individual, de un ser único, aislado, todo lo contrario, se hace y tiene sentido en tanto y en cuanto forma parte de una comunidad, donde los intereses individuales se pierden en el conjunto y se funden hacia un destino común. Es el amor por el terruño, por el lugar, entendido éste por un espacio vivido con una localización concreta y un sentido de pertenencia. Cuando ese sentimiento se hace muy firme, se consolida, se dice que echa raíces, es cuando nos comprometemos emocionalmente, y comienza a tener historia. No creo que en Cnel. Rosales no haya individuos con tales sentimiento de arraigo y pertenencia.
Si avanzo un poco más y hablo de historia, de memoria, de vida, de compromiso y de objetivos comunes, también hablo de conciencia, de conciencia territorial, del ser y el tener del lugar y de sus habitantes. El término conciencia del lugar tiene mucho que ver con la raigambre, con el sentirse parte de un destino común, pero esa conciencia es vital, cobra vida, cuando se torna activa, se hace uno con los objetivos primordiales y siente que debe avanzar y dinamizarse hacia nueva y mejores formas de vida, es la supervivencia y los deseos de perpetuarse de la comunidad toda como un ser vivo que siente que debe luchar por su vida y su existencia. Y la conciencia se hace historia en la medida en que no sólo comprende su futuro, sino que aprende y se apropia de los ejemplos y los mejores modelos, que motivaron y dieron forma a los objetivos primeros y sustanciales.
Muchos otros lugares aceptaron o fueron receptores de grupos de hombres de otras latitudes del interior del país, de nuestro país, y del exterior. Las migraciones provocadas por ciertos emplazamientos militares a través de todo nuestro territorio, especialmente hacia bases navales, es un claro ejemplo de cómo se constituyeron comunidades con rasgos peculiares, entre ellas la nuestra, caracterizada por la inestabilidad del grupo y el asentamiento permanente de otros, con rasgos culturales de un cosmopolitismo provincial o un provincialismo cosmopolita dotado a veces de insuficiente sentido de pertenencia o conciencia territorial. Y éste es el caso.
No vamos a tocar –aunque deberíamos-, las implicancias políticas (partidarias o no) de tales atributos de nuestra comunidad, instituida a través de ya muchos años de consolidación y cimentación. Vamos a recalcar los fenómenos socio-culturales que se generaron a partir de ese perfil peculiar.
En una nota anterior hicimos hincapié en la necesidad de construir una fotografía dinámica de la geopolítica de nuestro lugar. Ahondar en las entrañas más profundas y vitales de nuestro ser, como territorio y comunidad. Un punto de partida para el desarrollo de políticas de estado, un alerta también para nuestros dirigentes en todos los órdenes de la vida comunitaria. Comprender, entonces que el arraigo, el sentido de pertenencia y la conciencia territorial son factores fundamentales para ese objetivo, y entender que la peculiaridad de nuestra población reside en ciertas características producto de su condición estratégica en el lugar que ocupa y de su origen como asentamiento cívico-militar, es comenzar a describir esa identidad de la que hablábamos al principio. Memoria e historia toman sentido y se constituyen en fuente y origen de la naturaleza de nuestro ser rosaleño.
Por supuesto hubo y hay grupos, y hablo de vecinos, que se sintieron mucho más comprometidos con los destinos comunitarios que otros quienes aún piensan que su paso es efímero por este rico y bello territorio. Aquellos sumaron esfuerzos supremos y sacrificios vitales a ese sentimiento de pertenencia, o lo que deseo explicar, constituyeron una conciencia profunda sobre la indefectible necesidad de afianzar una comunidad y un territorio propios, de los rosaleños, para los rosaleños y su descendencia futura.
Quisieron, sintieron la necesidad de quedarse para construir su patria chica, darle el perfil fundacional necesario y dotarla de la vitalidad que toda localización con sentido de pertenencia requiere. Estos otros grupos que creen en su leve paso seguirán siendo los no-lugareños, aunque no hablen ni digan nada, ni se constituyan u organicen en instituciones, tendrán poco o nulo interés en este terruño y no dejarán nada que enriquezca o abone este paraje. Se identifican como producto de una realidad incuestionable, su compromiso y su conciencia están determinados por una situación institucional irremediable, y su estabilidad será la de otros destinos impuestos desde fuera. Acá la advertencia se asienta en la complicidad, en la no tan extraña fusión entre aquellos que esgrimen su no compromiso en su fugacidad y los otros que, aún ocupando posiciones dirigenciales sociales y políticas, aún siendo legítimos hijos de esta tierra, creen que su sentido es ahondar la no pertenencia con falsos compromisos y escaso arraigo. Una deformación de la naturaleza peculiar de este lugar, no hay duda.

Héctor Correa

UNA CASA SIN PUERTAS


La reconocida y muy usada imagen de la casa sin puertas, creada por Alberdi, es perfectamente aplicable a Cnel. Rosales y su cabecera, la ciudad de Punta Alta. No es difícil de explicar. Muchos habrán sentido en carne propia las dificultades y los peligros que implica. La falta de comunicación, la escasa o nula respuesta, no encontrarle salida a determinadas situaciones, golpear en vano, incluso hasta la falta de solidaridad. Es una sensación de aislamiento, de soledad, y por qué no de vacío y desprotección ante la adversidad. Como que el mundo termina ahí, y después la oscuridad.

El perfil de distrito sin puertas ni ventanas, o sea sin vías de comunicación hacia afuera, hacia otros distritos, o desde los principales centros económicos provinciales y del país hacia el distrito, o interrelacionados entre sí, sin caminos y rutas ágiles, de acceso y salida fáciles y rápidas, -pensemos en nuestro puerto comercial aún desactivado-, o sin un ferrocarril capaz de conectarnos estratégicamente con el resto de las regiones de importancia económica, es meternos en una larga historia. Pero pensemos hacia delante.

¿Cuáles deberán ser entonces los ejes por los cuales deberá pasar nuestra lucha de aquí en más, y cuáles los escollos que deben vencer aquellos emprendimientos que quieran aprovechar nuestros recursos y riquezas?

No creemos que alcance con embellecer la ciudad, u ordenar el estacionamiento en diez cuadras a la redonda del centro de Punta Alta, para que los vecinos paguen, o arreglar varias arterias y bocacalles, para situar nuestro Distrito definitivamente como parte del crecimiento regional, junto con los demás de la 6º Sección Electoral.

Tendremos que pensar en algo más importante, por supuesto, después de desmenuzar la anatomía del Distrito para saber con qué contamos y hasta dónde estamos dispuestos a dar.

Es claro que el perfil geopolítico regional conformado por tres polos, uno con un aparente futuro signado por el desmantelamiento del estado nacional, producto de reglas de juego que nada tienen que ver con lo regional, y los otros dos, en clara competencia desigual (puertos y zona franca) por liderar los ejes del desarrollo y la preponderancia marítima, sin antecedentes histórico-sociales que fundamenten tal aspiración, excepto haber sido soporte de actividades portuarias colaterales en algún momento dado de nuestra vida económica, hace que tengamos que analizar detenidamente si los poderes provincial y nacional están dispuestos a aceptar el rol al que los rosaleños aspiramos, quizá base y fundamento de nuestro futuro como comunidad.

Esta breve descripción de la situación geopolítica que todos conocen, requiere sin duda de la puesta en escena de un sinnúmero de factores geográficos, políticos, económicos, sociales y culturales, que será prácticamente imposible de encarar aquí. Sólo abordaremos o enunciaremos algunos de explícita importancia estratégica que hoy en día constituyen barreras a sortear para la dirigencia política de nuestro terruño. Siempre y cuando exista una clara y férrea voluntad para llevar a cabo semejante faena en pos del bienestar de la población.

Existen dos aspectos rotundos, casi obvios, a tener en cuenta. Primero, la geografía, nuestra geografía, la ubicación y las características geográficas del lugar que habitamos. Segundo, la política, los rasgos políticos y las formas de hacer política que emanan de la geografía y sus atributos o peculiaridades que se desprenden de ella. Sobre esto, la experiencia, y la observación han dado señales bien evidentes que nos llevan a rever nuestra historia, cómo consideramos nuestra tierra y qué políticas nos dimos en su momento en las diversas etapas por las que pasó el distrito. Cabe entonces la siguiente pregunta: ¿Se analizó, con la debida profundidad, el perfil geográfico regional y local, como para poder fundamentar aspiraciones de la envergadura a que aspiramos, capaz de poner en duda el peso político-económico del Distrito vecino?

Hay algo importante a considerar bajo esta perspectiva. En la actualidad, en el estado actual de las relaciones e interrelaciones socio-políticas y económicas con nuestros vecinos, existe una paradoja. Por un lado gozamos por compartir mega proyectos de temible proyección futura. Por el otro padecemos de una asimetría política, estratégica y social, que hace que actuemos defensivamente, y como consecuencia, no sepamos ni medir, ni tomar medidas para hacer valer ciertos derechos inmanentes, inherentes a nuestra condición de socios. Aquí, aclaremos algo, la condición de socio quizá no provenga tanto de una mera relación comercial y económica, como de una historia, la vecindad y el haber compartido en algún momento destinos comunes. No nos olvidemos, el mayor polo regional ejerció y ejerce una gravitación que va más allá de lo físico-geográfico, y se adentra en lo cultural, social y emocional. Muchos hijos de esta tierra han bebido de la cultura y educación de nuestro hermano mayor, se han hecho profesionalmente, culturalmente y hasta deportivamente. Sin olvidar que durante muchísimo tiempo, y hasta podemos decir hoy también, nacieron y nacen en sus centros sanitarios. Y mucho más. Ahora, hoy, disputamos espacios donde sabemos que no contamos con recursos ni humanos ni políticos adecuados como para llevar a buen término tales disputas. Esto nos lleva al fracaso y a la frustración. Tenemos claras pruebas recientes en ese aspecto. Por supuesto, se requiere, para subsanar o equilibrar ciertas asimetrías, de claras y bien fundadas políticas que sin duda trascienden el voluntarismo localista y las frases altisonantes que no conducen a nada.

Hasta ahora no desmenuzamos ni describimos con detalles la tierra que habitamos, ni señalamos los km2 de nuestro Distrito al menos, para hacer pie en la extraña y peculiar localización que detentamos y que configura el rasgo más peculiar a descifrar. Pero ya tenemos algo, y creo que es más que suficiente para empezar a escudriñar, muy pocos lo podrán negar.

En el reciente trabajo (publicado en el 2000) realizado por un grupo de investigación coordinado por las licenciadas Margarita Bróndolo y Sandra Bazán sobre La Geografía de Punta Alta y Partido de Coronel Rosales, tal el título, donde se analiza “el espacio geográfico, potencialidades y restricciones”, ubica y describe nuestra tierra con claridad, y logra constituirse en un obligado manual de consulta para tener a mano a la hora de conocer los rasgos geográficos, aspectos socio-económicos, y las características institucionales que hicieron de Cnel. Rosales un Distrito peculiar, digno de, no sólo de geógrafos, sino también de antropólogos, sociólogos, especialistas en psicología social, y economistas con intenciones de clarificar, dilucidar y desentrañar los atributos y cualidades de una población surgida, no de las entrañas de los pueblos originarios precisamente, pero sí del aporte de países europeos (italianos y españoles) dentro de las distintas oleadas inmigratorias que tuvo nuestro país a través de su historia. Con respecto a la migración provinciana o del interior profundo, cabe resaltar la acción del estado nacional, el asentamiento militar naval y sus aportes logísticos, para la creación o generación de una estructura poblacional dinámica, inestable, muchas veces fugaz y perecedera, constituyéndose en una particularidad cultural que muchos vieron y otros olvidaron al crear o asumir políticas de consolidación y crecimiento sostenido. Este estudio, asumido con una intención claramente didáctica, informativa y formativa, demuestra que hubo y hay, al menos en grupos aislados y un tanto marginales de la acción política y educativa, profesionales con objetivos de aportar conocimiento sobre lo nuestro desde ángulos que muy pocas veces son tomados en cuenta para la toma de decisiones o la instrumentación de proyectos alternativos a lo ya conocido. Es que el análisis de semejante estructura geopolítica, donde confluyen intereses asentados en concepciones estratégicas perimidas o descontextualizadas, si nos atenemos a lo que se observa a nivel planetario, con sus conflictos y desplazamientos económicos a veces no tan previsibles, es una tarea ciclópea con los recursos y medios con que contamos en nuestra patria chica. Sin embargo constituye todo un hallazgo que podamos adentrar nuestro ojo un poco más en nuestras costas y médanos milenarios, aunque sea como curiosidad e intención informativa desgraciadamente.

Pero tenemos otro vecino, si así podemos llamarlo, dado su carácter jurídico-estratégico y su dependencia extra regional, su particular condición social, y su historia, más sujeta a los avatares del estado nacional que a lo regional y local. Esta peculiaridad le ha dado privilegios y un perfil de escaso compromiso socio-cultural, pero, paradójicamente, de gran peso específico a la hora de las decisiones que atañen a los destinos de los habitantes y vecinos de este terruño.

La lucha en sólo estos dos terrenos no es fácil. El primer paso es político. Significa reunir individualidades, grupos de vecinos, ONGs, partidos políticos, instituciones en general, detrás del objetivo enunciado. El segundo hace al agrado de conciencia de la comunidad sobre la real situación actual, la actitud de nuestros dirigentes, y la organización que como consecuencia se pueda llegar a alcanzar.

Se han enumerado muchos mega emprendimientos locales y regionales en estos últimos 20 años, como únicos caminos viables para superar la crisis y el estancamiento. Pero ninguno tuvo la más mínima idea de cómo lograr el difícil inicio; lo que significa que nadie tuvo la más mínima idea de cómo crear las condiciones mínimas necesarias para vehiculizar o hacer plausibles dichos emprendimientos.

La magia y el voluntarismo de los dirigentes quizás sean las dos conductas más nefastas para una comunidad que quiere despegar. Nadie ha alcanzado jamás ningún resultado positivo, menos en el orden económico, por haber sólo enunciado o por haber puesto las mejores intenciones a la hora de las decisiones.

La disposición, la energía, la claridad en los objetivos, y por sobre todo la certeza y oportunidad en las primeras medidas fundamentales, son y serán las claves para el éxito. Saber cuál es lo primero, no desperdigar energías en vano, saber medir los objetivos y nuestras fuerzas, es la principal tarea del dirigente, en cualquier orden.

La comunidad, nuestros vecinos, esperan eso de nosotros, no otra cosa inalcanzable e irrealizable.

Héctor Correa.